Alquileres en CABA: cuánto sale un monoambiente y cuáles son los tres barrios más baratos para vivir – GENTE Online
 

Alquileres en CABA: cuánto sale un monoambiente y cuáles son los tres barrios más baratos para vivir

En un contexto donde cada vez más jóvenes postergan la independencia por los altos precios, Revista GENTE hace un relevamiento de los valores actualizados de alquiler en la Ciudad.
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Hay un deseo que late con fuerza en muchos jóvenes porteños: encontrar un lugar propio, ese refugio donde armar un rincón de creatividad, preparar un café a la madrugada o simplemente respirar libertad. Pero en los últimos años, ese sueño parece más esquivo: los precios de alquiler se disparan, los sueldos no alcanzan, y la urgencia por salir del hogar familiar choca con la cruda realidad económica. "Si pudiera independizarme, lo haría mañana", dicen los jóvenes. Pero muchos apenas logran estirar sus salarios para llegar a fin de mes, y el techo de mamá y papá sigue siendo la solución necesaria, aunque no la deseada. Y así, lo que era una elección se ha transformado en una imposición.

En medio de este escenario, sin embargo, aún hay caminos posibles. Barrios que no prometen lujos ni etiquetas inteligentes, pero sí permiten que la independencia sea un primer paso realista. Zonas donde reina la tranquilidad, donde se puede respirar sin alarma y el precio no quiebra… esa combinación de barrio humilde, bien conectado y, sobre todo, seguro. Revista GENTE hace un relevamiento de cuáles son esos lugares y cómo está la situación actual del mercado para el aquellos que sueñan con independizarse en un contexto complicado.

Los barrios más baratos

Mataderos, Floresta y Monte Castro aparecen hoy en el podio de los barrios más accesibles para alquilar un monoambiente, pero también ofrecen una vida de barrio, con colectivos, comercios de confianza y ese pulso porteño auténtico. En Mataderos, el promedio mensual ronda los $427.300, mientras que en Floresta marca cerca de $432.000, y Monte Castro se acerca a los $437.900 . Estos valores permiten respirar: son números que, aunque modestos, no detonan la billetera.

También aparecen Constitución, Liniers y Villa Luro como opciones económicas, entre los $450.000 y $453.000 mensuales para un monoambiente, pero con una dinámica urbana más acelerada y menos tranquilidad.

Barrios como Villa Lugano, Villa Soldati y Villa Riachuelo deslumbran con cifras sorprendentemente bajas, entre los $340.000 y $350.000 por mes, aunque en términos de infraestructura y conectividad aún están en camino de consolidarse .

Para quienes priorizan seguridad, convivencia tranquila y una cuota de independencia real, Mataderos, Floresta y Monte Castro emergen como opciones de equilibrio. No son los más baratos del ranking, pero sí los que combinan precio accesible con opción de construir un hogar. Y en un contexto que exige prudencia, tantas veces eso termina siendo el lujo más valioso.

¿Cuáles son los barrios más caros?

En el extremo opuesto del mapa porteño, la búsqueda de pertenencia dicta el ritmo de los alquileres. Barrios como Puerto Madero, Núñez, Palermo, Belgrano y Recoleta se alzan en el podio de lo más caro: para un monoambiente, los precios superan el millón de pesos en Puerto Madero y rondan los $677.000 en Núñez, $671.000 en Palermo, o $648.000 en Belgrano. Lejos de la modestia de Mataderos, en esos barrios la vida es más cara.

La diferencia no es solo económica: allí se vive rodeado de cafés cool, veredas impecables, bicisendas y parques. En cambio, en los barrios más accesibles el lujo es otro: el saludo del vecino, el club de barrio, el verdulero que te conoce, el colectivo puntual.

Elegir entre uno u otro no es solo elegir precio, sino optar por ciertos modos de vida. Aunque también surgen alternativas intermedias como: Villa Ortúzar, Villa Uquiza, Caballito, Villa Crespo y Almagro que pueden combinar ambas situaciones: un poco de pulso urbano mezclado con postales barriales típicas.

Los precios oscilan entre $520.000 y $515.000, en Ortúzar y Urquiza respectivamente, a 500.000 los otros tres barrios.

¿Qué pasa con la Ley de Alquileres?

Un monoambiente de acuerdo al barrio puede salir de 350 mil a un millón de pesos.

Desde la derogación de la Ley de Alquileres a fines de 2023, el campo de juego ha cambiado: ya no hay plazos mínimos obligatorios, ni actualizaciones automáticas, ni igualdad entre inquilino y propietario. Ahora, cada contrato es una negociación, y el inquilino sabe que puede quedar expuesto si no conoce el terreno. El único resguardo que permanece es el del Código Civil: para desalojar, el propietario debe iniciar un proceso legal formal, no puede simplemente echar al inquilino de un día para el otro.

Esa falta de marco legal uniforme generó incertidumbre: hay quienes firman contratos de seis meses, otros de un año con cláusulas de IPC e incluso algunos siguen bajo el ICL si vienen de contratos anteriores. Pero lo que se siente es una brisa fría de inseguridad: no hay certeza de qué podría cambiar en cada renovación o qué cláusulas podrían aparecer de sorpresa. Aunque se resignificó la autonomía contractual, también se desdibujaron los límites claros para la protección del inquilino.

En la práctica, esto ha fortalecido la posición del propietario en cada negociación, mientras que el inquilino, a menudo joven y sin experiencia, advierte esa sensación de fragilidad. En un mercado volátil y sin reglas claras, acceder a un techo propio se vuelve un desafío no solo económico, sino también jurídico y emocional.

Frente a estos contrastes estéticos y económicos, la juventud porteña carga con una mochila pesada. El salario mínimo no alcanza para cubrir un alquiler sin resignaciones: apenas cubre entre el 61 % y el 62 % de un monoambiente standard, según CESO. Esto transforma el deseo de vivir solo en un cálculo de pura resistencia económica: con suerte, se llega a cubrir el 30 %; si no, hay que sumar horas extras o compartir gastos.

Las consecuencias ya se sienten: muchos jóvenes evitan mudarse solos y vuelven a casa de sus padres. Otros buscan habitaciones compartidas, estiran cada peso en transporte, y resignan cercanía, silencio o descanso. Lo que debería ser un paso hacia la autonomía se vuelve una ecuación de subsistencia: independencia, sí, pero subsistencia.



 
 

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