A Marcos Moneta no lo empujó el deseo de fama ni una obsesión por la gloria. En sus propias palabras, el deporte fue siempre un espacio para divertirse, para compartir con amigos. “Yo no soñaba con ser profesional. Solo quería jugar con mis amigos del club”, dice con una sonrisa. Sin embargo, el destino le tenía preparado un camino muy distinto: el joven que comenzó jugando al fútbol y al tenis en un barrio cerrado de Pacheco, hoy representa a la Argentina y cuenta en una charla íntima con Revista GENTE cómo es pisar los escenarios más exigentes del rugby internacional.

A los 25 años, Moneta fue elegido ganador del Try del Año 2025 en los prestigiosos SVNS Awards, reconocimiento que premia la excelencia en el rugby 7 a nivel global. Pero su historia empezó mucho antes, en una familia donde el deporte estaba en los genes: su bisabuelo fue medallista olímpico en ciclismo en los Juegos de Berlín, su mamá jugaba al hóckey y su papá al rugby. “En casa siempre se respiró deporte”, recuerda. Y agrega: “Mi abuela me regaló una réplica de la medalla olímpica de mi bisabuelo. La tengo en casa. Fue como una señal”.
Se crió en un entorno donde el fútbol y el tenis eran lo habitual, pero el colegio San Andrés —al que asistió en Olivos— le dio la primera estructura formal al rugby. Desde entonces, el deporte ovalado se volvió parte de su ADN: “Hasta los 16 jugaba al fútbol y al rugby en paralelo. Pero cuando tuve que elegir, me incliné por el rugby por una razón: la parte social. Jugaba con mis amigos de toda la vida, y eso no tiene precio”.

La vida profesional llegó de a poco, y sin buscarla. A los 17, recibió el primer llamado de la UAR para integrar una concentración con vistas a los Juegos Olímpicos de la Juventud. “Ahí me di cuenta de que podía dedicarme a esto. Me fue bien en los entrenamientos, fui quedando en cada corte y terminé viajando con el equipo. Fue mi primer gran logro: ganamos la medalla de oro”.
Ese torneo marcó un antes y un después. Le abrió las puertas a Los Pumitas en 2019, y luego a Los Pumas 7’s, con quienes debutó profesionalmente en Hong Kong, uno de los torneos más emblemáticos del circuito. “Salí a la cancha con nervios, con orgullo, y con la sensación de representar no solo a mi país, sino a mi club, a mi familia, a todos los que me vieron crecer”.

Lejos de descuidar su formación académica, Moneta estudió Administración de Empresas en la Universidad de San Andrés. “La facultad me ayudó a tener un plan B. Y además, muchas cosas de la carrera las aplico en el deporte o en proyectos personales”, dice. Entre ellos, clínicas de rugby y un emprendimiento relacionado al mundo deportivo que todavía está en desarrollo.
Una lesión y el miedo a perderse la siguiente competencia
La carrera deportiva de Marcos no fue siempre por el camino ideal. En 2024, sufrió una dura lesión en la previa de los Juegos de París: fractura de peroné y lesión de ligamentos. “Fue un momento durísimo. Tenía solo tres meses para recuperarme. Estaba inútil, no podía moverme, pero mi familia estuvo en cada detalle: desde la comida hasta el ánimo”. Logró volver a tiempo, y ese esfuerzo —dice— lo marcó para siempre.

Más allá de los reconocimientos, Moneta no pierde de vista el equilibrio emocional. “Soy muy autoexigente, pero aprendí a no vivir presionado. Me exijo para mejorar yo, no por lo que puedan pensar los demás. Por suerte, el público argentino siempre nos banca. Creo que sienten que este equipo transmite algo real”.
En pareja desde hace seis años con Martina, a quien define con ternura como “una reina”, Marcos agradece tener a alguien que lo acompaña en cada viaje, en cada gira, en cada regreso con el cuerpo agotado. “Ser pareja de un deportista no es fácil, y ella es una capa total. Mucho de lo que soy se lo debo a su apoyo”.

Al momento de mirar hacia adelante, tanto en su carrera deportiva como a nivel personal, Marcos piensa por un momento y dice con convicción: “Me gustaría llegar a los 35 competitivo, y seguir jugando en mi club de siempre. Mantenerme sano, con la cabeza tranquila. El resto, que venga solo”.
Fotos: Christian Beliera.


