Formar una familia ensamblada es un proceso cada vez más frecuente y, a su vez, un desafío de enorme complejidad emocional y estructural. No se trata simplemente de sumar personas bajo un mismo techo como si fueran piezas de un rompecabezas, sino de integrar historias, heridas, lealtades previas y expectativas nuevas.
Los psicólogos y terapeutas coinciden: el éxito en una familia reconstituida o también llamada mixta -aquella que se forma cuando una pareja une a integrantes de diferentes agrupaciones familiares– no radica en reemplazar roles, sino en crear un nuevo sistema familiar que se sostenga en el respeto, la paciencia y la creatividad, reconociendo que no se construye sobre un terreno vacío, sino sobre huellas que ya existen.
En diálogo con GENTE, Mel Gregorini, Helvecia Trigo y Manuel Colombo cuentan cómo promover la flexibilidad y la perseverancia, pilares clave para una integración que, sabemos de antemano, será larga y necesitará ajustes constantes.

Evitar el error de “suplantar” a la expareja o progenitor biológico
Uno de los errores más frecuentes se da cuando la nueva pareja siente que debe ocupar el lugar de la madre o el padre biológico de los hijos. Sin embargo, los especialistas son claros: nadie necesita ser reemplazado. Pretenderlo no sólo genera resistencia en los chicos, sino que también alimenta conflictos con el progenitor con el que no conviven.
Mel Gregorini, psicoterapeuta cognitivo-comportamental, advierte que “pretender suplantar a una figura que ya cuenta con sus responsabilidades genera rivalidad, dolor y resistencia”. La terapeuta Elvecia Trigo, especializada en niños, adolescentes y adultos, reafirma que “cada persona tiene su lugar en la vida de un hijo. Intentar ocupar un rol que ya está asignado además genera rivalidad innecesaria”.
El rol del nuevo integrante –la nueva pareja de uno o de un/a ex– debe ser definido en otros términos: acompañar, sumar y generar confianza, nunca competir ni desplazar. Se trata de construir un vínculo propio y auténtico, a través del respeto y la naturalidad, mostrando interés genuino sin presionar con expectativas irreales y sin planes forzados. Como Gregorini plantea, no es que haya que reemplazar roles, sino "reordenarlos, con empatía y reconocimiento mutuo".

La importancia vital de establecer límites claros y consensuados y la alerta que generan las "grietas"
El caos y las disputas suelen aparecer cuando no hay acuerdos entre las partes sobre límites y normas. Si cada adulto actúa de manera aislada, los hijos terminan desorientados y utilizan las diferencias como terreno de negociación o rebeldía. Mel Gregorini señala que “los chicos detectan rápido las grietas entre los adultos y las pueden usar para negociar o desafiar”.
La recomendación de los especialistas es fundamental: las reglas deben ser consensuadas de antemano por la expareja, y luego comunicadas de forma conjunta y coherente. De este modo, los hijos perciben un frente sólido y previsible, lo que disminuye la tensión y les transmite seguridad. Establecer estas reglas y límites claros desde el mundo adulto es una piedra fundamental para que la convivencia gane en previsibilidad y no se transforme en un terreno áspero, y se reduzca el nivel de conflicto.
Los hijos no son mensajeros emocionales: lo que pasa entre adultos, queda entre adultos
Una de las advertencias más repetidas por los expertos es la necesidad de proteger a los hijos de las disputas emocionales de los adultos. En muchos hogares ensamblados, los niños se convierten en canales de extorsión emocional o intermediarios. Así lo aclara Trigo: “Cada vez que un niño se convierte en mensajero o intermediario de los conflictos de pareja, carga con un peso que no le corresponde”.
Esta sobrecarga de responsabilidades ajenas no sólo genera culpa y ansiedad en los menores, sino que también deja huellas emocionales a largo plazo y puede llevarlos a sentir que deben elegir un bando. En ese sentido, Gregorini también remarca que “los conflictos de pareja deben resolverse en el mundo adulto”. Proteger a los niños de esta dinámica es una condición innegociable para que la familia ensamblada tenga chance de prosperar.

Construir un vínculo propio y genuino con cada hijo: la clave, la autenticidad
Un error común es pensar que el vínculo con los hijos de la pareja surge de manera automática. Nada más lejos. Los terapeutas insisten en que es un proceso que requiere tiempo, creatividad y paciencia. Elvecia Trigo subraya que “el afecto no se impone, se gana. La confianza se teje con pequeños gestos cotidianos, sin prisa y sin presión”.
La clave está en generar espacios compartidos donde no haya presión: actividades simples, conversaciones cotidianas y gestos de interés genuino. Compartir una charla sobre un dibujo, una caminata juntos o un interés real por su mundo son cosas simples pero auténticas. Cuando los hijos perciben autenticidad, bajan las defensas y comienzan a abrir la puerta a un nuevo lazo. La consistencia en estos momentos corre del mapa al miedo o la desconfianza.
La rivalidad entre hermanos, un terreno sensible que requiere gestión adulta
Cuando hay hijos de ambas partes, la rivalidad suele ser aún más intensa, y la competencia por la atención y los celos son casi inevitables. Sin embargo, los psicólogos advierten que el problema no es la rivalidad en sí, sino la manera en que los adultos la gestionan.
Manuel Colombo, coach ontológico, recuerda que estas tensiones son normales y que “los adolescentes suelen enfrentarse con los padres o con sus nuevas parejas; es bastante común, y no hay que asustarse ni escandalizarse”. A su vez, Elvecia Trigo agrega que “hay que tener mucha cintura para ser padre de adolescentes: la fragmentación familiar los hace sentir confusos, vulnerables y frágiles”.
Suena simple pero en la complejidad que se vive en este tipo de dinámicas hay más negociación e intuición que reglas a seguir. Fomentar la cooperación, validar las emociones de cada uno y evitar favoritismos entre hijos son pasos esenciales para prevenir conflictos que, cuando se enquistan, son más difíciles de desactivar.
Estrategias como proyectos compartidos (desde tareas domésticas hasta actividades recreativas) pueden transformarse en espacios de encuentro y aprendizaje mutuo, reduciendo tensiones. Recursos más que necesarios para que la posibilidad de ensamblar familias sea una realidad y no sólo un intento.

La alineación de los ex cónyugues, fundamento de la familia ensamblada
Un punto que los especialistas subrayan es que en una familia ensamblada la pareja es la base del proyecto. Si esa relación se debilita, todo el sistema tambalea. Manuel Colombo enfatiza que “cuando la pareja no está alineada, los hijos lo perciben inmediatamente y la convivencia se vuelve frágil”.
Por eso, es fundamental mantener espacios dinámicos y acordar criterios comunes, así como también es conveniente darle una posición activa al exconyuge en actividades familiares e integrarlo en el nuevo seno familiar. Esto les permite enfrentar con mayor solidez los desafíos diarios y garantiza un clima estable para todos los miembros de la familia. Elvecia Trigo reafirma la importancia de "mantener el diálogo y presentarse como un frente unido" para generar una atmósfera de contención.
Creatividad y flexibilidad para reinventar la convivencia constantemente
No hay una receta única para todas las familias ensambladas. “Cada grupo trae consigo sus particularidades, edades, dinámicas y heridas previas. Lo que sí es universal es la necesidad de apelar a la creatividad y a la flexibilidad”. Así lo exponen los especialistas consultados por GENTE.
Esto implica estar dispuesto a probar, equivocarse, ajustar y volver a intentar. Manuel Colombo lo ve como una alerta positiva: “Cuando en un sistema familiar se repite una historia… el conflicto tiene un fin positivo: es una alarma para observar qué está desordenado”.
El éxito no radica en alcanzar una convivencia perfecta, sino en crear un clima donde las diferencias puedan ser procesadas sin que eso erosione el vínculo principal. La terapeuta Elvecia Trigo añade una pauta crucial: “Nunca, jamás, bajo ningún concepto, se debe criticar las elecciones amorosas del padre o de la madre”.
Descalificar o “enjuiciar” a uno de los progenitores enfatiza las diferencias y genera confusión entre los hijos, mientras un estilo moderado y reservado ayudará a polarizar la cuestión. No se trata de estar de acuerdo en todo ni de tener que aprobar o desaprobar pensamientos y acciones de la expareja. Esa apertura a ensayar y ajustar constantemente, aseguran los expertos, permite que la convivencia deje de ser un campo de batalla para transformarse en un espacio de aprendizaje. Eso sí: no puede darse cuando uno no se autocuestiona ni quiere analizar primero su propio comportamiento en la dinámica.

El factor tiempo y la paciencia como llave
La ansiedad por lograr una integración rápida suele jugar en contra. Los expertos insisten: una familia ensamblada necesita tiempo para acomodarse. Pretender que todo fluya desde el primer momento sólo genera frustración. Elvecia Trigo aconseja “mantener la calma” y “dar tiempo”.
Aceptar que habrá etapas de resistencia, momentos de caos y ajustes permanentes es un acto de realismo que ayuda a bajar la presión. Manuel Colombo agrega que “estar en paz no significa estar de acuerdo con todo, sino entender que los padres hicieron lo mejor que pudieron con el nivel de consciencia que tenían en ese momento”.
Este realismo no resigna, sino que libera, aliviando tensiones y favoreciendo el crecimiento emocional compartido. Con paciencia, coherencia y afecto genuino los vínculos tienen la posibilidad de consolidarse y generar una convivencia estable y enriquecedora.
El arte de sumar y multiplicar, no de reemplazar
Las familias ensambladas no son un fracaso de la familia tradicional, sino una forma distinta y contemporánea de construir lazos, con sus desafíos y oportunidades. Como Mel Gregorini resume, no se trata de “reemplazar”, sino de “reordenar”. Y como la terapeuta Elvecia Trigo sintetiza: “El afecto se gana, no se impone”. Después de todo, el fin del amor en todas sus formas es construir un clima en el que cada miembro se sienta visto, respetado y valorado. Con paciencia, coherencia y empatía, lo demás llega solo.
Fotos: 123RFy redes sociales
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