La muerte de Didier Podestá Deleglise abrió un interrogante que paralizó a toda la ciudad de Baradero: qué ocurrió durante la hora en la que desapareció de del hospital y reapareció con lesiones gravísimas.
Baradero vive horas de angustia y desconcierto tras la muerte de Didier Podestá Deleglise, el joven de 23 años que ingresó al Hospital Dr. Lino Piñeiro por una intoxicación, se escapó en un descuido del personal médico y regresó menos de una hora después en un patrullero, con el rostro desfigurado y lesiones internas que terminaron siendo fatales. Su caso, envuelto en preguntas sin respuesta, ya está bajo investigación judicial.
Didier llegó al hospital cerca de las 7 de la mañana del lunes. Había estado minutos antes con un amigo, con quien salió de un kiosco y caminó por una plaza hasta que lo perdió de vista.
Cuando ingresó a la guardia, presentaba un cuadro de desorientación por consumo de sustancias, pero —según confirmaron fuentes médicas— no tenía lesiones ni signos de haber sufrido agresiones. Le colocaron un suero y continuaban evaluándolo cuando, aprovechando un instante de distracción, corrió hacia la salida y escapó.

La secuencia siguiente es un vacío absoluto. En ese lapso —unos 60 minutos entre las 7.00 y las 8.00— nadie sabe qué pasó. Los médicos alertaron a seguridad interna y luego a la Policía, pero no lograron interceptarlo.
La única certeza aparece una hora después: un patrullero regresó al hospital con Didier inconsciente, golpeado, con sangrado interno y al borde de la muerte. Los policías que lo trasladaron declararon que lo encontraron tirado en la vía pública. Pero su familia duda profundamente de esa versión y sostiene que se trató de “una paliza”.
El joven fue llevado nuevamente a la guardia, donde el shock de los profesionales fue inmediato: el cuadro no tenía nada que ver con el del ingreso inicial. Pese a los intentos de reanimación, murió esa misma noche, pasadas las 20.30.
La voz de la familia: “Parecía Frankenstein”
La familia de Didier quedó devastada y sostiene que el joven no presentaba ningún golpe cuando ingresó al hospital, por lo que exigen saber qué ocurrió en la hora en la que estuvo desaparecido. Su hermana Melany relató que, cuando lo vio por la mañana, quedó impactada por su estado: contó que su abuela fue la primera en advertir que “estaba recontra golpeado” y que, cuando finalmente pudieron verlo después de su muerte, solo les permitieron observarle el rostro, que —según describió— “estaba terrible”, con la oreja violeta y el pómulo muy inflamado.
La joven afirmó que “parecía Frankenstein”, y que no les permitieron ver el resto del cuerpo, lo que aumentó las sospechas sobre un posible episodio violento.

En su declaración, Melany explicó que acudieron a la fiscalía para radicar la denuncia y les dijeron que debían reconstruir lo sucedido en ese lapso: revisar cámaras, tomar testimonios de los policías que intervinieron y del personal del hospital, y analizar el recorrido de la ambulancia.
También les advirtieron que la investigación “iba a tardar mucho”, lo que incrementó la angustia de la familia, que necesita respuestas para comprender qué llevó a la muerte del joven de 23 años.
Por último, la hermana advirtió que esta no sería “la primera vez que la policía golpea o maltrata a un chico en situación de vulnerabilidad” y recordó que Didier era papá de dos nenas pequeñas, de 8 meses y 3 años. “Estuvimos todos acompañando. Es un momento horrible”, expresó con dolor.


