Cuentos navideños: la redención y tres cuentos para el alma – GENTE Online
 

Cuentos navideños: la redención y tres cuentos para el alma

La literatura navideña como espejo de nuestros anhelos de cambio. Por qué Dickens, Tolkien y Andersen siguen enseñándonos el verdadero espíritu navideño.
Por Fernando Oz
Actualidad
Por Fernando Oz
Actualidad

La Navidad es una poderosa metáfora de la redención colectiva. Que alguien me diga si hay alguna otra época del año que despierte mayor ansia redentora que diciembre, esa pequeña tregua que el calendario nos concede para mirar adentro y preguntarnos qué clase de personas somos y, sobre todo, qué clase de personas querríamos ser. No sé si a todos les pasa, más o menos, lo mismo. Donde sí pasa es en los cuentos navideños.

Para terminar la semana, quiero recomendarles tres relatos para recibir ese espíritu que aquieta hasta la guerra: Cuento de Navidad de Charles Dickens, Cartas de Papá Noel de J.R.R. Tolkien y El soldadito de Plomo de Hans Christian Andersen.

Cuento de Navidad de Charles Dickens.

Aunque el género no exista formalmente, la literatura navideña, que es amplia y generosa, tiene algo en común: la redención. Dickens lo entendió antes que nadie. En su Cuento de Navidad, el egoísta Scrooge, a través de una experiencia sobrenatural, deja de ser el villano de su propia vida y se transforma en el héroe de la de otros.

El proceso, como siempre, fue lo más costoso. En este caso, el hombre más mezquino, el avaro impenitente, tuvo que enfrentarse a sus propios pecados bajo la mirada implacable de lo sobrenatural.

Scrooge somos todos; el miedo a la soledad, la avaricia disfrazada de prudencia, la ceguera ante el dolor ajeno. La Navidad en Dickens es, ante todo, la promesa de que nadie está perdido del todo y que basta una chispa de ternura para devolver la humanidad a quien la creía irremediablemente extraviada.

Tolkien, el gran arquitecto de mitologías, se asomó al mundo navideño con una obra menor en extensión, pero inmensa en ternura y creatividad: Cartas de Papá Noel. Se trata de otra invitación a la redención, aunque desde la ternura y la magia cotidiana.

Es una historia realmente maravillosa. Resulta que Tolkien escribía cada año a sus hijos como si fuera Papá Noel, relatando aventuras del señor de rojo y enviando buenos deseos. Estos relatos, recogidos tras años de tradición familiar, transmiten la inocencia, la bondad y el asombro infantil que la Navidad debería preservar. En Tolkien, la redención es volver a creer, reconciliarse con el niño interior y proteger la ilusión en tiempos adversos.

El soldadito de Plomo, por su parte, es el tributo de Andersen al coraje y la perseverancia. Tal vez, dos claves para redimirse. El soldadito, amputado y enamorado, resiste las pruebas que la vida le impone y no renuncia a su amor.

Andersen nos recuerda que la verdadera redención pasa por la humildad y la dignidad, por mantenerse firme y honesto pese a las dificultades. En sus páginas, el dolor y la pérdida no apagan la esperanza, sino que la hacen más valiosa. Algunos lo verán posiblemente como una paradoja, pero el soldadito de plomo no sólo se convierte en símbolo de humanidad profunda, sino que en espejo de quienes luchan y aman sin garantías.

Los cuentos seleccionados nos enseñan que no hay historia navideña sin una promesa de cambio y superación. Dickens nos ofrece la posibilidad de renacer, Tolkien la de mantener viva la chispa de la ilusión y Andersen la de resistir con nobleza. En todos ellos, la literatura cumple su función más alta: recordarnos, con palabras precisas y bellas, que la bondad es posible y que la generosidad no es una debilidad, sino un acto de coraje. La redención, en suma, es el verdadero regalo de la Navidad, y estos cuentos su envoltorio.

A los lectores, y especialmente a quienes buscan una Navidad con sentido, recomiendo la lectura atenta de estos tres cuentos. No solo entretienen, sino que conmueven y enseñan. Permiten que nos miremos al espejo y descubramos que también en nosotros hay algo de Scrooge, de Papá Noel y de ese soldadito incansable que nunca deja de luchar.

Que esta Navidad no se quede solo en campanas y luces: que sea, como quiso Dickens, un tiempo propicio para la transformación. Leer es, a veces, el primer paso del viaje. Y no hay viaje más necesario que el que nos lleva de vuelta a nosotros mismos.



 
 

Más Revista Gente

Vínculo copiado al portapapeles.

3/9

Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipisicing elit.

Ant Sig