Apenas tres meses antes de ser asesinado junto a su esposa, Michele Singer Reiner, el reconocido director Rob Reiner habló públicamente de uno de los vínculos más complejos y personales de su vida: la relación con su hijo del medio, Nick Reiner.
Lo hizo sin dramatismo, con honestidad y desde un lugar de orgullo contenido, al referirse al largo proceso de recuperación del joven tras años marcados por la adicción y la falta de vivienda.
La reflexión surgió en septiembre pasado, durante una entrevista con Fresh Air, el ciclo de NPR conducido por Terry Gross, en la que el prestigioso cineasta repasó distintos momentos de su carrera mientras promocionaba Spinal Tap II: The End Continues.
En ese contexto, Reiner volvió sobre Being Charlie (2015), la película que dirigió y que fue coescrita por Nick, inspirada en buena medida en la experiencia personal del joven con las drogas.
En el film, el conflicto central gira en torno a un padre absorbido por su trabajo que no logra acompañar a su hijo en recuperación. Reiner fue claro al marcar una diferencia con su propia historia: aseguró que, en la vida real, nunca estuvo ausente.
“Yo era todo lo contrario: me involucraba más, trataba de hacer todo lo que estaba a mi alcance para ayudar”, explicó el cineasta sobre su labor como padre en los problemas de adicción de su hijo. También admitió errores, aunque señaló que esos tropiezos formaron parte de un diálogo honesto que mantuvo con su hijo con el paso del tiempo.
En esa misma charla, Rob Reiner dio una actualización que hoy resuena con fuerza. A diez años del estreno de Being Charlie, contó que Nick atravesaba un gran momento personal y que llevaba más de seis años alejado del consumo. “Está muy bien, realmente en un muy buen lugar”, afirmó, con un tono que combinaba alivio y esperanza, y que podría convertirse en un dato clave para la investigación y la Fiscalía.
Nick Reiner y sus problemas de adicción
La historia de Nick Reiner había sido pública. El propio joven había contado, años atrás, que ingresó por primera vez a rehabilitación a los 15 años y que, durante sus recaídas, llegó a vivir en situación de calle en distintos estados del país.
Para Reiner, llevar esa experiencia al cine no fue sencillo. En 2015, había reconocido que el proceso creativo removió heridas profundas, pero también permitió poner en palabras una lucha que atravesó a toda la familia.
Hoy, esas declaraciones adquieren una dimensión trágica e inesperada. Nick Reiner está acusado de dos cargos de asesinato en primer grado por la muerte de sus padres y enfrenta una posible condena a prisión perpetua sin libertad condicional o la pena de muerte, a la espera de lo que determine la fiscalía.
Las palabras de Rob Reiner, pronunciadas apenas meses antes, revelan no solo cómo veía a su hijo en ese momento, sino también el lugar que ocupaba en su vida: el de un padre que, pese a los errores y las caídas, creía que la recuperación era posible y que nunca dejó de acompañar.
