Los vecinos y transeúntes del barrio de Palermo se sorprendieron en los últimos días por la aparición de una misteriosa figura en la vereda de la calle Fitz Roy al 1900. Se trata de una escultura de tamaño real que representa a un niño vestido con ropa común y zapatillas, apoyado contra una pared con la cabeza gacha, en una clara postura de penitencia.
Bautizada popularmente como el “Niño en penitencia”, esta creación ha generado todo tipo de reacciones: desde desconcierto y temor, especialmente de noche, hasta curiosidad y reflexión. Se trata de una intervención independiente del artista Sebastián Andreatta, conocido como BIH, quien buscó retratar la vulnerabilidad y la invisibilidad de la infancia.
En charla con GENTE, el artista explicó cómo fue todo el proceso de armado: "La obra nació como una suerte de solución. Primero a una pulsión, unas ganas de llenar un espacio vacío. Yo pasaba mucho por la esquina original donde estuvo instalada la obra y veía que había lugar ahí para poner algo. Y no tenía en principio muy claro qué, hasta que un día se me ocurrió que un niño en penitencia podía hacer una imagen fuerte y una buena solución estética para ese rinconcito", comenzó diciendo.

Y agregó: "Era relativamente simple de resolver técnicamente y que además le podía dar un buen concepto que sustente el porqué de la obra como es la vulnerabilidad de las infancias".
El mensaje de la escultura que ha dado tanto de qué hablar
BIH destacó: "Queríamos poner de manifiesto esta idea de que las infancias o los niños son una parte de la sociedad que en estos momentos socioculturales, socioeconómicos tan complejos, quedan realmente muy vulnerados y hay muchos niños que están expuestos a un nivel de violencia o a un nivel de desprotección muy grande. A mí eso es algo que me interpela y que me pareció bueno que estaba poner sobre la mesa".
En esa línea, Sebastián reconoció: "Me parece que la tarea del artista si se quiere, es poner este tema en la mesa para ser discutido. Mas allá de que no tengo soluciones alrededor de este tema".

El impacto de la obra es tal, que han logrado interrumpir la rutina del peatón y generarles preguntas alrededor de la cruda imagen de ver a un niño de espalda, aislado y en penitencia, cumpliendo así con una de las funciones clave del arte urbano y permitiendo el debate y las reflexiones en la sociedad.
Sin embargo, el camino de esta obra no ha sido fácil. Antes de llegar a Palermo, la escultura tuvo un accidentado debut en la Plaza Mafalda del barrio de Colegiales, donde fue vandalizada, arrancada de su base y arrojada a un volquete. El propio artista la rescató, reparó los daños y reforzó su estructura interna con hierro para hacerla más resistente. La pieza, compuesta de cemento y plásticos, pesa ahora más de 40 kilos.

-¿Qué te parece la repercusión y el debate que se generó alrededor de tu obra?
-El debate me parece muy rico siempre y cuando esté dado dentro de los límites de la razón y de la lógica. Obviamente la libertad de expresión siempre va primero, pero me limito a no darle mayor importancia a la crítica que no viene acompañada de algo más, de un poco más de sustento. Por suerte, en líneas generales la recepción fue muy buena. Sabía que podía haber un componente controversial y está bien, pero me parece que la discusión que se generó alrededor de la obra es muy válida y está buenísima sea que les haya gustado o no.
-¿Tenés pensado hacer otra obra de este tipo tras el impacto que tuvo?
-En principio no tengo la idea de hacer una obra similar, ya que siempre trato de hacer cosas nuevas y no trabajo en series de obras. Podría suceder eventualmente, pero no como una serie. La gente me escribe proponiéndome ideas. Me han propuesto hacer a gente mayor, gente en situación de calle, pero lo que me interpelaba era esto originalmente. Por el momento, no creo que haya una continuación, aunque quizás sí alguna acción con alguna ONG ligada a las infancias.
En fotos, así se vivió la llegada de la escultura a Palermo




