La noche del miércoles 20 de agosto en Avellaneda quedó marcada por la violencia y la desolación. Lo que debía ser un cruce vibrante por los octavos de final de la Copa Sudamericana entre Independiente y Universidad de Chile terminó en una batalla campal que dejó heridos, detenidos y la suspensión del partido que iba 1 a 1.
De todos los videos que se conocieron horas después, y que rápidamente se viralizaron en redes, hubo algunos que mostraron en mayor medida la crudeza de los incidentes y se convirtieron en el fiel testimonio de una jornada que desbordó en violencia.
En una de esas filmaciones se observó cómo desde el sector visitante comenzaron a volar objetos hacia los hinchas de Independiente. Piedras, botellas y hasta butacas improvisadas como proyectiles impactaron en las tribunas conocidas como Gargantas del Diablo y en la parte baja del estadio. Los gritos de los simpatizantes y las corridas reflejaron la tensión que iba en aumento mientras los jugadores intentaban continuar en el campo de juego.

El registro más fuerte se dio ya en el inicio del segundo tiempo, cuando la situación se desmadró. En el video se vio a grupos enteros de hinchas enfrentándose cuerpo a cuerpo. Hubo corridas, golpes con palos y hasta explosiones de bombas de estruendo que retumbaron en el estadio.
Algunos simpatizantes quedaron tendidos en el suelo, ensangrentados, mientras otros intentaban escapar sin éxito del tumulto. Fue en ese momento cuando el árbitro decidió detener el encuentro y enviar a los equipos a los vestuarios.
Las imágenes más brutales llegaron con otro video. Allí, se observó cómo los hinchas visitantes quedaron rodeados, muchos fueron golpeados, desnudados y hasta se vio a uno de ellos caer desde la tribuna en medio de la desesperación. Varias personas cubiertas de sangre yacían sobre los asientos, sin asistencia inmediata. La violencia, lejos de disminuir, se propagaba a cada rincón de la tribuna.
De acuerdo a la Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte (APreViDe), el operativo desplegó 650 efectivos policiales y más de 150 agentes de seguridad privada, pero el escenario terminó completamente fuera de control. El saldo: más 100 detenidos, varios heridos de gravedad y un estadio en shock.
Lo que debía ser una noche de fútbol se convirtió en una postal de barbarie. Los videos no solo ilustraron lo que sucedió en Avellaneda, sino que también pusieron al descubierto una vez más la fragilidad de los operativos de seguridad y la crudeza con la que la violencia se infiltra en el deporte sudamericano.
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