El hallazgo conmovió a todos y hoy sigue sumando capítulos escabrosos. A fines de mayo, durante una excavación en el barrio de Coghlan, operarios descubrieron restos humanos enterrados en una pequeña fosa del jardín de un chalet sobre la avenida Congreso al 3700. El lugar no era uno cualquiera: durante 2001 y 2003 la vivienda de al lado había sido alquilada por Gustavo Cerati, el líder de Soda Stereo. Pero esta historia no habla del rock ni de la música. Habla de algo más oscuro. Habla de Diego Fernández Lima.
Diego tenía 15 años cuando desapareció, en 1984. Salió de su casa rumbo a lo de un amigo y nunca más volvió. Durante décadas, su familia lo buscó sin éxito. Recién en mayo de 2025, una casualidad de obra reveló la verdad: su cuerpo había estado enterrado, en silencio, durante más de cuatro décadas. Ahora, la investigación dio un giro inesperado y apunta directamente a alguien que compartió con él las aulas.

En las últimas horas, el fiscal Martín López Perrando confirmó que Diego fue enterrado en una fosa improvisada: 1,20 metros de largo por 60 de ancho y apenas 40 de profundidad. Medidas que dan cuenta de un entierro hecho a las apuradas, sin planificación, y con una clara intención de ocultamiento. La propiedad donde fue hallado el cuerpo pertenece desde los años ‘70 a la familia Graf.
La revelación más inquietante llegó poco después, cuando un testigo llamó a la fiscalía desde el exterior del país, tras enterarse de la noticia en un chat de egresados. Lo que dijo fue tan sorpresivo como perturbador: Cristian Graf, quien vivía en la casa donde se encontró el cadáver de Diego, era su compañero en la ENET N°36. Y más que eso: según el testigo, ellos eran amigos.
Vale aclarar que la declaración del testigo que se comunicó con la fiscalía aún no fue formalizada, se hará en las próximas horas por Zoom, y podría ser la pieza clave para que el fiscal cite a Graf, hoy de 56 años, a indagatoria por homicidio.
Si bien los Graf viven en esa misma propiedad desde hace más de cinco décadas, ninguno de ellos ha declarado aún, ni como testigos ni como imputados.

El hermano de Diego, Javier Fernández Lima, habló públicamente esta semana y volvió a cargar de emoción el caso: “Tenía 15 años. No me entra en la cabeza. Era bueno, jugaba en Excursionistas. Iba al colegio, tenía amigos. Era un pibe de 15 años”, repitió entre lágrimas.
La fiscalía evalúa la posibilidad de avanzar con una acusación formal, pero todo indica que, por el tiempo transcurrido, la causa podría declararse prescripta. Aún así, la reconstrucción de los hechos sigue su curso. La prioridad, ahora, es escuchar al testigo que llamó desde el extranjero.
Mientras tanto, las preguntas se multiplican. ¿Qué ocurrió aquel día de 1984? ¿Por qué nadie lo denunció antes? ¿Qué secretos guarda esa casa que parecía dormida en una esquina tranquila de Coghlan?

La investigación del fiscal López Perrando incluyó un largo proceso de análisis de los restos óseos —más de 150 piezas— y una prueba de ADN que permitió confirmar la identidad de Fernández Lima gracias a una muestra tomada a su madre, quien hoy vive y tiene 87 años.

