La Unidad Judicial 11° de barrio General Paz puso fin a una incógnita que mantuvo en vilo a la ciudad de Córdoba en las últimas semanas: confirmó la identidad del cuerpo hallado en el interior de un placard de un departamento céntrico. La víctima era Milagros Micaela Bastos, una joven de 22 años que había sido vista por última vez en diciembre de 2024, en el barrio Bajo Pueyrredón.
La joven, de contextura delgada, 1,60 metros de altura, cabello corto negro, ojos verdes y un piercing en el lado izquierdo de la nariz, vivía en condiciones vulnerables. Su familia había denunciado su desaparición a fines del año pasado, pero hasta ahora su paradero era un misterio.
El hallazgo se produjo en el departamento 3°B de un edificio ubicado en calle Buenos Aires 315, en pleno centro de Córdoba. Allí cumplía prisión domiciliaria Horacio Antonio Grasso, un expolicía cordobés condenado a 27 años por su participación en el asesinato de Facundo Novillo Cancinos, un niño de 6 años que murió en 2006 durante un enfrentamiento narco en barrio Colonia Lola. El inmueble estaba a nombre de su hermano, Javier Grasso, pero era Horacio quien lo habitaba.
Tal como había informado revista GENTE en su momento, cuando el cuerpo fue encontrado todavía sin identificar, el cadáver estaba en avanzado estado de descomposición dentro de un armario. Según los peritos, presentaba un deterioro tal que no permitía determinar de inmediato el sexo ni la edad. Se encontraba sentado, envuelto en mantas y con un cable de televisión a modo de atadura. Los pies ya estaban en estado esquelético.
Los estudios forenses estimaron que el cuerpo llevaba mucho tiempo oculto en ese placard. Las hipótesis apuntan a que se trataba de una mujer, lo que ahora fue confirmado con la identificación oficial.
El macabro descubrimiento ocurrió un sábado por la mañana. Dos albañiles habían sido contratados para realizar refacciones en el departamento y, al ingresar, percibieron un fuerte olor nauseabundo que provenía de una de las habitaciones. De inmediato dieron aviso a la Policía.
Los agentes, al inspeccionar el lugar, encontraron un ambiente compuesto por una sala de estar, cocina y baño, y a apenas dos metros de la puerta de ingreso, un armario. Fue allí donde se toparon con la escena que heló la sangre de todos: el cuerpo oculto de Milagros Micaela.
La confirmación de que se trataba de Milagros Micaela Bastos cierra una etapa de la investigación, pero abre otra igualmente compleja: determinar las circunstancias exactas de su muerte, cómo llegó a ese departamento y quiénes participaron en el crimen. Mientras tanto, la familia de la joven intenta asimilar una noticia que pone fin a la incertidumbre, pero que también reabre el dolor.
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