A casi tres meses de la noche que cambió su vida para siempre, Paula Jasolvec González, de 49 años, decidió hablar. Sobreviviente de un ataque armado cometido por su propio hijo, Santiago Coll (23), en su casa de Lanús, la señora expresó con crudeza: “Estoy muerta en vida. Yo morí el 13 de junio, con mi marido”.
Ese viernes comenzó como un día normal. Paula había ido a su clase de pilates y recibió varios mensajes de su hijo, que se ofrecía a buscarla. Cuando regresó a su casa a las 19:15, sintió que alguien la atacaba: “Digo ‘chorros, chorros, chorros’. En la lucha, recibo otro disparo y ahí es cuando me caigo”. Un tiro en la columna, otro en el rostro y un tercero en el cuerpo la dejaron gravemente herida.

En medio del forcejeo logró reconocer a su agresor. “Ahí veo la cara de mi hijo y me desarmo, porque no entendía nada”, recordó.
Mientras esperaba ayuda de su pareja, Omar Parapugna, comprendió que él también había sido víctima: el hombre estaba muerto en una reposera dentro de la casa. Paula, casi sin fuerzas, escribió con su sangre el apellido de su hijo en el auto para que el crimen no quedara impune.
Hoy, Santiago continúa internado y sin recordar lo sucedido, mientras la Justicia investiga un posible brote psicótico. “Nunca vimos que algo le pasaba, tenía psiquiatra”, aseguró Paula, quien lleva en su cuerpo las marcas de las balas y en su memoria la pérdida de su compañero.

“Yo necesito saber bien qué le pasó a mi marido. Yo hoy hablo por mi marido, no por mi hijo”, afirmó la mujer a TN.
La madre relaciona un posible detonante con un accidente de tránsito que su hijo protagonizó en marzo y que derivó en presiones económicas y amenazas de terceros. “Yo misma lo presionaba para que pagara las deudas… Nunca lo vimos mal”, lamentó.

En medio del dolor de Jasolvec González, también su hijo menor, Andrés, de 15 años, se expresó en redes sociales: “Sigo sin entender el porqué de que esto termine así, mi hermano matando a mi papá y disparándole a mi mamá, no caigo… Siempre te voy a defender, Santi. Sos mi hermano y sé cómo sos, y vos jamás harías algo así”.
Paula, que aún teme por su seguridad, concluyó: “Tengo miedo (de mi hijo). Obvio que tengo miedo”. Mientras espera respuestas médicas y judiciales, vive con las cicatrices físicas y emocionales.
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