A casi siete años del diagnóstico que cambió su vida, Carlos Bilardo continúa atravesando las consecuencias del síndrome de Hakim-Adams, una condición neurológica progresiva también conocida como hidrocefalia de presión normal.
Desde entonces, el histórico entrenador de la Selección Argentina de Fútbol permanece al cuidado de sus seres queridos, en un contexto donde el afecto y la compañía se vuelven esenciales.
Uno de los hombres que nunca dejó de estar presente es Miguel Ángel Lemme. Ex futbolista, colaborador cercano y amigo íntimo del “Narigón”, Lemme visitó recientemente a Bilardo y compartió públicamente su experiencia en diálogo con el programa Súper Deportivo Radio, que se emite por Radio Villa Trinidad.
“Estuve el sábado con él. Merendamos, después vino la hija con los nietos. Siempre que llega la familia, me retiro. Pero lo sigo viendo bien dentro de su cuadro”, relató con honestidad Miguel Ángel.
Aunque la enfermedad deterioró significativamente la capacidad cognitiva del ex técnico campeón del mundo, Lemme sigue siendo un visitante frecuente. Su presencia, según cuenta, se sostiene más allá del reconocimiento. “No me reconoce. No reconoce a nadie”, confesó.
En esta línea, sumó: "Yo dije, hará más o menos dos años, año y medio, dije que cuando no me conozca no voy más. Pero es más fuerte que yo. Lo quiero tanto que quiero estar al lado de él, porque él tuvo un montón de gente para llevar y siempre me buscó a mí. Y ahora no lo voy a dejar ni loco. No le suelto la mano ni loco. Él no me la soltó a mí y yo ahora no se la suelto a él ni loco".
Lemme también explicó que su frecuencia de visitas se redujo a dos o tres veces por semana, por el impacto emocional que le genera ver a Bilardo en ese estado. “Me hace mal. Tomo un café, le hablo. A veces no hay respuesta, pero igual voy”.
Como parte de su ritual de cercanía, Lemme suele cantarle la canción “Es el equipo del Narigón”, una forma de conexión que, según relata, genera algún tipo de reacción afectiva. “Le canto, lo abrazo, lo beso. A veces me despido y me pregunta si ya me voy, aunque haya estado dormido”.
“A veces, me vuelvo llorando. Yo voy caminando, son 21 cuadras. Y hay muchas veces que me vengo re mal”, confesó Miguel Ángel con total sinceridad.
El testimonio cobra un valor especial al reflejar el lado humano de una figura que marcó una época en el fútbol argentino. En palabras cargadas de emoción, Lemme sintetizó lo que significa este lazo que persiste a pesar del deterioro: “Fue una conexión desde el ‘82 hasta ahora. Y más ahora no lo voy a dejar ni loco”.
