En Buenos Aires, los precios de los alquileres son una de las razones por las que los jóvenes retrasan cada vez más su independencia. En 2025, el sueño de tener una casa choca con un número que pesa más que las ganas: el monto. Un dos ambientes seguro, bien ubicado y en buenas condiciones ya promedia los $640.000 por mes. Y no estamos hablando de un lujo excéntrico, sino de algo tan básico como un lugar donde dormir, comer y, con suerte, invitar a alguien a tomar un café sin que la mesa esté al lado de la cama.
La ciudad late distinta para quien busca alquilar. Las calles de Palermo, Recoleta o Puerto Madero exhiben carteles que parecen competir por quién tiene el precio más alto, mientras en barrios como Flores o Mataderos todavía queda algún rincón donde la renta no devora el salario entero. Entre esos extremos, cientos de jóvenes profesionales, parejas recientes o recién llegados a la capital hacen malabares: calculan metros cuadrados, piensan en la cercanía al subte, sueñan con un balcón y terminan resignando metros, luz o ubicación.
En este mapa, Revista GENTE plantea tres panoramas en tres barrios distintos que dibujan las fronteras de lo posible: uno para quien quiere todo y puede pagarlo, otro para quien busca equilibrio entre vida social y presupuesto, y uno más para quien sabe que la tranquilidad también tiene su encanto, aunque implique alejarse del centro de la acción.
Puerto Madero: el espejo del lujo

En Puerto Madero, la ciudad se ve distinta. Las veredas son amplias, el río se adivina detrás de los diques y los edificios tienen más metros de vidrio que de ladrillo. Es en esta urbe donde un dos ambientes ronda el millón de pesos por mes, y no es raro que esté ubicado en una torre con pileta, gimnasio, seguridad 24 horas y hasta sala de reuniones para trabajar sin salir del edificio. No es un barrio que se recorra con prisa: los pasos son lentos, las calles limpias, las noches silenciosas.
Quien vive en Puerto Madero suele buscar más que un techo: quiere un refugio de la vorágine porteña, un lugar donde bajar las persianas y olvidarse del ruido. Para para eso necesita ingresos altos y es probable que la persona que elija vivir en esta zona esté vinculada a finanzas, tecnología o gerencias multinacionales y valore la privacidad tanto como la estética del departamento. Las compras se hacen en el supermercado gourmet del barrio, las cenas son en restaurantes con vista al río y el café de la mañana cuesta lo que en otros lados vale un almuerzo.
Pero Puerto Madero también tiene su magnetismo para quienes no viven allí: es escenario de running al amanecer, de atardeceres perfectos para fotos y de citas que se alargan entre luces cálidas y vino caro.
Palermo: el equilibrio entre vida y presupuesto

Palermo plantea otro escenario: el metro cuadrado no se mide solo en precio, sino en la cantidad de bares, cafeterías y restaurantes a menos de cinco cuadras. Un dos ambientes en este barrio se consigue entre $600.000 y $750.000, y la diferencia con Puerto Madero es la energía: Palermo late todo el día.
Por la mañana, las veredas se llenan de runners, mamás con cochecitos y jóvenes con notebook en mano rumbo a un coworking. Por la tarde, los parques se convierten en punto de encuentro y, de noche, el barrio se enciende. Palermo Soho y Hollywood son los epicentros: bares de autor, terrazas con DJs, boliches que abren a la medianoche y cierran cuando el sol ya está alto. Vivir en Palermo es aceptar que el ruido será parte del paisaje, pero también que la oferta cultural y gastronómica estará siempre a la vuelta de la esquina.
El inquilino típico de Palermo es joven, independiente y social. Puede ser un creativo freelance, una pareja sin hijos o alguien que valora no tener que manejar para salir de noche. El alquiler se lleva buena parte del sueldo, sí, pero se compensa con una vida social intensa. Y en un contexto donde trabajar desde casa es cada vez más común, la posibilidad de abrir la puerta y tener todo a mano pesa tanto como los metros cuadrados.
Flores: el refugio accesible

En Flores, la ciudad baja un cambio y los montos también: un dos ambientes seguro y bien mantenido puede costar entre $450.000 y $550.000, lo que para muchos significa la posibilidad de vivir solos sin que la mitad del sueldo se esfume el primer día del mes. Es un barrio con historia, con casas bajas que conviven con edificios nuevos, plazas que se llenan de familias los fines de semana y comercios de toda la vida.
La vida nocturna es más tranquila, centrada en bares de barrio y restaurantes familiares. Pero Flores tiene su encanto: buena conexión con el centro gracias al subte A, acceso rápido a autopistas y un aire de barrio donde los vecinos todavía se saludan. Para quienes priorizan seguridad, servicios y un precio más razonable, este es un destino lógico. No hay la intensidad de Palermo ni el lujo de Puerto Madero, pero sí una sensación de pertenencia y cotidianeidad que otros barrios ya perdieron.
En este escenario, quienes eligen vivir en Flores suelen ser docentes, trabajadores administrativos o jóvenes profesionales que prefieren ahorrar para viajar o estudiar antes que destinar todo a la renta. El barrio ofrece lo suficiente para una vida cómoda, sin lujos pero sin sobresaltos.
El salario joven y el sueño postergado

El problema no es solo cuánto cuestan los alquileres, sino cuánto se gana. El Salario Mínimo, Vital y Móvil en julio de 2025 está en $317.800 y subirá apenas en agosto. Un joven profesional, dependiendo del rubro, puede ganar entre $280.000 y $500.000, con promedios que rara vez superan los $400.000. Si a eso le sumamos expensas, servicios y comida, el margen para ahorrar desaparece.
Para muchos, vivir solos se volvió un lujo: no es que no quieran, es que los números no cierran. Compartir departamento, volver a la casa familiar o mudarse a zonas más lejanas son decisiones forzadas por un mercado que crece más rápido que los salarios. Y aunque los portales de avisos prometen “oportunidades únicas”, la realidad es que la mayoría se aleja del ideal de independencia.
La sensación general es la de correr una carrera que siempre tiene la meta más adelante. Ese “algún día” se estira y, mientras tanto, la vida se organiza como se puede: mates en la cocina compartida, reuniones en bares para no invadir el living del roomie, y la esperanza de que, en algún momento, los precios se acomoden.
Al final, buscar un dos ambientes en Buenos Aires es un ejercicio de realismo y deseo. La ciudad ofrece de todo, pero no a todos. Entre el lujo de Puerto Madero, la intensidad de Palermo y la calma de Flores, el mapa de opciones está marcado por un único denominador común: el precio. Y ahí, más que en las vistas, los metros o las amenities, se define quién puede y quién no cumplir el sueño de cerrar la puerta de su casa propia.
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