El hallazgo de un Chevrolet Onix blanco sin patente estacionado bajo un árbol en un descampado de San Antonio de Areco sacudió a la provincia de Buenos Aires y volvió a poner en primer plano el drama de la violencia de género. Dentro del vehículo estaban los cuerpos de Florencia Revah, de 31 años, y de su pareja, Esteban Alejandro Suárez, de 45, con domicilio en General Pacheco, Tigre.
Según adelantó el secretario de Seguridad local, Ramón Ojeda, la principal hipótesis es la de un femicidio seguido de suicidio. “Creemos que quiso prender fuego el vehículo, se arrepintió y se mató”, dijo el funcionario.
Los investigadores sospechan que Suárez atacó a Florencia en otra localidad, trasladó su cuerpo hasta el descampado y luego se disparó.
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Un vínculo marcado por la violencia
En medio de la investigación, los investigadores encontraron un dato tan revelador como aterrador: Florencia había denunciado a su pareja en dos oportunidades por violencia de género.
La primera denuncia databa del 26 de febrero de 2021, en una causa caratulada como lesiones leves agravadas por el vínculo.
La segunda, mucho más reciente, llevaba fecha del 24 de abril de 2025. En esa ocasión, Florencia había solicitado la prohibición de acercamiento, el cese de actos de perturbación y la exclusión del hogar, trámite que quedó en manos del Juzgado de Familia de Tigre.

Pese a esas medidas, la violencia no se detuvo. Según la declaración de su madre en la Fiscalía de Mercedes, Suárez había incumplido reiteradamente esas restricciones.
Quién era Florencia Revah
Lejos de los fríos expedientes judiciales, Florencia era una mujer trabajadora que, según recuerdan quienes la conocieron, intentaba rehacer su vida más allá de la relación conflictiva que mantenía con Suárez.
De acuerdo con un excompañero de trabajo, hasta hace unos años Florencia se había desempeñado en la venta de autos en un concesionario ubicado sobre la Avenida del Libertador, en la Ciudad de Buenos Aires.
Luego decidió cambiar de rumbo y comenzó a trabajar en la venta de ventiladores. Su pareja, en tanto, trabajaba en una casa de cambio.

La misma fuente aseguró que Florencia tenía una relación “muy complicada, marcada por la violencia”. “Suárez era un tipo muy celoso, la vigilaba constantemente y casi no la dejaba tener redes sociales. Creo que ella tuvo que inventarse una cuenta de incógnito, que él no supiera”, contó esa persona.
Florencia convivía con él hasta que decidió denunciarlo. A partir de ahí, Suárez debió mudarse a otra vivienda en Tigre, pero nunca dejó de hostigarla.
Un final que pudo evitarse
La secuencia que terminó con la vida de Florencia refleja un patrón tristemente repetido: mujeres que denuncian, medidas judiciales que no alcanzan y agresores que vuelven a atacar. Las señales de alerta estaban sobre la mesa, pero el final fue el peor.
Hoy, familiares y amigos la despiden recordándola como una mujer alegre, trabajadora y querida en su entorno. Su nombre se suma a la dolorosa lista de víctimas de la violencia machista que cada año enluta a la Argentina.
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