El asesinato de Virginia Franco, la psiquiatra de 68 años hallada sin vida en su casa de City Bell el pasado 15 de noviembre, sumó en las últimas horas un dato clave que reconfigura el eje de la investigación: el crimen habría sido desencadenado por un conflicto económico tan trivial como violento.
Según reconstruyeron los investigadores, el principal acusado, Javier Gustavo Echeverguren, discutió con la víctima por el pago de un trabajo de jardinería y ese cruce habría sido el detonante del ataque mortal.
Echeverguren, de 38 años, integraba un equipo de jardinería que realizaba tareas periódicas en la vivienda de Franco. No era un desconocido ni alguien que llegara por primera vez: hacía poco tiempo que el grupo había comenzado a trabajar allí, recomendado por el jardinero anterior.
En ese contexto, tras finalizar una tarea, el acusado le reclamó a la psiquiatra un pago de 50 mil pesos. Ella, sin embargo, se negó a abonarle ese monto y ofreció solo 10 mil, argumentando que el trabajo no estaba completo.

Ese intercambio, registrado en mensajes de WhatsApp que hoy forman parte del expediente, habría generado un fuerte resentimiento en el jardinero.
“Fue un homicidio absurdo”, deslizó una fuente de la investigación en diálogo con TN, al remarcar que el crimen no tuvo detrás un plan elaborado sino una reacción desmedida frente a un conflicto menor.
Virginia Franco fue encontrada muerta a golpes y con múltiples cortes en el cuello dentro de su casa. La autopsia determinó que falleció por un shock hipovolémico provocado por la lesión de vasos sanguíneos tras el uso de un arma blanca. Además, presentaba golpes en la cabeza y heridas en el mentón, los párpados, la muñeca y los dedos.
Las cámaras de seguridad fueron determinantes para ubicar a Echeverguren en la escena. Las imágenes lo muestran caminando hacia la vivienda con parte del rostro cubierto y, casi una hora más tarde, saliendo del lugar con una bicicleta y una mochila visiblemente más abultada. Ese registro coincidió con la franja horaria estimada por los peritos forenses para el momento del ataque.

En un primer momento, la investigación había apuntado a un conocido de la psiquiatra que la ayudaba con trámites financieros, pero esa hipótesis se descartó por inconsistencias.
La pista de los trabajadores de jardinería cobró fuerza cuando se confirmó que uno de ellos había estado recientemente en la casa y mantenía un conflicto previo con la víctima.
Días después del crimen, Echeverguren fue localizado en un asentamiento de Quilmes. Al momento de su detención, tenía en su poder un pasaje de colectivo con destino a Tucumán para ese mismo día y un teléfono celular que registraba comunicaciones con Franco.
Testigos aseguraron, además, que la bicicleta que llevaba pertenecía al difunto esposo de la psiquiatra. De la casa de la víctima faltaban joyas y su teléfono celular.
Tras el arresto, el fiscal Álvaro Garganta ordenó un allanamiento de urgencia en la vivienda del acusado, también ubicada en City Bell. Aunque el domicilio estaba deshabitado, la Policía secuestró una tijera de podar, una tenaza, una sierra de arco, un par de ojotas azules y dos pantalones oscuros Adidas, similares a los que vestía el sospechoso el día del crimen.
La Justicia imputó a Echeverguren por homicidio agravado criminis causa, una figura que contempla que el asesinato se habría cometido para ocultar otro delito, posiblemente un robo.
De confirmarse esta calificación, la pena en expectativa es prisión perpetua. Mientras tanto, el acusado permanece detenido a la espera de que se resuelva su situación procesal.
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