“Tenía 15 años. No me entra en la cabeza. Era bueno, jugaba en Excursionistas. Iba al colegio, tenía amigos. Era un pibe de 15 años”, dijo con la voz quebrada Javier Fernández Lima, el hermano mayor de Diego. Cuatro décadas pasaron desde que ese adolescente se despidió de su casa rumbo a lo de un amigo y nunca más regresó. Su historia quedó congelada en el tiempo… hasta ahora.
El pasado 20 de mayo, en medio de una obra en marcha en Coghlan, un grupo de operarios encontró restos humanos enterrados en un terreno ubicado al lado del chalet que ocupó Gustavo Cerati entre 2001 y 2003.
La conexión con el líder de Soda Stereo fue puramente circunstancial, pero le dio a este caso una resonancia inesperada. El verdadero foco, sin embargo, estaba en otra parte: ese cuerpo, sepultado hace años bajo tierra, era el de Diego Fernández Lima.

Este miércoles, y en medio de la conmoción general, el Club Atlético Excursionistas —donde Diego jugaba al momento de su desaparición— publicó un emotivo comunicado para despedirlo.
El comunicado del Club Atlético Excursionistas
“El Club Atlético Excursionistas expresa su estupor y tristeza por las noticias acerca de Diego Fernández Lima, quien fuera futbolista de nuestra institución al momento de su desaparición. Enviamos nuestras condolencias y un fuerte abrazo a toda su familia y deseamos que su alma finalmente pueda descansar en paz”, decía el escrito de la mencionada institución deportiva.
Pero el momento más sentido del mensaje llegó con las palabras citadas del histórico dirigente y socio vitalicio Daniel Viviani, quien, en los años 80, había dejado por escrito un recuerdo del joven desaparecido.

“Queremos recordar a uno de los chicos más queridos de este plantel que a mediados del año pasado desapareciera de su casa, me refiero a Diego Fernández Lima", comenzaba diciendo Viviani.
"Mi querido gallego, siempre te recordamos cada vez que nos reuníamos en el vestuario para salir a jugar un encuentro por el campeonato, o las finales. Se juntaban las manos y nuestro esfuerzo eran por dos cosas: por Excursionistas, por el gallego", añadió el dirigente en ese escrito.
Y cerraba: "Y también el grito del partido final cuando apretados en el vestuario al grito ‘¡Se siente, se siente, el gaita está presente!’. Alguna lágrima corrió por mi cara al recordar aquel nene que llevaba a Montevideo años atrás”.

La historia de Diego, de alguna manera, volvió a nacer. Su nombre regresó a los pasillos del club, al barrio, a las charlas entre hinchas. Ya no como una incógnita, sino como una despedida que tardó 40 años en llegar. En las redes, muchos excompañeros de equipo y vecinos de su familia recordaron su talento en la cancha, su calidez y su sonrisa de chico bueno.
La Justicia, por su parte, continúa investigando las circunstancias de su muerte, mientras su familia —devastada, sigue exigiendo que se esclarezca su caso. “Estamos mal. No entendemos nada”, dijo Javier, su hermano, en recientes declaraciones a la prensa. Su mamá, de 87 años, también intenta procesar lo ocurrido con su hijo: “Quiere saber la verdad”.
