"Acá hay vida", anuncia sin rodeos Adrian Sestelo, el coordinador del Laboratorio de Biotecnología Reproductiva del Ecoparque, mientras nos invita al corazón biotecnológico del predio.
Estamos en pleno barrio de Palermo, a unos cientos de metros de la concurrida Avenida Las Heras por la que circulan la línea del 60 y del 118, y en las mismas 17,7 hectáreas en las que hay nutrias gigantes buceando y tortugas tomando sol sobre un tronco de árbol caído. Sin embargo, entre estas blancas paredes el tiempo y el espacio parecen detenerse.

Nos adentramos con curiosidad al "banco de recursos genéticos" y pronto descubriremos que en pocos metros cuadrados hay variedad de climas (de tanques de nitrógeno líquido a -196 °C a una estufa con dióxido de carbono a 38°C que genera la atmósfera necesaria para que crezcan células).
¡Y eso no es todo! Los números que se sintetizan en una pizarra escrita a mano con marcadores de colores impresionan: el biobanco cuenta con 9.556 muestras de 847 individuos de 126 especies. Todo catalogado, y todo con destino conservacionista.

"No van a encontrar un laboratorio como este en toda Latinoamérica"
Asegura Sestelo y no lo dice en vano: el banco de recursos genéticos que se encuentra dentro del Hospital Veterinario de Fauna Silvestre del Ecoparque guarda un plan B, C y D para cuando el monte, el río o la cordillera no alcancen. Y no es una promesa futurista: es trabajo de hoy.


"Hace poco la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) -que son los principales observacionistas a nivel global, los que arman las listas rojas de extinción-, creó por primera vez un Grupo de Especialistas en Biobancos para la Conservación Animal. Ahí están convocados los directores de San Diego, Londres, Australia, Berlín… y yo soy el único latinoamericano convocado por la importancia que le dan a nuestro biobanco", sintetiza.
Un legado global
Sestelo gira sobre sus talones, saca una llave de su bolsillo y abre una puerta. Del otro lado está lo que muchos dirían es el verdadero tesoro del Ecoparque.

"Acá hay espermatozoides, ovocitos, embriones, tejidos testiculares y ováricos, células somáticas y células madre, y todo eso está vivo. Con los mismos podés hacer inseminación artificial, fecundación in vitro, transferencia embrionaria y, sí, también clonación", lanza sorprendiendo a la periodista y al fotógrafo de GENTE.
El concepto es simple y poderoso: criopreservar diversidad. El banco funciona como una póliza de seguro frente a la pérdida de hábitat, el atropello, la caza o el tráfico ilegal.

Pocos lugares del país concentran tanta tecnología aplicada a la vida futura como este banco. "Acá hay material de treinta años. Muchos de estos individuos murieron, pero su diversidad sigue en los tanques. Es un legado concreto para las próximas generaciones", dice y profundiza en el concepto del rescate genético: "Cuando un ejemplar silvestre muere, como un felino o un ciervo, todavía hay una ventana en la que se pueden recuperar espermatozoides, óvulos, células o gametos, y congelarlos. En esos casos, el individuo deja de existir, pero su variabilidad genética queda disponible para inseminación, fecundación in vitro o futuras transferencias de embriones".
"Mientras carguemos nitrógeno, ese material no se muere. Es más, puede vivir cientos de años", explica antes de confesarnos que él -particularmente- tiene "una manía con el nivel de nitrógeno".

Luego, da un vistazo alrededor, y lanza una frase que queda resonando en el recinto: "En esta sala hay miles de años de oportunidades para la fauna silvestre argentina".
"Lo que vemos en estos tanques permite, llegado el caso y con el rigor científico debido, devolver diversidad genética a la naturaleza", resume antes de invitarnos a seguir descubriendo los secretos del magnífico laboratorio.
El biobanco está haciendo historia
Mientras se coloca su guardapolvo blanco para acceder a la zona más estéril del recinto, nos deja claro que el laboratorio no es una vitrina, sino que es un taller.
"En 2003 acá logramos los primeros nacimientos de una especie silvestre en Latinoamérica usando semen congelado con técnicas de sincronización y laparoscopía", comenta Adrian con naturalidad sobre un hito que alcanzaron como parte de un programa de reproducción asistida bajo criterios de bienestar animal.

También hicieron las primeras laparoscopías en guepardo del país y lograron algo sin precedentes con células madre que hoy circula en congresos. Así lo cuenta: "Hace muy poquito un águila coronada llegó con un ala que iban a amputar. Aplicamos varios millones de células madre por sesión y el hueso, el músculo, la piel y las plumas se regeneraron. Ese individuo no sólo volvió a volar, sino que hoy integra la primera pareja reproductora de águila coronada de nuestro programa".
No es la única historia inédita. "En 2021 se hizo acá una reconstrucción de pico en un águila coronada. No había antecedentes mundiales en rapaces. Se rehabilitó y se liberó". Sí, esa águila volvió a surcar los cielos y fue por ellos.
Además, sus acciones se ven plasmadas en las vidas de los animales del Ecoparque a diario. Con una gota de sangre, por ejemplo, determinan el sexo de guacamayos o águilas y de eso depende su alimentación. "Es que si criás una hembra con curva de peso de macho, o al revés, la condenás a problemas de salud y reproducción", ilustra mientras nos señala otra entrada y nos invita a pasar al siguiente recinto (uno muy caluroso).
La cocina de la vida
Sobre una mesa, una campana de bioseguridad crea un microambiente estéril; al lado, una estufa con dióxido de carbono y oxígeno regula gases como si fuera un útero; y en otra estufa, con cámaras independientes, se cultivan embriones en medios que el equipo formula para cada especie.
"Esto es lo que ves en un centro de reproducción humana, pero acá se aplica a la fauna silvestre", describe Sestelo.

"En fauna silvestre no existen, como en humanos o ganadería, ‘kits’ comerciales para cada especie. Hay que desarrollar todo: medios de maduración de óvulos, protocolos de fertilización, condiciones de cultivo embrionario. Por eso usamos especies modelo -gato doméstico, por ejemplo- para ajustar técnicas que después transferimos a felinos silvestres", cuenta sobre el trabajo artesanal y a conciencia que realizan.
"Así nacen protocolos que, el día que aparece un gato montés atropellado, permiten madurar sus ovocitos, fecundarlos con semen del banco y vitrificar embriones de la especie con el pedigrí de nuestra fauna", relata sobre un proceso que muchos no saben que se realiza desde hace años dentro del Ecoparque.

Aunque sólo son dos personas en el núcleo del laboratorio, su clave es trabajar en red con universidades e institutos líderes en cada técnica. "Y lo bueno es que las personas con las que lo hacemos se entusiasman, porque por un rato pueden dejar de hacer células madre para caballos o humanos y las aplican a fauna silvestre", detalla con una sonrisa cómplice.

"Acá no se 'prueba por probar'' porque en fauna hay pocos individuos y muchas veces vienen de rescate. Así que todo está atravesado por el bienestar animal: sincronizás, inseminás, esperás. No capturás de nuevo para 'ver cómo va', y eso está bien, porque la ciencia es buena cuando no daña", proclama con respecto a sus estándares.
Por el mismo motivo, buena parte de los procedimientos de manejo clínico en el Ecoparque se entrenan con refuerzo positivo: que un tapir dé la cola para extraer sangre, que un felino entre por voluntad a una caja, que un cóndor tolere una toma radiográfica sin anestesia. Menos estrés, más salud.
Clonar para conservar, no para exhibir
La palabra "clonación" suele encender fantasías. Acá la bajan a tierra y la tratan con pinzas. "Clonación no es una varita mágica ni un atajo. Es una herramienta más del menú biotecnológico", describe.
"Nosotros hicimos desarrollo de clonación en grandes felinos -guepardos, tigres, yaguaretés- hasta estadios tempranos. Llegamos hasta el punto de saber que 'ahí adentro había un clon'. Pero después lo dejamos de desarrollar", comparte.
"Honestamente, no buscamos ni nos interesa clonar por espectacularidad. Nosotros sólo queremos demostrar que el método funciona con nuestro material, nuestras condiciones y las especies que nos interesan. Y si el día de mañana un plan de conservación lo justifica y la autoridad científica lo aprueba, el saber hacer ya está", afirma Sestelo dejando en claro que la tecnología ya está a punto.

"Nosotros consideramos que la clonación no es la solución para la biodiversidad, sino una herramienta más. Hoy el corazón del trabajo es preservar diversidad y mejorar el manejo reproductivo de poblaciones reales", subraya el especialista, que lleva más de treinta años trabajando en el Ecoparque (antes conocido como el Zoo de Palermo).
Luego, tras una breve pausa, suma: "Clonar por clonar no conserva. Antes de dar el siguiente paso en una especie amenazada, se requiere bienestar animal garantizado y una justificación biológica sólida. Acá no hacemos ciencia a cualquier costo. Conservar es tener material viable, formar parejas sanas, planear liberaciones y devolver individuos al ambiente con el mayor éxito posible".

Mientras leés esta nota, ellos siguen trabajando
"Nosotros no pretendemos ser los mejores en todo, pero sí los más capaces para trabajar con fauna silvestre”, confiesa antes de despedirnos.
Afuera, el ruido del Ecoparque vuelve a colarse: familias charlando, chicos mirando flamencos rosados, maras caminando por doquier y un tapir que se zambulle. Adentro, la quietud del nitrógeno. Vida en pausa. Esperanza. Y una certeza cada vez más nítida: el verdadero tesoro del Ecoparque tal vez no ruge ni aletea, pero late -en silencio- a -196 °C.
Fotos: Diego García
Agradecemos a Federico Ricciardi y a María José Catanzariti
