Yiya Murano: cómo está hoy la casa de le envenenadora de Monserrat y qué pasó con la vajilla con que mataba a sus víctimas – GENTE Online
 

Yiya Murano: cómo está hoy la casa de le envenenadora de Monserrat y qué pasó con la vajilla con que engañaba a sus víctimas

Escalofriante: Martín Murano, el hijo de Yiya, recordó el día en que su madre intentó envenenarlo
Cincuenta años después del crimen que paralizó al país, las tazas con las que sirvía al arsénico volvieron a escena. ¿Dónde está hoy ese juego de porcelana inglesa?
Redacción Gente
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El edificio de la calle Hipólito Yrigoyen 2150 parece uno más de los que sobreviven en el centro porteño, con su fachada gris y sus balcones que asoman a la avenida. Pero ahí, hace medio siglo, el veneno se sirvió con guantes blancos. Detrás de esa puerta, María de las Mercedes Bernardina Bolla Aponte de Murano —Yiya para todos— ofrecía a sus amigas una taza de té tan perfumada como letal. La mujer de los tapados de visón y los modales suaves escondía bajo el mantel de lino la dosis exacta de arsénico.

Era 1979. En un país que se maquillaba para no ver el horror, Yiya supo moverse entre el té y el veneno con la misma naturalidad con que otras tomaban misa. No gritaba, no huía, no dejaba rastros. Las víctimas eran mujeres como ella: conocidas, amigas, confidentes de barrio que le habían prestado dinero. Murano las invitaba a merendar, servía el té con una sonrisa, y poco después la fiebre, los vómitos y el silencio hacían el resto.

En su departamento, cada detalle parecía pensado para el encanto: el mantel bordado, el olor a jazmín, la música clásica en un tocadiscos Grundig. Pero entre las flores y las tacitas inglesas se escondía un laboratorio doméstico del horror. La dosis exacta, la calma. La elegancia como método. El crimen como ceremonia.

La policía encontró tres muertes consecutivas, todas con el mismo té, la misma anfitriona, el mismo silencio. Cuando la descubrieron, Yiya no se descompuso: dijo que era una confusión, que su juego de té no tenía nada que ver, que sus amigas eran frágiles. La envenenadora se convirtió así en mito: una femme fatal de barrio sur, capaz de transformar el té de las cinco en una trampa mortal.

El juego de porcelana que nadie quiso tocar

Yiya Murano, hijo Martín
EL hijo de Yiya, Martín, subastó el juego de té de su madre.

Durante décadas, el juego de té permaneció guardado. Seis tazas, una tetera, una azucarera y una jarrita para la leche. Porcelana inglesa, color crema con ribetes dorados. “Nadie quiso tocarlo, ni para limpiarlo”, contó Martín Murano, su hijo, en una entrevista. Él mismo lo encontró años después, envuelto en papel madera dentro de una caja. “Ni un té tomé en eso ni quiero hacerlo”, dijo.

Martín heredó algo más que un apellido difícil de pronunciar. Heredó el eco de una historia que lo marcó desde chico: su madre presa, su nombre en los diarios, los periodistas tocando timbre. Con el tiempo decidió hacer algo con eso. En 2023 anunció que subastaría el juego de té con el que su madre envenenó a sus amigas. No por dinero —aclaró—, sino con fines benéficos. Lo recaudado, unos 12 000 dólares, sería donado a un refugio de animales de Mar del Plata.

“Es la manera de cerrar una historia. Convertir el dolor en algo que sirva”, explicó entonces. La noticia recorrió el mundo: el té mortal de Yiya Murano, convertido en objeto de culto. Algunos pujarían por morbo, otros por fascinación. Pero el valor real del juego era otro: la carga invisible de esas porcelanas que alguna vez perfumaron la muerte.

En los remates online se habló de autenticidad, de procedencia, de certificación. Hubo quienes quisieron exhibirlo, otros que propusieron llevarlo a un museo del crimen argentino. Martín, sin embargo, lo entregó sin mirar atrás. Dijo que prefería que el dinero ayudara a los vivos antes que seguir cargando el peso de los muertos.

La dama del arsénico y el mito que no muere

SERIE YIYA MURANO
Imágenes del set donde se rodó la serie de la envenenadora de Monserrat.

Yiya Murano murió en 2014, a los 83 años, en el anonimato. En los últimos años de su vida daba entrevistas a los canales de televisión, con su pelo blanco perfectamente peinado y esa sonrisa que no se borraba. Decía que era inocente, que todo había sido una conspiración. Su tono suave y su voz pausada desconcertaban a los cronistas: parecía una abuela amable, hasta que se mencionaba el té. Entonces el silencio caía como un mantel húmedo.

Con los años, Yiya se volvió parte de la cultura popular argentina. Apareció en obras de teatro, documentales, canciones y hasta memes. Fue interpretada por Leonor Manso y por Cecilia Rossetto. En redes, su historia volvió a circular cada cierto tiempo, como si el país necesitara recordar que el mal también puede tener perfume de rosas.

El edificio de Monserrat sigue igual: persianas cerradas, olor a humedad, ecos del pasado. Algunos vecinos aseguran que en las madrugadas se escucha el timbre sonar solo. Otros dicen que es una leyenda. Pero nadie olvida que ahí, donde hoy funciona un estudio contable, se sirvió el té más famoso —y letal— de la historia argentina.

La serie “Yiya”: del mito al rodaje que reescribe el veneno

SERIE YIYA MURANO
En la ficción de Flow, Julieta Zylberberg y Cristina Banegas se pondrán en el papel de Yiya en diferetnes edades.

Hace poco, la ficción se apoderó del veneno de Yiya Murano para llevarlo a la pantalla chica. La nueva miniserie, que se verá por Flow, ya presentó sus primeras imágenes y prometió una mirada renovada sobre la vida de la envenenadora de Monserrat.

La producción constará de cinco episodios de treinta minutos cada uno, acompañados por un especial documental que pondrá en diálogo la versión dramática con testimonios reales del caso. En el elenco destacan Julieta Zylberberg (interpretando a Yiya en su juventud) y Cristina Banegas (en su vejez), mientras que Pablo Rago encarna al periodista que persigue la verdad detrás de la historia.

Uno de los puntos más comentados fue la reacción de Martín Murano, hijo de Yiya: él asegura haberse enterado tarde del proyecto y envió una carta documento reclamando participación o al menos derecho de palabra.  Según él, autorizó el proyecto solo después de que ya estaba en producción. 

Lo que no se divulgará será un simple relato policial: la serie promete explorar los ambientes íntimos —el departamento, las porcelanas, los almuerzos— así como la tensión entre la versión pública y el enigma personal detrás del mito.



 
 

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