Durante las décadas de 1970 y 1980, el mercado de los autos de lujo vivía una transformación marcada por avances tecnológicos, nuevas expectativas de diseño y una competencia feroz por captar la atención de clientes cada vez más exigentes. En ese contexto, Aston Martin apostó por un modelo que combinara lujo, exclusividad y tecnología futurista. Así nació el Aston Martin Lagonda, uno de los modelos más controvertidos y singulares de la marca británica.

El proyecto del Lagonda apareció en un momento complejo para la compañía. Desde su fundación en 1914, Aston Martin había atravesado períodos de éxito y también de inestabilidad financiera. Su época más sólida comenzó en 1947, cuando fue adquirida por Sir David Brown. Casi en simultáneo, Brown también se hizo con la histórica firma Lagonda, conocida por sus vehículos de lujo y por haber contado entre sus ingenieros con W.O. Bentley, el fundador de la marca que lleva su apellido.
Esa etapa marcó el nacimiento de modelos emblemáticos como la serie DB, y el punto más alto de visibilidad internacional se dio en 1964, cuando el DB5 apareció en la película Goldfinger, protagonizada por James Bond. Esa conexión con el cine proyectó a Aston Martin como símbolo de sofisticación británica.
Sin embargo, la popularidad no se tradujo en estabilidad financiera. Tras la era de David Brown, Aston Martin cambió varias veces de dueños y hacia mediados de los años 70 se enfrentaba a la necesidad urgente de reinventarse. La estrategia fue relanzar la marca Lagonda con un modelo que se diferenciara por completo del resto de su catálogo. El objetivo era ofrecer un sedán de lujo con una estética totalmente moderna y tecnologías avanzadas, destinado a un público exclusivo.

El Aston Martin Lagonda fue presentado en 1976 con un diseño que rompía por completo con las líneas tradicionales de la marca. El responsable fue William Towns, quien imaginó un sedán de aspecto bajo, largo y anguloso, sin curvas suaves ni concesiones a lo clásico. Su silueta recordaba más a una nave espacial que a un sedán británico. En una época dominada por las formas redondeadas, su perfil rectilíneo y su presencia imponente resultaban impactantes.
En su interior, el Lagonda incorporaba elementos que lo colocaban por delante de su tiempo. Fue uno de los primeros autos del mundo en contar con una computadora de a bordo y un tablero de instrumentos completamente digital, equipado inicialmente con pantallas LED. También ofrecía materiales de alta gama en el habitáculo, un nivel de confort comparable al de modelos como el Rolls-Royce Silver Spirit o el Bentley Mulsanne, y un precio que superaba los 150.000 dólares, lo que lo convertía en uno de los autos más costosos de su época.
A pesar del enfoque innovador, el desempeño tecnológico no estuvo a la altura de las expectativas. Muchos de los sistemas implementados eran todavía experimentales y sufrían fallas frecuentes. La computadora a bordo era inestable, el instrumental se desconfiguraba o dejaba de funcionar, y el mantenimiento resultaba tan costoso como complejo. En los años siguientes, Aston Martin reemplazó las pantallas LED por tubos de rayos catódicos, similares a los de los televisores de la época, pero estos también presentaban dificultades de visibilidad y confiabilidad.

El motor V8 de 5.3 litros, compartido con otros modelos de la marca, ofrecía buenas prestaciones, pero el consumo de combustible era muy elevado. En 1986, con la llegada de la Serie 3, se incorporó un sistema de inyección electrónica que mejoraba levemente la eficiencia, aunque sin grandes cambios en la experiencia general.
Entre 1976 y 1990, se fabricaron 645 unidades del Lagonda, muchas de las cuales fueron adquiridas por clientes del Medio Oriente, atraídos por su tamaño, su estética futurista y su exclusividad. También se produjeron algunas variantes especiales, como limusinas y rurales, adaptadas a pedido.
Con el tiempo, el Lagonda fue ganando un lugar ambiguo en la historia del automóvil. Si bien fue criticado por su falta de fiabilidad y sus problemas técnicos, también fue valorado por su audacia y su carácter único. En 2010, la revista Time lo incluyó en una lista de los autos más fallidos de todos los tiempos, señalando sus numerosos errores de ingeniería. Sin embargo, entre los coleccionistas, su rareza y su diseño lo convirtieron en una pieza codiciada. Hoy, los ejemplares bien conservados son valorados tanto por su condición de auto de culto como por representar una etapa particular en la evolución del diseño automotor.
En retrospectiva, el Aston Martin Lagonda fue un proyecto ambicioso que buscó unir exclusividad, vanguardia y lujo en un solo producto. Su legado no reside en cifras de ventas ni en récords de velocidad, sino en su papel como exponente de una época de transición. Fue una apuesta por el futuro que se adelantó a las capacidades tecnológicas de su tiempo y que, pese a sus limitaciones, logró dejar una huella singular en la historia de la marca.
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