En la década del ‘60, Ford escribió una de las páginas más legendarias del automovilismo con el GT40, aquel deportivo nacido como respuesta a Ferrari y que acabó imponiéndose en las 24 Horas de Le Mans con cuatro victorias consecutivas entre 1966 y 1969. Entre ellas, la de 1967 con el GT40 Mk IV, un prototipo que se convirtió en mito tras dominar en La Sarthe.
Décadas más tarde, la marca recuperó esa herencia con el Ford GT moderno, presentado en 2016 como un homenaje por los 50 años del triunfo en Le Mans. Ese modelo permaneció en producción hasta 2022 y sirvió de base para múltiples ediciones especiales.
Hoy, ese linaje llega a su capítulo final con el Ford GT Mk IV, un superdeportivo radical destinado exclusivamente a los track days, que no solo honra al GT40 original, sino que además lleva sus prestaciones a un nivel imposible de homologar para la calle o para un reglamento de competición.
Ford encargó la construcción del GT Mk IV a Multimatic Motorsport, el socio canadiense que ya se había encargado de fabricar las unidades del Ford GT de producción (2016-2022) y que también desarrolla chasis de competición como los del Porsche 963 LMDh.
El Mk IV se produce en series reducidas dado que cada ejemplar se construye a mano. La tercera y última tanda ya está en marcha, lo que significa que quedan muy pocas unidades por entregar. En total, la marca había anunciado una tirada limitada a 67 ejemplares, aunque versiones recientes sugieren que podrían superarse esas cifras mínimamente debido a la alta demanda.
La principal diferencia respecto al Ford GT de calle y de competición está en el motor. Mientras la versión estándar utilizaba un V6 biturbo EcoBoost de 3.5 litros y 656 caballos, el Mk IV incorpora un V6 EcoBoost de 3.8 litros, desarrollado junto a Roush Yates, el preparador de motores vinculado a Ford en NASCAR.
El resultado es una potencia de 820 caballos, gestionados por una caja manual de seis velocidades especialmente desarrollada. El planteo es radical: ofrecer a un piloto aficionado -el clásico gentleman driver- un nivel de prestaciones que incluso supera al de los Ford GT de carrera.
La carrocería del Mk IV también recibió una profunda revisión aerodinámica. A 240 km/h, el auto genera 1.180 kilos de carga, lo que le permite alcanzar hasta 3G en curva. Son valores que lo ubican por encima de los autos oficiales que dominaron la categoría GTD en Le Mans y en IMSA.
Estas cifras no solo hablan de velocidad, sino también de control: el Mk IV fue concebido para ofrecer un comportamiento de superdeportivo puro, sin las limitaciones impuestas por los reglamentos.
Más allá del auto, Ford diseñó una experiencia completa para los propietarios. La mayoría de las unidades ya tienen dueño y, a cambio de los 1,7 millones de dólares que cuesta el vehículo, los compradores acceden a un paquete exclusivo que incluye pruebas privadas en circuito, cursos con pilotos profesionales y asistencia técnica directa de fábrica.
La idea es simple: no se trata solo de poseer un auto de colección, sino de usarlo en pista y experimentar un nivel de rendimiento reservado hasta ahora a la competición.
