El Phantom, el modelo más emblemático de Rolls-Royce, cumple en 2025 su primer centenario. A lo largo de ocho generaciones, no solo ha sido sinónimo de lujo extremo y artesanía británica, sino también un ícono cultural ligado a la música. Desde los días dorados de Hollywood hasta la era del hip-hop, Phantom fue el vehículo de elección de artistas que marcaron generaciones y redefinieron la industria.

La relación de Rolls-Royce con la música nació casi al mismo tiempo que la industria discográfica. Duke Ellington, Fred Astaire, Count Basie, Ravi Shankar, Edith Piaf o Sam Cooke viajaron en Rolls-Royce, reconociendo en la marca el símbolo máximo de éxito y sofisticación. Con los años, productores como Brian Epstein, Berry Gordy y Ahmet Ertegun también consolidaron la tradición de que un Phantom era parte del “trono” de un verdadero music mogul.
En 1930, la llegada de Marlene Dietrich a Hollywood fue acompañada de un regalo inolvidable: un Phantom I verde, obsequio de Paramount Studios. La actriz lo utilizó incluso en la película Morocco, que le valió su primera nominación al Oscar.
A comienzos de los ’60, Elvis Presley adquirió un Phantom V azul medianoche, cargado de detalles hechos a medida: un micrófono para improvisar, un espejo y hasta un cepillo de ropa. La anécdota hogareña llegó cuando la pintura espejada atrajo a las gallinas de su madre, que picoteaban la carrocería. El auto debió ser repintado en un azul más claro.
En 1964, John Lennon encargó un Phantom V negro total, con televisión, minibar y frigorífico. Tres años más tarde lo transformó por completo: carrocería amarilla cubierta de formas psicodélicas, flores y símbolos astrológicos. Su aparición en Londres en plena Summer of Love desató la polémica: para los jóvenes era libertad, para los mayores, un sacrilegio. Décadas después, el auto se subastó en más de dos millones de dólares, un récord en memorabilia rockera.

El músico también tuvo otro Phantom V blanco, reflejo de su etapa minimalista junto a Yoko Ono y del espíritu del White Album. Con tocadiscos, teléfono y televisor, se convirtió en parte de la estética “total white” de Lennon y apareció en películas como Let It Be y Performance.
El pianista Liberace, ícono de Las Vegas en los ’50 y ’60, llevó la extravagancia a otro nivel con un Phantom V recubierto de espejos. El auto formaba parte de sus shows y más tarde apareció en la película Behind the Candelabra, protagonizada por Michael Douglas.
Inspirado por Liberace, Elton John convirtió a Phantom en compañero de giras y símbolo de estilo. Llegó a comprar un Phantom directamente desde la ruta hacia un concierto en Manchester, y lo equipó con televisión, video y hasta fax. Pero su obsesión era la música: instaló un sistema de sonido tan potente que obligó a reforzar la luneta.
También encargó un Phantom bicolor rosa y blanco que terminó regalando a su percusionista Ray Cooper como pago tras una gira por la URSS. Años después, el mismo coche transportó a un joven Damon Albarn, quien décadas más tarde grabaría con Elton el tema The Pink Phantom.

El baterista de The Who, Keith Moon, quedó inmortalizado en la historia del rock por la leyenda de haber hundido un Rolls-Royce en la piscina de un hotel en Michigan durante su cumpleaños 21. Aunque las versiones difieren, el mito fue tan poderoso que Rolls-Royce decidió recrearlo en 2023 sumergiendo una carrocería Phantom en un lido Art Decó de Plymouth, lugar ligado a una célebre foto de los Beatles.
Desde que Rolls-Royce instaló su producción en Goodwood en 2003, el Phantom recuperó protagonismo cultural. El hip-hop, en pleno auge global, convirtió al nombre de la marca en el más mencionado en letras de canciones para 2016. El video de Drop It Like It’s Hot de Snoop Dogg y Pharrell en 2004, la aparición de 50 Cent en Entourage con un Phantom Drophead, o la mención de Lil Wayne en Tha Carter II consolidaron al modelo como un símbolo de éxito contemporáneo.
Además, el Starlight Headliner (el techo iluminado con fibra óptica) se transformó en un ícono cultural por sí mismo, inmortalizado en letras que hablan de “stars in the roof”.
En cada década, Phantom fue más que un auto: fue un lienzo de expresión personal, un escenario rodante y un símbolo de estatus. A un siglo de su lanzamiento, mantiene intacta la capacidad de atraer a los creadores más influyentes de cada generación. En la historia de la música moderna, el Phantom no solo acompañó a sus protagonistas: también se convirtió en parte de la obra.


