El auto que soñó luchar contra la crisis del petróleo y terminó en El Vengador del Futuro – GENTE Online
 

El auto que soñó luchar contra la crisis del petróleo y terminó en El Vengador del Futuro

UrbaCar
El UrbaCar prometía movilidad urbana por apenas 1.400 dólares. Esta es la historia del pequeño auto casero que quiso cambiar el mundo desde un garaje.
Autos y Motos
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En plena crisis del petróleo de los años ’70, cuando las colas en las estaciones de servicio parecían interminables y el fantasma de la escasez energética recorría Estados Unidos, un pequeño auto de diseño casero irrumpió como una solución alternativa. El UrbaCar, una creación de los estadounidenses Robert Q. Riley y David L. Carey, fue presentado como una posible salida frente a la dependencia del crudo importado. Aunque no llegó a producción masiva, dejó una huella en la cultura popular y terminó encontrando su lugar en Hollywood.

UrbaCar
El UrbaCar, con su carrocería de fibra de vidrio, fue diseñado para el uso urbano. Foto: Kahn Media (Kahn Media).

La historia comienza en 1973, el mismo año en que el embargo petrolero por parte de la OPEP puso en jaque al estilo de vida norteamericano basado en el automóvil. Desde su taller en Quincy, Arizona, Riley y Carey –bajo la firma Quincy-Lynn Enterprises– diseñaron un vehículo minimalista, accesible y, sobre todo, construible en casa. El objetivo era claro: ofrecer una alternativa económica y de bajo consumo que permitiera circular por la ciudad sin recurrir a los modelos tradicionales.

Originalmente, la propuesta fue presentada a la revista Mecánica Popular, que la rechazó por considerarla demasiado compleja para sus lectores. Sin embargo, encontró terreno fértil en Mecánica Ilustrada, una publicación más afín a los proyectos “hazlo tú mismo”. A partir de allí, comenzó una colaboración que se extendería por más de una década, con el UrbaCar como primer protagonista de una saga que incluyó desde triciclos eléctricos hasta hovercrafts experimentales.

El UrbaCar fue concebido como un vehículo urbano de bajo costo. Por un precio estimado de 1.400 dólares, cualquier persona podía adquirir un kit o un plano detallado para construirlo en su propio garaje. El proceso prometía completarse en unas 30 horas y requería materiales simples: tubos de acero cuadrados, espuma de poliestireno, carrocería de fibra de vidrio, y un motor Kohler de 16 caballos, similar al que se utiliza en maquinaria agrícola o cortadoras de césped.

UrbaCar
Los planos prometían armar el vehículo en 30 horas dentro del garaje del usuario. Foto: Kahn Media (Kahn Media).

El diseño era inusual pero funcional. Con una disposición de motor trasero y tracción trasera, el coche ofrecía una transmisión continua variable (CVT) y reversa mediante un motor de arranque de origen Ford. A pesar de su escasa potencia, el bajo peso del vehículo (unos 650 kilogramos) le otorgaba una relación peso-potencia similar a la de un Volkswagen Beetle, lo que lo hacía perfectamente utilizable para trayectos urbanos.

En cuanto a confort, el UrbaCar incorporaba soluciones técnicas innovadoras para su época. Un subchasis de goma ayudaba a reducir las vibraciones del motor, y el uso de una correa dentada en lugar de una cadena contribuía al aislamiento del tren motriz. Todo esto configuraba un conjunto que, si bien alejado de los estándares tradicionales de diseño automotriz, respondía con eficacia a las necesidades para las que fue concebido.

UrbaCar
La simplicidad técnica del UrbaCar contrastaba con la complejidad de los autos tradicionales. Foto: Kahn Media (Kahn Media).

A pesar del entusiasmo inicial, la producción se limitó a un único prototipo funcional y alrededor de 20 kits vendidos. La abrupta caída del precio del petróleo hacia mediados de los años ’70 redujo el interés del público en soluciones alternativas. Sin embargo, los planos se siguieron vendiendo a lo largo del tiempo, captando la atención de un público específico: aficionados al bricolaje, diseñadores industriales, y entusiastas de los vehículos experimentales.

Años más tarde, el UrbaCar y otros diseños de Quincy-Lynn encontrarían un inesperado protagonismo en la pantalla grande. En 1990, varios modelos Urba –incluyendo el Centurion, el Tri-Muter, el Town-Car, el Phoenix, el Boonie Bug y el propio UrbaCar– fueron utilizados en la película El Vengador del Futuro, protagonizada por Arnold Schwarzenegger. Su diseño no convencional y su estética entre retro y futurista los convirtió en la elección ideal para representar los vehículos de una civilización marciana del futuro.

UrbaCar
Con un motor Kohler de 16 CV, el vehículo alcanzaba hasta 60 km/h y pesaba apenas 650 kilos. Foto: Kahn Media (Kahn Media).

Lejos de ser un simple capricho de diseño, el UrbaCar encarnaba una visión alternativa del transporte urbano. En un contexto donde las grandes automotrices apostaban por vehículos cada vez más grandes y complejos, este pequeño biplaza proponía una vuelta a lo esencial. Más que un auto, fue una declaración de principios.

Hoy, más de medio siglo después, la firma Quincy-Lynn Enterprises sigue activa. Robert Q. Riley ofrece a través de su sitio web (RQ-Riley.com) los planos originales del UrbaCar, así como de otros vehículos conceptuales que buscan un equilibrio entre eficiencia, sostenibilidad y bajo costo. Aunque los tiempos y las tecnologías han cambiado, la idea de construir un auto propio, adaptado a las necesidades del usuario y libre de ataduras industriales, conserva una vigencia insospechada.

En perspectiva, el UrbaCar fue más que una rareza automotriz. Fue testigo de una época convulsa, reflejo de una sociedad en transformación, y precursor de un modelo de movilidad que hoy vuelve a cobrar relevancia: liviano, económico, eléctrico y personalizable. Tal vez por eso, en pleno siglo XXI, su legado todavía fascina a quienes sueñan con un futuro más simple, aunque no menos audaz.



 
 

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