En 2002, Lexus presentó un prototipo fuera de lo común. No se trataba de un modelo de producción ni de un ejercicio de diseño pensado para exhibir en los concesionarios. Fue el automóvil creado para acompañar a Tom Cruise en la película Minority Report, dirigida por Steven Spielberg y ambientada en el año 2054.

El coche debutó públicamente en el Salón Internacional del Automóvil de Birmingham, aunque desde el primer momento quedó claro que no estaba destinado a llegar al mercado. Su finalidad era servir como pieza narrativa y estética dentro de la película, un ejemplo de cómo la ciencia ficción puede anticipar soluciones de movilidad.
La colaboración entre Lexus y Spielberg surgió de manera natural. El director conducía un Lexus RX300 y pensó que la marca japonesa propiedad de Toyota podía ser el socio ideal para imaginar la movilidad de dentro de cincuenta años.
La propuesta fue clara: diseñar un vehículo que encajara en un entorno urbano dominado por la inteligencia artificial y el control automatizado, pero que al mismo tiempo pudiera funcionar como un automóvil deportivo convencional para las escenas en carretera. De ese desafío nació un coupé que combinaba líneas radicales con tecnologías que, en aquel momento, parecían ciencia ficción.
El resultado fue un deportivo biplaza con cabina adelantada y proporciones musculosas. Su carrocería, construida en fibra de carbono y titanio, se distinguía por un perfil bajo y agresivo, con pasos de rueda carenados y formas envolventes que hacían difícil distinguir a primera vista cuál era el frontal y cuál la parte trasera. El diseño buscaba romper con cualquier referencia de la época, y en muchos aspectos parecía más una nave que un automóvil.

En el terreno técnico, el Lexus Minority Report Concept proponía un motor eléctrico con una potencia equivalente a 500 kW, pensado para funcionar con recarga inteligente y sistemas de regeneración.
La carrocería incorporaba memoria metálica para resistir abolladuras y paneles de color seleccionable por voz, lo que permitía modificar la tonalidad a gusto del conductor.
El acceso y arranque se realizaban mediante reconocimiento de ADN, mientras que un avanzado sistema de conducción denominado Auto Valet ofrecía la posibilidad de dejar al propietario en un punto específico, estacionar de manera autónoma y regresar a recogerlo cuando fuese necesario.

El interior, por su parte, estaba equipado con un head-up display con visión nocturna, cámaras en lugar de espejos retrovisores, control de crucero láser y un sistema de infoentretenimiento conectado globalmente, que en su momento parecía pura fantasía tecnológica.
Este Concept nunca pasó de ser un prototipo de cine, pero su impacto cultural fue enorme. Ayudó a posicionar a la marca como referente en innovación, principalmente en Estados Unidos, y mostró cómo la ficción puede servir de inspiración a la industria.
Kirk Edmondson, gerente de la división Lexus en aquel entonces, señaló que Spielberg eligió a la marca porque representaba una visión distinta de lo que debía ser la movilidad premium. Y aunque el coche jamás llegó a producción, muchas de las tecnologías que mostró en pantalla -desde la propulsión eléctrica hasta los sistemas autónomos y los controles por voz- son hoy parte del lenguaje común en la industria automotriz.


