En septiembre del 2000, durante el Salón del Automóvil de París, Porsche presentó un prototipo que cambiaría el rumbo de su historia reciente: el Porsche Carrera GT. Concebido como un superdeportivo de producción limitada, el modelo fue la consecuencia directa de un proyecto cancelado: el LMP 2000, prototipo desarrollado para competir en las 24 Horas de Le Mans que nunca llegó a debutar.
Tres años después de aquella presentación, en 2003, comenzó la producción del Carrera GT en Zuffenhausen y más tarde en Leipzig. Entre ese año y mayo de 2006 se construyeron de manera artesanal 1.270 unidades, todas equipadas con un motor V10 derivado directamente de la experiencia en la resistencia.
El origen del Carrera GT está en el LMP 2000, un proyecto que Porsche inició a finales de los años ’90 con el objetivo de prolongar sus victorias en Le Mans. El prototipo montaba un V10 de 5.5 litros, refrigerado por agua, con un peso de apenas 165 kilos y capaz de girar hasta 8.900 rpm.
Aunque estaba diseñado para competir al más alto nivel, en 1999 Porsche decidió suspender el programa y concentrar sus recursos en modelos de serie. El motor quedó en pausa, pero pronto encontraría una segunda vida.
“Ese V10 era demasiado bueno para guardarlo en un museo”, recordó años más tarde Roland Kussmaul, ingeniero y piloto de pruebas de Porsche AG. “Lo transformamos en la pieza central de un superdeportivo homologado para la carretera”.
Para su llegada a producción, el V10 fue redimensionado a 5.7 litros y 612 caballos de potencia, con una velocidad máxima de 330 km/h y un peso total de 1.380 kg. El chasis y el monocasco estaban fabricados en fibra de carbono, mientras que magnesio y kevlar completaban una arquitectura centrada en la ligereza.
El Carrera GT incorporó soluciones técnicas inspiradas en la competición, como el alerón trasero retráctil, el difusor y la caja manual de seis velocidades montada transversalmente.
Uno de los grandes desafíos fue adaptar el carácter extremo del coche para que pudiera conducirse también en carretera. En esa tarea fue fundamental Walter Röhrl, bicampeón mundial de rally y piloto de pruebas oficial de Porsche. “El conductor del Carrera GT quiere que se le exija, pero sin llegar a sobrepasarlo”, explicaba. Su trabajo junto a Kussmaul permitió que el superdeportivo pudiera usarse con cierta facilidad, sin perder su esencia de coche radical.
Antes del inicio de la producción, Porsche buscó una presentación que simbolizara el carácter del modelo. Röhrl condujo el prototipo bajo la lluvia desde el Arco del Triunfo hasta el Museo del Louvre, una imagen que dio la vuelta al mundo y que todavía hoy se recuerda como una de las grandes postales en la historia de la marca.
El Carrera GT se consolidó rápidamente como un referente de su época. Mientras otras marcas apostaban a la electrónica para controlar sus superdeportivos, Porsche ofrecía una experiencia más pura, con caja manual y mínimas asistencias. Tony Hatter, diseñador de exteriores del modelo, lo definía como “un coche que muestra de dónde viene Porsche y hacia dónde quiere ir”.
Aunque el LMP 2000 nunca compitió, el motor que lo impulsaba encontró en el Carrera GT una nueva oportunidad. El resultado fue un superdeportivo que combinó la tecnología de resistencia con la exclusividad de producción limitada, y que 25 años después sigue siendo considerado uno de los modelos más emblemáticos de la historia de Porsche.
