Las Vegas siempre encuentra la manera de convertir cualquier noche en un espectáculo, pero durante el reciente Gran Premio de Fórmula 1 sucedió algo distinto: esta vez, quien se robó las miradas no fue un piloto ni un casino, sino un McLaren creado para contar una historia propia. Un auto único, irrepetible, pensado no para circular anónimamente entre neones sino para interpretar la ciudad desde otro lenguaje.

Ese auto es el Proyecto Viva, una versión artesanal y profundamente conceptual del McLaren 750S Spider desarrollada por McLaren Special Operations (MSO), la división que convierte las ideas más ambiciosas de los clientes y de la marca en piezas únicas. Y aunque esté basado en uno de los superdeportivos más extremos del catálogo, lo que deslumbra no es la potencia: es el trazo humano.
En lugar de copiar literalmente el paisaje fluorescente del Strip, MSO decidió ir por un camino más sutil. La carrocería fue intervenida con la técnica Sketch in Motion, una sucesión de líneas monocromáticas pintadas a mano que no intentan imitar nada: interpretan.
Cada trazo funciona como un gesto sobre una hoja en blanco: líneas que evocan la velocidad, la arquitectura vertical, las sombras de la noche, el movimiento constante que define a la ciudad incluso cuando parece quieta. El resultado no es un diseño cargado, sino un mapa emocional de Las Vegas visto desde la mirada de los artesanos de MSO.
Para lograrlo, el equipo utilizó dos tonos creados especialmente: Muriwai White, un color histórico dentro del universo McLaren; y Vegas Nights, un negro profundo con partículas en cian, magenta y verde, una referencia directa al brillo del neón recortado contra el horizonte desértico.

Nada de esto está impreso por máquinas. Cada línea, cada sombra y cada transición fue pintada a mano, un trabajo que devuelve al auto algo que el segmento de los superdeportivos a veces pierde: el pulso humano.
El Proyecto Viva también tiene una conexión directa con la pista. Lando Norris y Oscar Piastri, los pilotos de McLaren en la máxima categoría, participaron en la intervención estética dejando detalles personales incorporados al diseño final. El gesto más visible es la décima estrella del Campeonato Mundial de Constructores, añadida en el paragolpes trasero para celebrar el último título del equipo.
El auto no es solo una obra única: también es un recordatorio de un momento histórico en la vida deportiva de McLaren.
A pesar del despliegue artístico, MSO decidió no tocar el corazón mecánico del modelo. Bajo la carrocería sigue latiendo el mismo conjunto que hace del 750S Spider un superdeportivo brutal: un V8 biturbo de 4.0 litros, con 750 CV y 800 Nm de torque, asociado a una caja automática de siete marchas que envía toda la potencia al eje trasero.

No es un auto diseñado para romper récords ni para hacer números de laboratorio: es una pieza donde el rendimiento queda intacto, pero la identidad se reinventa.
Con esta presentación, McLaren no solo suma una obra única a su historial, sino que también refuerza el lugar del 750S Spider como uno de los modelos más versátiles y personales de su catálogo. Un auto capaz de mutar desde la ingeniería más sofisticada hasta una pieza de arte contemporáneo, sin perder ni un gramo de carácter. En Las Vegas, eso es decir bastante.


