En un presente dominado por la electrificación, las asistencias invasivas y los tableros que parecen tablets, hay un hypercar que vuelve a poner al conductor en el centro. Se trata del GP1 concebido por Garagisti & Co, una marca británica que fabrica vehículos analógicos de producción ultrabaja inspirados en el pasado, pero diseñados para el futuro.

La propuesta se apoya en una arquitectura clásica y efectiva -monocasco de carbono, motor central, tracción trasera- y, sobre todo, en un conjunto mecánico que privilegia la conexión humana por encima del algoritmo.
El dato que ordena todo lo demás es el corazón: un V12 atmosférico completamente nuevo de 6,6 litros, desarrollado por la ingeniería italiana Italtecnica, que entrega 800 CV a 9.000 rpm y más de 700 Nm de par. Esa cifra no se exhibe para competir en papel con nadie; está al servicio de una respuesta progresiva, lineal, con banda de potencia amplia y un registro sonoro que remite a los grandes motores de competición de otra época.
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La transmisión acompaña esa filosofía con una caja manual de seis marchas firmada por Xtrac, de montaje longitudinal y recorridos precisos. Es, en esencia, el tipo de engranaje que muchos entusiastas creían perdido en la era de las levas y el doble embrague: una pieza que convierte cada cambio en parte de la experiencia, no en un trámite.

El GP1 no es un ejercicio nostálgico sino una visión contemporánea sobre cómo debería sentirse un súper auto si las decisiones tecnológicas se tomaran pensando en la persona que maneja.
El diseño exterior estuvo a cargo de Ángel Guerra, diseñador con pasos por Bugatti y Rimac, que partió de una “hoja en blanco” para trazar un lenguaje que dialoga con la tradición sin copiarla.
El interior sigue esa misma lógica de reducción a lo esencial. La marca habla de un twin-cockpit que ordena la posición de manejo y limpia el campo visual. No hay pantallas sobredimensionadas ni recursos que distraigan; la ventilación está integrada al diseño, los mandos están donde uno los espera y la materialidad busca transmitir artesanía contemporánea más que futurismo recargado.

La decisión de prescindir de “gadgets” no responde a una pose anti tecnológica, sino a una lectura distinta del lujo: cuando el tren de potencia, el chasis y los frenos son de primera línea, lo más valioso que se puede ofrecer es claridad y ergonomía. En ese punto, el GP1 se acerca al espíritu de los súper autos que marcaron a generaciones, pero con estándares actuales de ajuste y calidad.
La producción estará limitada a 25 unidades, todas comisionadas a medida en el Reino Unido. El precio informado es de unos tres millones de dólares más impuestos y costos de envío. Además del volumen acotado, hay un diferencial de proceso para los primeros 12 clientes.

