La particular historia de Campi y cuál fue el consejo que cambió su vida para siempre: "Eso que me dijeron lo modificó todo" – GENTE Online
 

La particular historia de Campi y cuál fue el consejo que cambió su vida para siempre: "Eso que me dijeron lo modificó todo"

En diálogo con GENTE, el actor recorrió su pasado pero también habló de su nueva etapa laboral haciendo giras por todo el país, cómo crea sus personajes y cómo fue haberse puesto en la piel de Domingo Cavallo para la serie de Menem.
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Luego de hacer reír a los presentes y pedir un café, Martín Campilongo -conocido por todos simplemente como “Campi”- se sienta en el camarín para charlar con Revista GENTE. Sin muchas palabras ya muestra la emoción que le vibra en el cuerpo por estar cumpliendo un sueño que tiene hace muchos años: recorrer el país con su show de comedia.

Nacido en Parque Patricios, Campi llegó a la actuación y la comedia por pura casualidad.

Es recién a sus 56 años es que puede concretarlo, luego de haber sido parte de incontables producciones en televisión y teatro. Y en realidad es un anhelo que tenía desde pequeño, no tal vez de la mano de la comedia: “De chico quería ser camionero, siendo de Parque Patricios era lo más parecido a mi realidad en aquel momento en pos de conocer el país escuchando música y que me pagaran por eso”, recuerda siendo esta una de las varias veces que mencionará con orgullo el barrio porteño que lo vio nacer.

Y lo único que evitó que sea camionero fue no haber conseguido el vehículo para sacar el registro. De ese sueño frustrado comenzó un camino por el que muchos años más tarde llegó a la actuación: trabajó en la fábrica de ropa de sus padres, diseñó vestuarios, ganó un premio en la Bienal de Arte Joven como diseñador de moda, dibujó y hasta se desempeñó en Pumper Nic, la casa de comida rápida que cerró sus puertas en el año 2000.

El reconocido actor hoy vive un sueño que tiene desde que era pequeño.

La actuación apareció casi de casualidad, cuando acompañó a un amigo a dar una prueba en el estudio de Agustín Alezzo, reconocido director de teatro argentino: “El tipo me mira y me dice: ‘¿Usted no va a dar el examen?’. Yo no había preparado nada. Conté una anécdota y Alezzo no paraba de reírse. Quedamos los dos: mi amigo y yo. Así empezó todo. Estuve cinco o seis años con Agustín, que fue mi maestro y quien me formó”.

Campi: “La risa es cosa seria”

La comedia se cruzó en su vida casi como una revelación siendo chico. En la escuela sufría bullying y fue su madre quien le dio la primera herramienta: “Ella me dijo: ‘reíte vos de lo que te dicen y doblá la apuesta’. Y funcionó. Me di cuenta del poder que tenía la risa: desarticulaba al que me agredía. Con el tiempo entendí que la risa era cosa seria”, cuenta.

Al contar su historia, resuenan los nombres de sus maestros que fueron marcando su camino.

Ese poder se consolidó con otra lección de Alezzo. “Yo hacía escenas muy cruentas de Shakespeare y la gente se reía. Me enojaba. Hasta que él me dijo: ‘amigate con la comedia, no es normal que hagas cualquier cosa y la gente se ría’. Ese consejo cambió mi vida. Desde entonces tengo un romance de más de 30 años con la comedia. La sé manejar y ella me maneja a mí. Es como bailar tango”.

Ese aprendizaje también le permitió profundizar en el drama. Lo demostró en sus interpretaciones de personajes complejos, desde el Domingo Cavallo de la serie Menem (Prime Video) hasta Rodolfo, el padre de Fito Páez en El amor después del amor (Netflix). 

Hoy con 56 años se encuentra en un momento pleno de su carrera como actor y comediante.

-¿Cómo es ponerse en la piel de un político como Domingo Cavallo, con el peso histórico que tiene?

-Yo como actor, una de las reglas es no juzgar al personaje. Un actor no puede juzgarlo. Un actor lo tiene que hacer y encontrarle la parte querible humana al personaje, aunque cueste encontrarlo. Y a eso se suma el sello de Wino (el director, Ariel Winograd), que ve el mundo con cierta tonalidad cómica. Lo que cuenta la serie, sobre los 90, no fue tan liviano, pero si no lo contara así, sería muy denso de ver.

El unipersonal de Campi, surgido de su vínculo con Antonio Gasalla

Antonio Gasalla, uno de los maestros de Campi.

Hoy Campi transita una nueva etapa en su carrera con su unipersonal de humor. Produjo el show él mismo, aunque siempre de la mano de quienes define como sus maestros-compañeros: “Antonio Gasalla me dio una mano con la dirección y la elección de algunos personajes. A mí me gusta ser dirigido, soy plastilina. Pero este desafío me entusiasma mucho. Es como volver al comienzo, cuando laburaba a la gorra arriba de cajones de cerveza, en la calle, en Montevideo o en plazas de Buenos Aires. Ese contacto directo con la gente es lo que más disfruto”.

Al final de cada función se queda a saludar y abrazar al público, no solo por el disfrute personal sino también para saciar lo que Campi define como uno de los males de su profesión: “Yo soy actor, soy un tipo inseguro”.

De vecinos, amigos y conocidos, surgen muchos de los personajes que luego llegan al escenario.

-¿Cómo es eso?

-Vos pensás que un actor tiene que estar arriba de una tarima 20 centímetros por encima de la gente, para que lo vean. Y lo tienen que aplaudir 200, 300, 500, por día. En una panadería una vez al mes, el jefe dice "che, qué bien salieron las facturas". Pero nosotros necesitamos que todos los días 500 tipos nos digan "qué bien lo tuyo". Gente insegura somos. Me quedo a abrazar a la gente y me ahorro muchas sesiones de terapias. Pero yo soy consciente que soy inseguro. Muchos compañeros que laburan de esto no son conscientes y se complica un poco más ahí.

Personajes que nacen de la vida real

En su espectáculo aparecen figuras tan variadas como entrañables. Algunas nacen de la observación cotidiana: “El Negro Mario era un vecino de Parque Patricios que paraba en la esquina, sin dientes, siempre tirando piropos. O Juan Péndola, el domador de ñandúes, que en realidad tiene un restaurante en Colón, Entre Ríos. En esta gira lo fui a visitar, le tengo mucho cariño. Me inspiro en la gente que me cruzo: exagero un rasgo y se transforma en un personaje”, explica.

Campi asegura que la austeridad fue uno de los valores que marcó su carrera desde los inicios.

Otras veces la inspiración surge de contrastes sociales. Así nació “el pequeño de Nordelta”. “Me pasó al alquilar una casa en un barrio cerrado: no entendía nada de lo que me decía el dueño. Después miraba Policías en Acción y tampoco entendía a algunos pibes de barrios humildes. Y pensé: si se cruzaran, no podrían comunicarse. De ahí salió un monólogo entero”.

Pero Campi no sólo escribe e interpreta: también diseña y fabrica sus pelucas, dentaduras y vestuarios. Esa faceta artesanal lo acompaña desde sus inicios, y definió gran parte de su forma de trabajo: “no existe el 'no' en mi vida. El 'no se puede' no existe. El límite lo pongo yo, porque si de repente armar un ñandú para un personaje se va de presupuesto, lo armo yo, me la rebusco y en pocos días tengo listo todo para el personaje”.

Campi se reconoce como una persona insegura y remarca que su terapia es el vínculo con el público.

En ese sentido, reflexionó que no es algo propio, sino un factor cultural: “Los argentinos tenemos ese capital: el rebusque. Con dos pesos hacemos lo que otros hacen con millones. Yo hice un carrerón con alambre. Me llegué a hacer pelucas con pelo de perro y barba de choclo. Con alambre resolví vestuarios”, remarca con orgullo.

Disfruto mucho subir al escenario con mis personajes, ver a la gente reírse y emocionarse. Eso no te lo da la televisión, ni las redes, ni el cine. Solo el teatro. Y a mí el contacto con la gente me encanta y me siento afortunado de poder seguir viviéndolo como cuando empecé a laburar de esto”, concluye.

Fotos: Diego García.



 
 

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