Con el uno a uno en su punto más hot, la Argentina se convirtió en un set de lujo para las visitas internacionales. Y claro que, encantado y haciendo gala de su comentado carisma, Carlos Saúl Menem (1930-2021) se entregó a los flashes para la posteridad. Las visitas oficiales de grandes celebridades durante su gestión de 10 años y 155 días fueron moneda corriente. Y el desfile de nombres, abrumador.
En su despacho, en Olivos o en viajes de Estado, el caudillo riojano que dirigió los destinos del país durante dos mandatos (de 1989 a 1999), se fotografió con figuras que van desde Lady Di y la reina Isabel II a Xuxa, Susana, Mirtha, Charly y los Rolling Stones. Era una postal constante, flash tras flash: Menem fotografiado junto a modelos, cantantes, vedettes, actores, empresarios, en fiestas privadas o en eventos públicos.
Además, las imágenes tenían un código visual inédito para la política de la época: el máximo jefe de Estado iba siempre más lejos de lo protocolar y se fotografiaba a las risas, bailando o hasta chocando copas. Siempre obnubilado por el allure de personalidades de Hollywood, la "sangre azul" de la realeza, la farándula de tapa de revistas y el aplauso de los cantantes del momento, el "Turco" conseguía casi lo imposible: nadie se le negaba.

Durante los años dorados del menemismo, la frase “pizza con champagne” se convirtió en emblema de una Argentina donde la ostentación y el espectáculo iban de la mano con la política. La frase fue acuñada por la fallecida periodista Sylvina Walger, autora del libro definitivo de un momento de la historia del país en el que la fiesta menemista solo admitía burbujas, exclusividad y listas V.I.P.
El menemato convirtió la política en farándula, y viceversa. En ese escenario desbordado de contraste social y brillo importado, las reuniones en Olivos eran tan pop como mediáticas, y funcionaban como vidriera de una época que mezclaba lo popular y accesible con lo excéntrico y exclusivo. “Pizza con champagne” no era solo un menú, era una síntesis brutal de la dualidad nacional: lo que se podía tocar y lo que solo se podía mirar por televisión y consumir en medios gráficos como GENTE.

Carlos Menem supo cultivar vínculos con distintas casas reales del mundo, consolidando una imagen de líder internacional carismático y afín al glamour del poder global. Y hablaba con la misma naturalidad con la reina Isabel II (con quien rompió el protocolo) como con estrellas de televisión, rockeros y divas pop. Lejos de mostrar distancia, el presidente que amaba los trajes Armani y las Ferrari y era asesorado por distintas brujas y videntes (como se muestra en Menem, la serie dirigida por Ariel Winograd) capitalizaba cada foto para reforzar su estilo seductor y desacartonado.

El costado más cholulo de un presidente, a puro flash























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