Clanes, la nueva producción española de Netflix estrenada el 21 de junio, irrumpió rápidamente en el Top Ten global gracias a una fórmula que cruza thriller, romance y hechos reales. La serie se apoya en un contexto histórico ocurrido hace más de 30 años en Galicia, una región donde el contrabando y el narcotráfico moldearon la vida de pueblos costeros, y desde allí construye una historia propia que no pretende documentar, sino ficcionalizar con ritmo y vértigo.
La trama se nutre del famoso caso conocido como Operación Nécora, el primer gran golpe al narcotráfico gallego en 1990, liderado por el juez Baltasar Garzón. Sin embargo, Clanes no es un retrato literal ni un intento de reconstruir con rigurosidad política o judicial; es una serie que parte de ese universo criminal para armar un relato accesible, ágil y atrapante, con siete episodios que se dejan ver en maratón.

Una historia de amor en tierra narco
El eje emocional de la serie recae en Ana González (Clara Lago), una abogada que abandona su vida en Madrid y se instala en el pueblo gallego de Cambados. Su llegada busca un cambio personal, pero rápidamente se cruza con Daniel Padín (Tamar Novas), hijo del capo narco más poderoso de Rías Baixas, actualmente preso. Sus mundos no podrían ser más diferentes, pero el deseo entre ellos se enciende con la intensidad de lo prohibido.
Sus vidas se entrelazan mientras el pueblo —aparentemente tranquilo, húmedo, pesquero— revela una red delictiva entramada en su identidad cultural. La serie dedica sus primeros episodios a explorar quiénes son Ana y Daniel, qué esconden y qué los impulsa, pero con el correr de la temporada el thriller domina la escena, entre persecuciones, traiciones y negocios ilegales que se mueven a la sombra de la ley.
Inspirada en hechos reales
A diferencia de otras ficciones del género, Clanes no adapta un caso específico, sino que su creador y showrunner, Jorge Guerricaechevarría, investigó durante semanas distintos episodios, testimonios y coberturas periodísticas sobre narcotráfico en Galicia. Su objetivo fue condensar lo más representativo de ese mundo delictivo y trasladarlo a la relación entre Ana y Daniel.

Los actores también se sumergieron de lleno en el proceso. Clara Lago contó que se entrevistaron con narcotraficantes reales y personas vinculadas al ambiente para entender sus códigos, su forma de hablar y su visión del mundo. Ese acercamiento, según ella, sirvió para “romper con la idea de que estas historias están lejos de nuestra vida cotidiana”.

