Irreverente, sin miedo a decir lo que piensa y confrontar todo aquello que considera injusto o incorrecto. El vestirse con un traje de Batman y ponerse en el rol de justiciero dejó de ser —o tal vez nunca lo fue— sólo un skecht de Cha cha cha para ser hoy parte fundamental de la personalidad de Alfredo Casero: “Si yo veo que hay injusticia, voy a gritar por la injusticia. Ahora, ayer, antes, mañana, siempre, porque forma parte de lo que soy”, asegura.

En una charla íntima con Revista GENTE, el reconocido actor de 62 años cuenta sin filtros cómo fue su infancia, fuertemente atravesado por el contexto social de los 70, con la marcas que deja enfrentarse al bullying en el ámbito escolar. También se anima a hablar de la relación con sus padres, sus primeros trabajos —antes de la actuación— y el origen de Cha cha cha, el mítico programa de televisión que a 30 años de su estreno sigue provocando risas, ahora en formato teatral.
“Soy Alfredo Ángel Casero y Barrera”, se presenta, marcando en detalle no sólo a quien le dio su apellido —Rogelio Casero, de quien descubrió a sus 49 años que no es su padre biológico— sino también a su madre, Marta Barrera, a quien describe con mucha ternura: “Era una belleza de verdad”.
—Naciste en Vicente López. ¿Qué recuerdos tenés de esos primeros años?
—Una bicicleta muy, muy chiquitita, una calle en bajada, un bicicletero, un policía que me llevaba casi siempre en el bajo, me llevaba hasta mi casa… ¿Qué más me acuerdo? Y cosas fuertes de ahí. Una época oscura de la Argentina… yo tendría 5 o 6 años.

Sus padres conformaban una pareja de contrastes. Mientras Rogelio Casero era ingeniero, su madre, Marta Barrera, era una figura apabullante: "Era una belleza, pero era una belleza de verdad. Bailaba flamenco. Era una loca divina. Preciosa era la hija de puta. Lo que hace que también tu vida sea supeditada a tener una madre demasiado hermosa. Es tan jodido como tener una esposa demasiado hermosa", remarca para luego compararla con la actriz estadounidense Ava Gardner.
—¿Cómo era ella como madre?
—Como una mierda, una cagada… O sea todos los chicos tenían la madre que los cagaba a pedos. A mi mamá no le importaba nada excepto que estuviera, y así toda la vida hizo sus cosas, le importó tres carajos la crianza. Siendo yo chico, al menos, después cambió cuando vino mi hermana.
El bullying como la marca que forjó el carácter de Alfredo Casero
“Fue un momento de la infancia durísimo... Mucho bullying por ser diferente”, resume en una frase Casero sobre el hostigamiento que recibió durante varios años, pero que remarca que le permitió establecer una forma de vincularse con las personas a su alrededor que lo acompaña hasta el presente.

“Mucha pelea, era muy peleador… cuando vos sacás la cabeza del puré de la gente, te cortan la cabeza de cualquier manera, te la quieren arrancar para que no sobresalga. Me pasó todo el tiempo, en la escuela pasa, en todos lados pasa. Yo creo que ese bullying era una manera para enseñarme a no temerle a nada”, define el actor, y detalla que sus hijos —Guillermina, Nazareno y Minerva— se paran frente a la vida de la misma forma: “Ellos no le temen a nada”.
—¿Qué hacías ante esas situaciones de bullying?
—Al principio me cagaba a trompadas. Encima venían de a varios y aguantaba. Pero cuando tenés mucho bullying, te parás adelante de cualquiera… es una especie de energía que yo sé cuándo usar, que produce un cambio estrepitoso y que hace mucho daño. O sea, a una persona le vas a decir algo que le puede hacer cagar para toda la vida también. Cuando sabés que el bullying gana por lo psicológico, te das cuenta de que lo psicológico mata al bullying y mata a la persona que lo hace.
Una adolescencia en plena dictadura
Nacido en el año 1962, para el inicio de la última dictadura cívico-militar, Alfredo Casero tenía 14 años, pero ya desde los 10 años que —remarca— pasaba gran parte de su vida en la calle y “sabía” todo lo que pasaba en el complejo contexto político del momento y recuerda una situación que lo impactó.

“Era el año 73. Yo tenía 11-12 años. Mi mamá era directora en un jardín de infantes y había dos colimbas en la puerta porque atacaban las escuelas, estaban amenazadas las escuelas. Y no eran los militares, ¿entendés? Era toda esa runfla rarísima que nos llevó a eso… La primera parte uno vivía atacado por los mismos de uno, por tus pares. Crecés y te agarra el Estado”, afirma Casero y aprovecha a disparar contra las formas de la ficción que reflejan ese momento: “Esa época es una película que nunca la vas a poder contar… porque lo llaman a Julio Chávez, o a Ricardo Darín, y no son creíbles. No se creen porque yo creo que ni lo deben haber vivido, estaban mirando para otro lado, ¿me entendés? Es como lo que pasó con El Eternauta, no tiene nada que ver con lo que yo leí cuando era chico”.
—¿Ese vivir mucho en la calle también te curtió, te formó?
—Siempre fui un gordo bastante glamoroso. Yo estuve siempre en la calle, me encanta estar en la calle. Siempre estuve haciendo mis negocios, mis cositas, mis boludeces, aunque nadie sabía lo que yo hacía, nadie sabía dónde vivía. Había que cuidarse… los de mi generación, yo tengo 62 años, fuimos atacados por lo químico por medio de nuestras madres, atacados por la policía para tenernos en regla. Y atacados por lo político para pertenecer a algo que vos no conocías, que venía de atrás y que si no, de lo contrario, te ganabas enemigos.
—¿Cuáles fueron esos primeros negocios, primeros trabajos?
—Vendía bocaditos Holanda en el tren. También cantaba. Después hice uff... al principio hice un montón de cosas. Me acuerdo que, tendríamos 11 años, y reciclábamos botellas y las llenábamos con medidas de hipoclorito de sodio y agua, lo que ahora se vende en todos lados como lavandina. Un portero de un edificio nos avivó de hacer eso y vender... Siempre estuve viendo dónde hacer un negocio.
El Parakultural: los inicios en la actuación y el vínculo con los integrantes de Cha cha cha
Al hablar de sus inicios en la carrera que lo acompaña hasta el presente, Alfredo Casero no puede evitar mencionar al Parakultural, un reconocido centro cultural porteño de los años 80, donde tuvieron lugar gran parte de los movimientos under en el marco del fin de la dictadura y el regreso de la democracia.

“Era un lugar muy especial. Yo estuve en el segundo, de calle Chacabuco. El primero era el de Alejandro Urdapilleta, Humberto Tortonese, Diego Biondo, Las Gambas al Ajillo… ¡Uf! Gente muy grosa. O sea, había una cultura oficial y una paracultura. Ahora que lo veo a lo lejos, era una forma de demostrar que no estaba prohibida la rebeldía. Yo empecé en el 85, que estudiaba con Norman Briski”, relata Casero, por momentos emocionado por esas escenas de su pasado, en el que se forjó el vínculo con sus futuros compañeros de elenco.
—¿Cómo conociste a los que luego fueron integrantes de Cha cha cha?
—Preguntame de a uno.
—Diego Capussoto
—Fue en el Parakultural. A Capusotto recuerdo que estaba vestido más o menos como se viste ahora, porque nunca cambió, con el mismo pelo y un vasito de plástico tomando un vino, charlando arriba. Arriba estaba el barcito... y me moría de risa con él.

—Fabio Alberti
—Uh con él también me moría de risa, es un tipo muy gracioso y los dos nos reíamos muchísimo. También nos conocimos ahí. Con Fabio íbamos a hacer una obra de teatro que se llama Máximo y Morceli, que la habíamos hecho y después no se hizo. Él después hizo otra cosa y yo hice otra porque nos separamos un tiempo, como todos los amigos y amigos artísticos generalmente.
—Alacrán
—También lo conocí en ese ambiente, ya hacía ‘iupi’ —sonríe—. Ahí actuaba con su ahora exmujer… Hay millones de cosas que logré hacer ahí, que pude hacer ahí, que vi como se hacía. Cometí los errores, cometí todo ahí, pero era siempre muy claro, lo que hagas tenía que ser bueno. Era un público con una exigencia… si no te cagabas de risa eras un pelotudo y te lo hacían saber todos. Era duro para mí, o por lo menos yo sentía eso.
“Toda la vida me encontré con la carcajada. Siempre hice reír. Era una de las maneras para separarme del maltrato. Lo más potente de hacer reír es la impunidad que te da frente a la maldad”, reflexiona Casero sobre la pasión que lo atravesó toda la vida y lo sigue movilizando a pararse frente al público.
Alfredo Casero: "Me gustaría ver un nuevo Cha cha cha"
Cha cha cha, el programa que no sólo marcó varias generaciones con un particular estilo de humor —surrealista y absurdo— también fue el gran punto de inicio para la carrera de un grupo de actores y comediantes. Su origen se remonta a una escena que Casero recuerda, nostálgico: “Cuando vivía en La Reja —Provincia de Buenos Aires— mi amigo David me regalaba resmas de formulario continuo para la escuela de mis hijos. Y ahí empecé a escribir los programas. En el tren yendo a Capital hice los primeros tres programas, con dibujos, cómo iba a ser, todo”.

— ¿Recibieron también propuestas para que vuelva a la tele?
— Nunca.
— ¿Nunca?
— No. Es más, Cha cha cha le dolió tanto a la gente de la televisión porque no lo habían inventado a ellos, entonces les daba odio.
“Cada programa tenía 20 y pico de cosas en cada uno, todas diferentes. Eran las ideas que se me ocurrían, y se hacía y se grababa. Hoy no puedo encontrar mucho. El canal borró todo. Cayó en manos de gente realmente estúpida que destruyeron toda la historia del canal antes que llegaran ellos para hacer basura”, remarca con furia.

En ese sentido, Casero no pone filtros al hablar de las formas de trabajar en la televisión y las marcadas diferencias con muchas productoras: “Cuando yo empecé a trabajar en ficción en el 2000, venía del 97 de terminar quebrado con Cha cha cha, vendiendo hasta el auto para pagarle a la última persona, porque el último año lo hice yo. Cometí el grave error… pero un amor de hacer lo que se te canta el culo… provocando el enojo de muchos. Pero ellos nunca trabajaron con libertad y yo trabajé siempre con libertad y se la regalé a todo el mundo. Toda la vida me dijeron que no. Toda la vida me basurearon. Gente que después la pagó. Todos los que me echaron de la tele están olvidados. Y yo acá estoy”.
—¿Es posible ver en este formato teatral de Cha cha cha 2025 a Diego Capusotto?
—No sabemos todavía… tengo que hablar con él. Sé que él está con una obra de teatro que se llama Tirria. La tengo que ir a ver (NdR: finalmente fue tras esta entrevista). Me encantaría. Yo lo quiero mucho a Capusotto. No es un tiro por elevación esto que digo. Realmente lo quiero mucho. Fue una... hace 25 años que no le hablo, porque pasa eso, ¿viste? Como Los Beatles: 'Estamos todos separados' y bueno, sí, qué sé yo, no sé bien, pero se habrá dado de esa manera. A él le fue muy bien. Yo soy su fan, también veo lo que hace y ojalá que suceda. Lo extraño. Ojalá venga.
—¿Qué te imaginás en tu futuro, cercano o lejano?
—Con la obra ahora vamos a hacer el Movistar Arena para cerrar el año, y después vamos a Europa, que vamos a estar en España y otros países. Pero me encantaría ver otro Cha cha cha, me gustaría ver que alguien haga algo así. Quiero armar otra gente para que haga otra vez Cha cha cha de otra manera, porque yo ya hice 20 diferentes. Me gusta cuando veo algo parecido. En la televisión japonesa hay, en la televisión inglesa hay. Me encanta.
Alfredo Casero y el “espíritu batmánico”
En al menos los últimos cinco años, Alfredo Casero protagonizó momentos de tensión en la televisión argentina, varios de ellos incluso con abandono del estudio o el móvil. Pero tal vez uno de los más llamativos fue —en mayo de 2022— en el programa conducido por Luis Majul en el canal LN+.

—Para ser alguien que se dedica al humor, ¿por qué pareciera que te enojas fácilmente?
—Voy a hacer una aclaración sobre eso, que tiene que ver con el humor y con lo que vos viste. Mientras más grande es tu don, la responsabilidad es más grande. Yo no puedo ver y quedarme callado. Es el espíritu batmánico, aquel que no le importa perder todo… por la verdad no te importa perder los honores, la fortuna, pasar hambre… no te importa lo que te vayan a decir ni los problemas que vayas a tener. Usted va y lo dice. Si yo veo que hay injusticia, voy a gritar por la injusticia. Ahora, ayer, antes, mañana, siempre, porque forma parte de lo que soy.
Fotos y video: Candela Petech
Arte de tapa: Darío Alvarellos


