Cuando suben las temperaturas, mantener la casa fresca se vuelve una prioridad. Aunque el aire acondicionado parece la única solución, lo cierto es que la orientación, la ventilación cruzada y el uso inteligente de las ventanas pueden reducir notablemente el calor dentro del hogar. Con algunos ajustes simples, es posible mejorar el confort térmico sin aumentar el consumo eléctrico.
El primer punto clave es entender la orientación de la vivienda. Las casas que reciben sol pleno por la mañana suelen calentarse menos durante la tarde, mientras que aquellas con orientación oeste acumulan más calor al final del día. Identificar por dónde entra el sol permite anticiparse y actuar en consecuencia, cerrando cortinas o bajando persianas en los momentos críticos.
Las ventanas son las grandes aliadas del verano, pero solo si se usan de manera estratégica. Durante las primeras horas de la mañana y por la noche, cuando el aire exterior es más fresco, conviene abrir todo lo posible para permitir una buena renovación del aire. Este recambio ayuda a bajar la temperatura acumulada durante el día.
Durante las horas de mayor calor, en cambio, lo ideal es cerrar ventanas y cortinas en los ambientes donde pega el sol directo. Las cortinas gruesas, rollers solares o persianas reducen la entrada de radiación y evitan que el ambiente funcione como un invernadero. En habitaciones muy expuestas, sumar telas claras ayuda a reflejar el calor.
Un recurso fundamental es la ventilación cruzada, que se logra abriendo ventanas en lados opuestos de la casa para que el aire circule. Este efecto túnel acelera el movimiento del aire y mejora la sensación térmica de forma inmediata. Incluso en departamentos pequeños, abrir dos ventanas enfrentadas o una ventana y una puerta interna puede marcar una gran diferencia.
Los ventiladores también juegan un papel clave. Ubicados frente a una ventana abierta durante la noche, ayudan a empujar el aire caliente hacia afuera y a ingresar aire más fresco. Durante el día, no enfrían el ambiente, pero sí mejoran la circulación y reducen la sensación de calor sobre el cuerpo.
Otro punto importante es evitar que la casa genere calor innecesario. El uso de horno, plancha, luces halógenas o electrodomésticos potentes durante las horas más calurosas eleva rápidamente la temperatura interior. Siempre que sea posible, conviene usar estos aparatos temprano por la mañana o por la noche.
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Las plantas de interior también pueden ayudar a refrescar el ambiente. No bajan la temperatura de forma directa, pero aportan humedad al aire y mejoran la sensación térmica, además de sumar frescura visual. Colocarlas cerca de ventanas o en zonas de circulación potencia este efecto.
En el exterior, balcones y terrazas pueden convertirse en aliados si se aprovechan bien. Toldos, cañas, medias sombras y macetas grandes generan sombra y evitan que el sol caliente directamente las paredes y los ventanales, que luego transmiten el calor hacia el interior.
Aprovechar la orientación y las ventanas no solo ayuda a combatir el calor: también mejora la iluminación natural, reduce el consumo energético y hace que los ambientes se sientan más agradables durante todo el verano. Con observación, pequeños cambios de hábito y algunos recursos simples, la casa puede convertirse en un refugio mucho más fresco incluso en los días más agobiantes.



