Uno de los errores más comunes en el cuidado de las plantas es el riego. Tanto el exceso como la falta de agua pueden poner en riesgo su salud. Aprender a regar correctamente es clave para que tus plantas de interior y exterior crezcan fuertes, verdes y llenas de vida.
La regla de oro es simple: no todas las plantas necesitan la misma cantidad de agua. Factores como el tipo de especie, el tamaño de la maceta, la época del año y la ubicación influyen directamente en sus necesidades.
1. Conocé tu planta
Cada especie tiene requerimientos diferentes. Las suculentas y cactus requieren poca agua, ya que almacenan líquido en sus hojas y tallos. En cambio, plantas como los helechos o calatheas necesitan humedad constante. Antes de regar, investigá las características de tu planta para evitar errores.
2. Observá la tierra
El mejor indicador para saber si es momento de regar está en la superficie del sustrato. Si la tierra está seca al tacto, la planta probablemente necesite agua. Si todavía está húmeda, conviene esperar unos días más. Para mayor precisión, podés introducir un palillo o tu dedo en la tierra: si sale seco, es hora de hidratar.
3. Evitá los excesos
El exceso de agua provoca que las raíces no puedan respirar y terminen pudriéndose. Esto se llama asfixia radicular y es una de las causas más comunes de muerte en plantas de interior. Asegurate de que las macetas tengan buen drenaje, es decir, agujeros en la base para que el agua sobrante escurra.
4. Horarios ideales
El mejor momento para regar es a primera hora de la mañana o al atardecer, cuando la temperatura es más baja y el agua no se evapora tan rápido. Durante el verano puede ser necesario aumentar la frecuencia, mientras que en invierno conviene reducirla.
5. Técnica correcta
Al regar, hacelo de manera pareja y en la base de la planta, evitando mojar las hojas, ya que la humedad en ellas puede favorecer la aparición de hongos. Lo recomendable es que el agua llegue hasta las raíces, no que quede acumulada en la superficie.
6. La importancia del ambiente
Si vivís en un lugar con calefacción o aire acondicionado, el aire seco puede afectar a tus plantas. En esos casos, además de regar, podés pulverizar agua en el ambiente o colocar un plato con piedras y agua debajo de la maceta para mantener la humedad sin encharcar.
Un hábito que hace la diferencia
Regar no es simplemente echar agua: es un hábito de observación y cuidado. Cada planta “habla” a su manera: hojas amarillas pueden indicar exceso, mientras que hojas secas o caídas suelen señalar falta de riego.
En conclusión, la clave para un riego perfecto está en encontrar el equilibrio: ni pasarse ni quedarse corto. Con atención y constancia, tus plantas no solo sobrevivirán, sino que florecerán en todo su esplendor.
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