Desde que se alejaron de la vida institucional de la Corona británica y se instalaron en California, el príncipe Harry y Meghan Markle han buscado criar a sus hijos, Archie (6) y Lilibeth (4), en un entorno más libre y natural. Sin embargo, lejos de las presiones de Buckingham, se enfrentan a una preocupación global que atraviesa a todos los padres del siglo XXI: el uso de la tecnología en la infancia.
En una reciente entrevista para el pódcast Hasan Minhaj Doesn’t Know, Harry abordó uno de los temas que más inquietan a la pareja: el impacto de las redes sociales y el acceso a los dispositivos digitales. El duque explicó que ambos reflexionan constantemente sobre cómo manejarán el momento en que sus hijos pidan su primer teléfono o quieran abrir una cuenta en redes sociales.
“Gracias a lo que sabemos hoy, seremos mucho más cautelosos y reacios a permitir que nuestros hijos tengan acceso a las redes sociales”, confesó Harry, reconociendo que muchos padres aún no dimensionan los riesgos. “En ningún mundo lógico o ético un padre debería tener que preocuparse por lo que una simple aplicación pueda causar en la vida de un niño”, reflexionó con tono serio.

La preocupación de la pareja no es casual. Harry y Meghan forman parte de un grupo de activistas que reclaman una regulación global de la inteligencia artificial, convencidos de que su falta de control representa un peligro para las nuevas generaciones.
“Si queremos poder contactar con nuestros hijos, quizá deberíamos darles un teléfono de la vieja escuela”, dijo el príncipe, en alusión a los clásicos modelos sin acceso a internet. “Nuestro objetivo debe ser que, cuando Archie y Lilibeth lleguen a esa edad, el panorama digital sea diferente al de hoy. No hay razón para que siga igual”.
Consultado sobre la edad ideal para que un niño tenga su primer teléfono, Harry respondió con firmeza: “Una vez que el cerebro esté formado y empiecen a descubrir quiénes son. Creo que 21 años sería una edad sensata”. Sin embargo, el duque admitió que las grandes empresas tecnológicas probablemente “nunca permitirán que eso ocurra”.

El matrimonio también evita exponer a sus hijos públicamente. Harry fue tajante al advertir sobre los riesgos de compartir fotos infantiles en internet, especialmente ante el auge de la inteligencia artificial sin regulación. “Los padres pueden hacer lo que quieran, pero deberían preocuparse mucho antes de publicar imágenes de sus hijos. Simplemente no se sabe adónde va a parar ese contenido ni cómo puede ser usado”, advirtió.
Con su visión protectora, Harry y Meghan vuelven a marcar una diferencia con el resto de la familia real británica: mientras en Londres la discreción se impone por protocolo, en California los duques la eligen como una forma de amor y resguardo. En el corazón de su dilema, la pareja busca lo mismo que cualquier padre moderno: un equilibrio entre libertad, tecnología y seguridad emocional para sus hijos.


