A solo dos horas de la Ciudad de Buenos Aires, existe un rincón que combina historia, tranquilidad y paisajes soñados: San Miguel del Monte. Con una gran laguna rodeada de verde, calles de tierra y un ritmo pausado, este destino bonaerense es ideal para disfrutar de un fin de semana al aire libre, en pareja, familia o con amigos.
Fundado en 1864, el pueblo conserva su esencia rural y una calidez que se siente apenas se llega. Su gran protagonista es la Laguna de San Miguel del Monte, un espejo de agua de 686 hectáreas que se extiende como un remanso natural perfecto para la recreación y el descanso. Los fines de semana, se convierte en punto de encuentro para vecinos y visitantes que disfrutan del paisaje, los mates y las actividades al aire libre.
El entorno invita a hacer de todo: caminatas, paseos en bicicleta, kayak, pesca o simplemente relajarse bajo la sombra de los árboles. También hay opciones para los más aventureros, como windsurf, jet ski, vela, natación o paseos en lancha. El camping municipal, con parrillas y espacios arbolados, es uno de los favoritos para quienes buscan pasar el día o dormir bajo las estrellas frente al agua.
Pero la laguna no es su único atractivo. En la costanera sur se levanta el Cristo de la Esperanza, una escultura de siete metros de altura tallada en madera e inaugurada en 2010, que se convirtió en símbolo de protección para la ciudad. Muy cerca, el Rancho de Rosas, construido en 1817 con técnicas tradicionales de adobe, barro y paja, es considerado patrimonio histórico nacional y una joya arquitectónica única en el país.
Otro sitio imperdible es la Parroquia San Miguel Arcángel, de estilo colonial ecléctico, inaugurada en 1863. Su retablo principal representa la Resurrección de Cristo y es uno de los tesoros más valorados por los habitantes del lugar.
La propuesta se completa con una oferta gastronómica en crecimiento: parrillas, bodegones, casas de té y restaurantes con vista a la laguna que ofrecen desde carnes a la parrilla hasta platos con pescado fresco. El aire puro, los atardeceres dorados y la serenidad del entorno hacen que cada visita se sienta como una pequeña pausa en el tiempo.
A poco más de 100 kilómetros de Buenos Aires, San Miguel del Monte se consolida como una escapada perfecta para quienes buscan descansar, conectar con la naturaleza y descubrir uno de los pueblos más encantadores —y menos conocidos— de la provincia.
