Espumoso vs. Espumante: la polémica del nombre y las diferencias con el Champagne – GENTE Online
 

Espumoso vs. Espumante: la polémica del nombre y las diferencias con el Champagne

¿Sabías que el Champagne estuvo a punto de llamarse "chispeante" en la Argentina? Esto y mucho más descubrilo en una nota que incluye claves de método, uvas y crianza, y la razón por la que las burbujas funcionan siempre.
Por Redacción Gente
Lifestyle
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Cada cuarto viernes de octubre se celebra el Día Internacional del Champagne, una efeméride que, aunque honra a la región más famosa de Francia, fue adoptada mundialmente por todos los productores de vinos con burbujas.

Este hecho sirvió como punto de partida para que los conductores del programa VINORAMA (Winexplorers), Fabricio Portelli y Andrés Rosberg, abrieran un debate fundamental sobre qué hace especial al Champagne y, más importante aún, cómo llamamos a sus pares fuera de la "Appellation d’Origine Contrôlée".

Fabricio Portelli y Andrés Rosberg debatieron sobre el champagne y "sus familiares".

La principal conclusión, más allá de la normativa, es que el espumoso -o Champagne- funciona siempre. Como bien citó Rosberg, Napoleón Bonaparte, un gran aficionado a la bebida, dejó una enseñanza cuando dijo: "El champagne era merecido en la victoria y necesario en la derrota".
Sin embargo, para poder celebrar correctamente, primero hay que definir las reglas.

¿Qué define a un verdadero Champagne?

El Champagne, antes que una bebida, es un nombre propio, una marca y una región. Los especialistas explicaron que, por definición, es un vino espumoso elaborado en la región de Champagne (Francia), y su elaboración está regida por normas estrictas:

  • Variedades permitidas. Principalmente Pinot Noir, Pinot Meunier y Chardonnay; aunque también están autorizadas otras como Arbane y Petit Meslier. En total son siete.
  • Método. Obligatoriamente, tiene que elaborarse mediante el método tradicional que históricamente es conocido como "méthode champenoise".
  • Crianza. Suele pasar treinta meses o más sobre lías en muchas casas. El mínimo legal para los no añada es de quince meses (al menos un año sobre lías), y los millesimé requieren plazos mayores.
Al descorchar la botella, la liberación de presión permite que el gas se agrupe y forme las características burbujas.

La batalla del nombre: de "chispeante" a "espumante"

Si bien el Champagne trascendió fronteras, en Argentina fue todo un desafío encontrar un nombre propio para las burbujas de alta calidad ya que no se podía utilizar el término francés. Propuestas hubo varias. "Incluso, acá había gente que le quería decir 'burbujeante' y gente que le quería decir 'chispeante'. Gracias a Dios ninguna de esas ideas prosperó", comentaron en el programa.

El debate más serio se centró en si llamarlo "espumoso" o "espumante". Al respecto, Rosberg admitió haber luchado durante años para corregir a quienes utilizaban este último término ya que, técnicamente, "espumante es una castellanización del italiano spumante".

Una botella de "spumante" italiano.

Finalmente, el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) y la Real Academia Española (RAE) admiten ambas formas, dando la razón a quienes abogaban por la inclusión de "espumante".

Desestacionalización: el ícono de la celebración permanente

Durante muchos años, el consumo de espumoso estuvo fuertemente estacionalizado en Argentina, reservado principalmente para las celebraciones de fin de año o eventos puntuales. Sin embargo, esta tendencia se revirtió en los últimos 10 a 15 años.

¿Cuáles fueron los factores de cambio?

  • La botella chica. Su llegada facilitó el consumo nocturno y espontáneo.
  • La labor de los sommeliers. Comunicar al espumoso como "otro tipo de vino" ayudó a verlo como compañero ideal de comidas, tablas de quesos y degustaciones.

El espumoso hoy es un vino de gran versatilidad apto para múltiples maridajes e incluso ganó terreno en momentos inusuales. En VINORAMA Rosberg preguntó, en tono de humor, "si Portelli desayunaba con Champagne"; a lo que este respondió que "en los brunch se lo sirve a menudo como Mimosa" (es decir, con jugo de naranja). También contó una anécdota personal sobre este consumo descontracturado: "Me quedé a dormir en el Lodge de Rosell Boher y, en el desayuno, a las 9 a. m., pedí una copa de Rosé en broma y me la trajeron sin ningún problema; me la tomé como un duque…", reconoció entre risas.

Los hoteles de lujo de Buenos Aires tienen la costumbre de servir espumoso durante el brunch.

Este momento simboliza la nueva realidad del espumoso: no necesita grandes eventos ni un horario estricto. Es el vino que, por su ligereza y frescura, acompaña siempre que haya algo que festejar… o simplemente porque sí.

La conclusión es clara: sea Champagne (con sus mínimos de crianza en lías) o espumante (gracias a la RAE), esta bebida es ícono de celebración y, hoy más que nunca, una elección cotidiana.

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