Caminar unas cuadras por Recoleta y doblar hacia la zona de Avenida Alvear sigue teniendo algo de película: fachadas de academicismo francés, veredas con historia y una atmósfera que la ciudad se enorgullece de conservar desde fines del siglo XIX, cuando Torcuato de Alvear trazó esa arteria que con el tiempo se volvió una de las más elegantes de Buenos Aires.
Sobre ese telón, el Palacio Basavilbaso volvió a abrir sus puertas y la postal parece salida de otra época: arañas de alabastro, boiserie restaurada, vitraux relucientes y un salón que invita a quedarse.

"Estamos devolviendo el brillo original, pieza por pieza", le cuenta a GENTE el empresario Santiago Chittaro (36) y hace una aclaración que no es menor: "No queremos que parezca nuevo: queremos que vuelva a ser lo que fue".
Una clave afectiva detrás de la reapertura
El palacio -obra vinculada a la familia Basavilbaso y con sello de Alejandro Virasoro- de 1923 pertenece desde hace más de ocho décadas al Club Sirio Libanés de Buenos Aires, y ese dato cruza la historia personal de Chittaro: "Mi mujer desde hace trece años, Ariana, que es fonoaudióloga y banca que yo trabaje 18 horas por día (Ríe), pertenece a la comunidad sirio‑libanesa y por eso me enteré al toque cuando se abrió la licitación para pujar por el edificio. Así que armamos carpeta y fuimos a fondo".

"Competimos con empresas muy importantes de la gastronomía, pero pudimos quedarnos con el proyecto porque nuestra propuesta ponía al club en el centro: eventos propios, beneficios y prioridad para sus socios", detalla sabiéndose ganador y suma: "Es que creemos que no es solo explotar un palacio; es cuidar una casa con dueños e historia".

Antes del primer café hubo meses de polvo y andamios
La historia, contada por Chittaro, tiene tanto de rescate patrimonial como de apuesta comercial.
"Hicimos un laburo de restauración muy grande, porque el palacio es hermoso pero estaba caído. Gastamos 250 mil dólares en toda la movida", reconoce mientras piensa en los vitralistas, marmoleros, evanistas y pulidores de bronce que contrataron.
"Conseguimos fotos antiguas del palacio y volvimos atrás, a lo original. Para hacerlo, recuperamos techos, limpiamos mármoles, restauramos vitreaux, arañas de alabastro y bronces. Y seguimos: cada semana aparece un detalle nuevo que se suma...". El resultado se percibe ni bien se cruza el umbral: boiserie reluciente, filetes dorados discretos, lámparas antiguas que bajan la luz justa y esa pátina amable que solo dan los edificios con biografía.

"Hay arañas y ánforas de alabastro, detalles de estilo francés por fuera y, puertas adentro, guiños de Art Nouveau… incluso símbolos de masonería escondidos en la ornamentación", comenta y despierta fascinación al pensar en esos porteños del pasado que escondían símbolos en los edificios.
Qué se vive hoy
"Desde que abrimos el 1º de septiembre estamos a full. Tenemos 35 cubiertos en la planta baja y rotan unas 250 personas por día", nos resume Santiago en otra tarde de trabajo agitada que choca con la tranquilidad que sienten los comensales cuando se sientan en sus sillas.
"La verdad, fue todo 100 por ciento orgánico. Primero vino alguien con 50 mil seguidores; a los días, otro con 300 mil; después uno con 600 mil y hasta uno con más de un millón y medio, y nadie vino de canje: pagaron, grabaron y publicaron porque les gustó. Eso ayudó mucho", dice sobre los videos que se hicieron virales en redes sociales.

"Sin embargo, lo que sostiene el día a día es el boca en boca: que prueben algo, que miren el vitral desde la mesa, que suban a un evento y digan ‘acá había que volver", reflexiona.
Un clásico porteño con una vuelta sutil
"En cuanto a la cocina, diría que es una cafetería de palacio con una propuesta clásica y moderna a la vez, ya que aportamos modernidad en la ejecución. Es una carta simple, con productos bien hechos", define el encargado de la pata gastronómica y rápidamente indica que, por más que sea un palacio, sus precios no son carísimos ni pretenden serlo: un café ronda los 5 mil pesos y una porción de torta los 10 mil.
"Pasa que nosotros queremos que venir al palacio sea un plan posible. Queremos que la gente coma rico y vuelva. Que se vuelva un hábito del barrio", confía.

Por otra parte, reconoce que en la pastelería ya se asoma un hit: "Tenemos una tarta de crema pastelera y frutos rojos con flores comestibles que se vende muchísimo".
Qué comer (y cuánto sale)
Cafetería y bebidas. La barra ofrece espresso, americanos, capuccinos, macchiatos, lates y flat whites; el ticket promedio del café ronda los 5 mil pesos. Hay limonadas, gaseosas, cervezas exprimidos de naranja y una selección de tés de hebras para la merienda.
Desayunos y meriendas. Tienen una serie de clásicos infalibles para fines de semana largos y mañanas sin prisa: Avocado toast integral ($10.000); chipá con queso crema, cebolla encurtida, eneldo y alcaparras ($8.000); bagel de trucha curada ($16.000); prensado de lomito y queso con papas rotas y rúcula ($10.000); huevos revueltos de la casa ($10.000); tostadas integrales con mermelada de frutos rojos y queso crema ($6.000); yogurt de búfala con granola casera, frutas frescas y miel ($8.500).

Pastelería y panadería. Las cookies de cacao ($7.000), red velvet ($8.000) y pistacho ($9.800) conviven con: Croissant ($6.500); croissant con lomito y queso ($8.000); pan de chocolate ($9.000); carrot cake ($8.500); budín de chocolate y avellanas ($7.000); roll de canela ($9.000); porción de torta ($10.000); cheesecake de pistacho ($12.000); baklava ($12.000); mini torta sablée de crema pastelera y frutos rojos ($8.000); .

Almuerzos. De 12 a 16 horas. Las opciones de entradas son: hummus y falafel con cebolla encurtida, pickles y lechuga ($16.000); ensalada fattoush -feta, verdes, crocantes de masa, aceitunas, tomate, pepino, perejil y menta- ($14.000); ensalada de espinaca -crema de azul, remolacha, nueces, trigo burgol- ($14.000); masa hojaldrada rellena de stracciatella con pesto, tapenade y tomates secos ($18.000). También hay principales: ensalada César ($18.000 / con pollo $22.000 / con trucha $28.000); club sandwich -pollo, panceta, tomate, lechuga, mayonesa de albahaca, papas rotas- ($18.000); pasta rellena vegetariana -anolini de espinaca y ricota- ($22.000); pesca del día con ensalada de hinojos, peras y castañas de cajú, vinagreta de limón y jengibre ($26.000); milanesa con lingüini al limón ($25.000); ojo de bife con papines y chimichurri ($32.000). ¿Cuáles son los postres? Baklava ($11.000); flan con dulce de leche ($8.000); torta del día ($10.000).
"Queremos que el palacio vuelva a ser un punto de encuentro"
Le confiesa a GENTE el argentino que comparte sociedad con los hermanos Juan Andrés Ávila (comercial) y Pablo Ávila (administración), y que tiene la concesión firmada por más de diez años.

Además, revela que este es apenas el puntapié del proyecto: en la planta baja continuará la cafetería de especialidad con pastelería propia y una carta de almuerzos simples. Luego, en el primer piso seguirá en función el salón de eventos que ya recibe desde reuniones diplomáticas hasta casamientos y eventos de moda -"hace un par de semanas hicimos el cierre del Fashion Week con Vidal Rivas"-.
Y las novedades -que muchos vecinos no imaginan- estarán en los pisos superiores: en el segundo piso estará el restaurant‑bar que se llamará STUD, y en la terraza nacerá un rooftop con impronta nocturna.

"La idea es que convivan el patrimonio y la vida cotidiana: que puedas tomar un café en una sala con vitraux y que a la noche puedas asistir a un evento o a un concierto", sueña Chittaro desde su lugar de ensueño.

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