El 31 de agosto de 1997, a las 00:25 de la madrugada, un automóvil Mercedes-Benz S280 se estrelló contra una columna del túnel del Alma en París. En el asiento trasero viajaba una de las mujeres más queridas del siglo XX: Lady Diana Spencer. Tenía 36 años. El mundo entero quedó paralizado. Ella, que había sido princesa de Gales, madre de los herederos al trono y el rostro más humano de la realeza británica, moría mientras huía -literalmente- de los flashes.
A 28 años de esa noche trágica, su imagen sigue viva. Pero su historia no puede comprenderse sin la otra gran figura que marcó su existencia y, sobre todo, la de Carlos III: Camilla Parker Bowles. Dos mujeres, un mismo hombre. Dos formas opuestas de amar, de formar parte de la familia real, de relacionarse con el poder, el dolor y la exposición pública.
Estas son las 15 diferencias más profundas y documentadas entre “la princesa del pueblo” y la actual reina consorte del Reino Unido.
1. Orígenes y cuna


Diana Frances Spencer nació el 1° de julio de 1961 en Park House, Sandringham, Norfolk, en el seno de una familia noble británica, hija del vizconde John Spencer. Su infancia transcurrió en un entorno aristocrático, aunque marcada por el divorcio de sus padres. Camilla Rosemary Shand, en cambio, nació el 17 de julio de 1947 en King’s College Hospital, Londres. Aunque también de familia acomodada, su linaje era más terrenal: su padre fue un oficial del ejército y corredor de bolsa. “Yo fui educada para no llamar demasiado la atención”, recordaría Camilla en una entrevista con The Mail on Sunday. Diana, en cambio, desde niña fue percibida como una figura luminosa, aun sin buscarlo. “Siempre me sentí diferente, como si el mundo me mirara con otros ojos”, confesó en sus cintas privadas grabadas para el periodista Andrew Morton. La diferencia de 14 años entre ambas también marcaría la forma en que vivieron su vínculo con Carlos.
2. Educación y formación


Diana fue enviada a diversos colegios exclusivos, como el West Heath Girls' School y el Institut Alpin Videmanette en Suiza. No completó estudios universitarios, pero se destacaba en danza y tenía una sensibilidad especial hacia lo social. Camilla estudió en Queen's Gate School y luego en el Institut Britannique en París. Tenía una formación más clásica, orientada a la literatura y la pintura. “Yo era muy buena para la lectura, podía pasar horas con un libro en la mano”, declaró Camilla en un evento educativo en Clarence House. A Diana, en cambio, la conmovían las personas. “Cuando veo sufrimiento, siento que debo estar ahí”, dijo durante su histórica visita a un hospital de VIH en 1987. Esa diferencia intelectual también influyó en cómo enfrentaron el protocolo real: Camilla lo navegó con calma; Diana, con angustia.
3. Primer encuentro con Carlos


Camilla conoció al entonces príncipe Carlos en 1970, en un partido de polo en Windsor. Tenían gustos similares, como la caza, la jardinería y el humor británico. Su relación fue inmediata y, según allegados reales, intensa. “Simplemente me hacía reír todo el tiempo”, le contó Camilla a su biógrafo oficial, Gyles Brandreth. Diana, en cambio, conoció a Carlos en 1977, cuando ella tenía 16 años y él salía con su hermana Sarah. La diferencia de edad -13 años- fue notoria. Diana se sintió encantada por el futuro rey, pero el vínculo nació más desde la fascinación que desde la complicidad. “Me sentía como una niña tratando de agradarle a un adulto”, le confesó Diana a su terapeuta. El amor de Camilla era terrenal y maduro; el de Diana, idealizado y vulnerable.
4. Carácter y temperamento


Diana era emocional, empática, impulsiva. “Mi corazón gobierna mi cabeza”, declaró en la famosa entrevista con la BBC en 1995. Su sensibilidad era su mayor virtud, pero también su talón de Aquiles. Camilla, por su parte, se mostró siempre serena, pragmática, con un sentido del humor a prueba de crisis. “Camilla es una roca”, llegó a decir el propio Carlos en una carta privada. Mientras Diana se consumía emocionalmente ante la presión pública, Camilla prefería mantenerse en un segundo plano. La exposición mediática era veneno para una y un escudo para la otra. “Había días en que no podía levantarme de la cama por lo que los diarios decían de mí”, contó Diana en sus memorias. Camilla, en contraste, aprendió a ignorarlos.
5. Relación con la prensa


Distante ante los medios, Parker sólo se la ha retratado en escenas reales de su vida. Aquí con Kate Middleton y el príncipe Jorge.
Lady Di fue amada por los medios y, al mismo tiempo, víctima de ellos. Su imagen vendía millones de ejemplares. “No me seguían por lo que hacía, sino por cómo me veía y con quién hablaba”, se quejaba. Camilla, en cambio, fue retratada durante años como “la tercera en discordia”. El apodo “la Rottweiler” que usó un tabloide refleja el nivel de hostilidad. Sin embargo, supo resistir. No ofreció entrevistas explosivas ni se dejó llevar por las cámaras. “Aprendí a mantenerme al margen y dejar que el tiempo hable”, dijo en una de sus escasas declaraciones públicas. Diana utilizó los medios como arma; Camilla, como estrategia de resistencia pasiva. Hoy, la percepción mediática ha cambiado: una es un ícono inmortal, la otra una figura institucional aceptada.
6. El rol maternal


Diana fue madre de los príncipes William (nacido el 21 de junio de 1982) y Harry (el 15 de septiembre de 1984), y redefinió el rol de maternidad en la familia real. Fue ella quien rompió protocolos llevando a sus hijos a parques de diversiones, al colegio, incluso a visitar hospitales. “Quiero que crezcan con emociones reales, no entre muros de mármol”, dijo en una entrevista. Camilla, en cambio, fue madre de Tom y Laura (nacidos en 1974 y 1978, fruto de su matrimonio con Andrew Parker Bowles). Su maternidad resultó más tradicional y menos expuesta. La diferencia no solo fue generacional, sino filosófica. Carlos reconoció en más de una ocasión que la influencia de Diana cambió la manera en que él mismo se relacionó con sus hijos: “Ella me enseñó la importancia de escuchar, incluso en silencio”.
7. La imagen pública y el carisma


Diana contaba con un magnetismo difícil de explicar. Bastaba que entrara a una sala para que todas las miradas se volcaran hacia ella. “Tenía un halo, como una luz propia”, diría posteriormente Elton John. Camilla, en cambio, nunca buscó ser el centro de atención, acudiendo a un modo más discreto, basado en el humor, la cercanía y la complicidad privada. “A veces, el encanto está en no decir nada”, bromeó ella en una entrega de premios. Esta diferencia explica por qué una fue querida como estrella pop y la otra respetada como figura de Estado. Lady Di conectaba emocionalmente con las masas; Camilla construyó su imagen desde el bajo perfil y la constancia.
8. El vínculo con la realeza y sus reglas


Diana entró a la familia real con 20 años y poco conocimiento del aparato institucional que la esperaba. “Fue como meterme a una jaula dorada”, dijo en la BBC. Su adaptación fue dolorosa. Camilla, en cambio, entró por la puerta de atrás y con décadas de experiencia social. Conocía las normas, los códigos, los silencios. “La realeza es más una cuestión de saber estar que de saber hablar”, explicó una vez. Mientras Diana cuestionaba las estructuras, Camilla las aceptaba como un escenario inevitable. Carlos, en más de una oportunidad, expresó su alivio por tener a su lado a alguien “que comprende la maquinaria y no se asusta de ella”.
9. Compromiso con causas sociales


Diana fue pionera en acercarse a causas difíciles: el VIH, la lepra, las minas antipersonales. “Donde hay dolor, ahí quiero estar”, expresó durante su visita a Angola en 1997. Camilla, por su parte, eligió abocarse a temas más estructurales y silenciosos: la violencia doméstica, la alfabetización, el cáncer de huesos. “No siempre se trata de hacer ruido, a veces el cambio viene desde lo invisible”, explicó en una visita a un centro de mujeres. Ambas marcaron huella, pero desde trincheras distintas: Diana con exposición y riesgo; Camilla con constancia y bajo perfil.
10. Reacción ante el escándalo


El “Camillagate” o "Tampongate" de 1993, en el que se filtraron llamadas íntimas entre Carlos y Camilla, fue un escándalo sin precedentes. Diana lo enfrentó con una mezcla de furia y tristeza. “Éramos tres en este matrimonio, así que estaba un poco lleno”, lanzó en la entrevista con Martin Bashir. Camilla optó por el silencio. Se refugió en su familia y evitó aparecer públicamente durante meses. Esa diferencia en el modo de afrontar la crisis reveló personalidades opuestas: una volcánica, la otra contenida. Carlos, en su biografía autorizada, admitió que ambos modos lo afectaron: “Diana me confrontaba; Camilla me comprendía”.
11. Relación con la familia Windsor


Diana tuvo una relación compleja con Isabel II y con varios miembros de la familia real. “Sentía que no encajaba, como si hablara un idioma distinto”, dijo a su biógrafo. Camilla, en cambio, construyó una relación de respeto con la reina, quien con el tiempo la aceptó. Isabel incluso declaró en 2022, poco antes de fallecer,, durante el Jubileo de Platino, que su deseo era que Camilla fuera reconocida como “reina consorte” al ascenso de Carlos. Esa bendición selló una aceptación institucional que Diana nunca tuvo. La diferencia no es menor: una fue un cuerpo extraño; la otra, una pieza integrada al sistema.
12. Matrimonios y divorcios





Diana y Carlos se casaron el 29 de julio de 1981 y se divorciaron oficialmente el 28 de agosto de 1996. Su boda fue televisada y seguida por más de 750 millones de personas. El matrimonio con Camilla, en cambio, fue civil, discreto y sin cobertura masiva, el 9 de abril de 2005. “Aprendí que el amor maduro no necesita fuegos artificiales, sino tiempo”, dijo Camilla ese día. Diana soñaba con un cuento de hadas; Camilla vivió una historia de espera. Los finales también son reflejo de las diferencias en sus modos de vincularse.
13. Estilo personal


Diana se convirtió en ícono de la moda. Trabajó con diseñadores como Catherine Walker y Versace. Sus looks marcaron tendencia y fueron vehículo de expresión. “La ropa también puede hablar cuando vos no podés”, dijo tras su separación. Camilla, en cambio, mantuvo un estilo sobrio, clásico, sin grandes estridencias. Prefiere los sombreros amplios, los colores neutros y los trajes con líneas simples. Su forma de vestir es coherente con su perfil: bajo y firme. Una se reinventaba y reinventa con cada outfit; la otra se mantenía fiel a su impronta tradicional.
14. Popularidad y legado


Diana es, aún hoy, un ícono global. Su figura es evocada en documentales, series, canciones y obras de arte. Su muerte generó una ola de dolor pocas veces vista. Camilla, en cambio, logró revertir una imagen negativa para convertirse en una reina consorte respetada, aunque nunca idolatrada. “No estoy aquí para ser adorada, sino para acompañar”, dijo con franqueza. El legado de Diana es emocional; el de Camilla, institucional. Ambos, sin embargo, marcaron la historia.
15. Su vínculo con Carlos III


Diana y Carlos fueron, en muchos sentidos, incompatibles. Ella quería amor romántico; él, estabilidad. “Nunca hubo verdadera cercanía, solo compromiso institucional”, escribió Diana en una carta. Con Camilla, Carlos encontró esa complicidad que nunca tuvo con su primera esposa. “Ella me hace sentir en casa, incluso cuando todo lo demás arde”, confesó en una entrevista de 2010. La gran diferencia no es solo quién estuvo con él, sino cómo lo acompañó en cada etapa. Diana fue la llama que iluminó y consumió; Camilla, el fuego constante que resistió la tormenta.
Fotos: Archivo Atlántida
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