Cuidar la piel es parte esencial del bienestar y la estética personal, pero incluso con la mejor intención, es fácil cometer errores que terminan perjudicándola. Muchas veces seguimos consejos de redes sociales o adoptamos rutinas que no están adaptadas a nuestro tipo de piel, y eso puede traer más problemas que beneficios.
Uno de los errores más comunes es lavar la cara con demasiada frecuencia o con productos muy agresivos. Si bien la limpieza es clave, hacerlo más de dos veces al día o usar jabones con alto contenido de sulfatos puede eliminar los aceites naturales que protegen la piel, dejándola seca e irritada. La clave está en elegir un limpiador suave y respetuoso con el pH del rostro.
Otro hábito que suele pasar desapercibido es no usar protector solar todos los días. Muchas personas creen que solo es necesario en verano o cuando hay sol directo, pero los rayos UV atraviesan las nubes y las ventanas. No aplicar protección solar acelera el envejecimiento prematuro y aumenta el riesgo de manchas. Los dermatólogos recomiendan un FPS 30 o superior, incluso en días nublados o si estamos en interiores.
Un tercer error frecuente es abusar de productos exfoliantes o con ácidos. Estas fórmulas son efectivas para renovar la piel y mejorar la textura, pero si se usan en exceso pueden causar irritación, descamación y hasta brotes de acné. Lo ideal es exfoliar una o dos veces por semana y siempre hidratar después para mantener el equilibrio cutáneo.
Además, muchas personas no hidratan su piel correctamente. Creer que la piel grasa no necesita humectación es un mito muy extendido. En realidad, todos los tipos de piel requieren hidratación; solo hay que elegir el producto adecuado, con texturas más ligeras para pieles mixtas o grasas y fórmulas más ricas para pieles secas.
Por último, otro error frecuente es probar demasiados productos a la vez. Cambiar constantemente la rutina o aplicar varios cosméticos nuevos juntos dificulta saber cuál funciona y cuál puede estar causando irritación. Lo recomendable es introducir un producto a la vez y darle tiempo para evaluar sus efectos.
Corregir estos hábitos es más simple de lo que parece. Con una rutina básica —limpieza, hidratación y protección solar— adaptada a cada tipo de piel, y evitando los excesos, es posible lograr un rostro más saludable y luminoso sin complicaciones.
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