Durante los últimos años, las redes sociales y las tendencias de bienestar popularizaron el concepto del “sleep divorce” —o divorcio del sueño—, una práctica que consiste en dormir separados de la pareja para priorizar el descanso y reducir el estrés nocturno.
Sin embargo, una reciente investigación publicada en la revista BMC Public Health volvió a poner el tema bajo la lupa: ¿puede la distancia nocturna enfriar también la relación emocional?
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El estudio, realizado en Taiwán sobre más de 800 parejas mayores, analizó cómo el sueño compartido (o no) influye en el bienestar psicológico. Los resultados fueron claros: quienes dormían en habitaciones separadas presentaban menores niveles de felicidad, satisfacción vital y sentido de realización personal que aquellos que compartían la cama. Según los investigadores, dormir juntos no solo refuerza la rutina compartida, sino también la sensación de compañía y seguridad emocional.

“Dormir al lado de alguien que amamos activa mecanismos de calma y apego”, explicó la especialista en sueño Wendy Troxel, autora del libro Sharing the Covers. “El contacto físico nocturno, como los abrazos o el roce, estimula la liberación de oxitocina —la hormona del amor— y ayuda a reducir el estrés”.
No obstante, Troxel advierte que no existe una fórmula universal: “Para algunas parejas, compartir la cama significa conexión; para otras, implica noches sin dormir, ronquidos o diferencias en la temperatura corporal. Lo importante es que la decisión se tome desde la comunicación y el consenso, no desde la frustración”.

En el norte de Europa, por ejemplo, el método escandinavo del sueño ha ganado popularidad como punto medio: dos edredones individuales en una misma cama, que permiten el contacto sin sacrificar el confort. Una alternativa que, para muchos, ofrece lo mejor de ambos mundos.
Mientras tanto, los expertos coinciden en un punto: la falta de sueño crónica afecta directamente la empatía, el humor y la paciencia, pilares esenciales de cualquier vínculo amoroso. Así, más allá del tamaño del colchón o del número de frazadas, el verdadero desafío de las parejas modernas parece ser encontrar el equilibrio entre el descanso personal y la intimidad compartida.

