Es argentino, tiene 53 años y hace 12 vive en Sudáfrica. Se postuló como voluntario para que le aplicaran una de las vacunas contra COVID-19 que ya entró en fase de prueba clínica.
“Me ofrecí, me aceptaron y en mi primera visita recibí un llamado de Savita, que quería que le comprara pan. Recién ahí le conté lo que estaba haciendo”, relata Pablo Andrés Berra (53). Él es argentino, pero hace 12 años vive en Gerardsville, una localidad de Gauteng que queda a más o menos una hora de ruta de Johannesburgo. Savita es su pareja. Se conocieron hace 30 años en Israel, a donde ambos estaba realizando voluntariado.
Ella es directora de una escuela Montessori que hay en la localidad, él aparte de trabajar como docente en la misma se dedica a actividades rurales. “Estas semanas estoy preparando el campo para sembrar. Eso nos ayuda un poco en la economía del hogar en estos tiempos de pandemia, ya que la escuela está cerrada desde marzo y nos ha afectado muy fuerte en la economía”, comenta.
“La familia de mi esposa me dijo que no debí hacerlo. Pero no tengo miedo”
Pablo Andrés Berra
La pandemia de coronavirus en Sudáfrica
Señala que se declararon los primeros casos Sudáfrica apeló a una cuarentena flexible. “Las primeras cinco semanas fue más estricta y unos 3 millones de trabajadores perdieron su empleo”, señala. Agrega: “Aquí hay muchos asentamientos informales, pequeñas casas de chapa donde no hicieron caso a las recomendaciones de salud. Recién cuando la gente empezó a ver que sus conocidos tenían coronavirus, empezó a hacer caso a las recomendaciones de los profesionales de la salud y el gobierno. Pero ya era tarde y el virus se había desparramado: somos el quinto país con mayor cantidad de casos”.
“El gobierno siempre ha sostenido la misma postura: el virus está y se queda por mucho tiempo, las proporciones de contagiados en todos los países más tarde o más temprano terminan siendo las mismas, o sea que las cuarentenas deben ser flexibles y no estrictas”, reflexiona.
“Obviamente el gran problema es la disponibilidad de camas en los hospitales. En el caso de mi familia, mi señora tiene un serio problema de salud, con orden de internación urgente desde abril, y todos los meses la pasan al siguiente. Seguimos esperando y la situación del coronavirus es cada día peor”, explica.
“A pesar de ello, estoy más de acuerdo con la postura sudafricana que con la argentina: aquí siempre se le dijo la verdad de la situación a los habitantes y es mejor enfrentar al virus que quedarse en casa. Sin trabajo no hay vida”, sostiene.
Y enseguida añade: “si bien aún no ha sido aprobada ninguna vacuna, la de Oxford -si sigue todo saliendo tan bien como hasta ahora- estará en la calle durante el primer trimestre de 2021. Y por eso pienso que es más sano enfrentar al virus que quedarse encerrado doce meses esperando a que llegue la vacuna”.
Por qué decidió postularse para probar la vacuna contra el coronavirus
Pablo quiere ser parte de la nueva era. Y se postuló como voluntario para participar en la Fase III de prueba clínica de esa vacuna. “Tuve varias razones. Supongo que hay algo innato, que corre por mis venas, como genético: una necesidad imperiosa de ayudar al otro. Creo que la raíz está en la muerte de mi hermana melliza a los 9 años tras una tragedia familiar”, piensa.
“Me ofrecí como voluntario cuando estuve seguro en donde me metía. Atrás de esta vacuna están la Universidad de Oxford, la Universidad de Witts en Sudafrica, el gobierno de Inglaterra, la Fundación Gates, el laboratorio AstraZeneca, nombres importantes que no jugarían con la vida de los voluntarios. Además ya sabía que esta vacuna durante las fases previas no había producido ningún efecto secundario. Entonces era tirarme a la pileta sabiendola llena. Jamás he sentido miedo alguno, ni llegué a considerar que algo podría pasarme”, explica seguro de haber tomado una buena decisión.
En Sudáfrica la vacuna será testeada en 2020 personas, de las cuáles 50 deben tener HIV con el objeto de probar la efectividad de la misma en grupos de riesgo. Los demás voluntarios deben ser personas de entre 18 y 65 años, que no hayan tenido Hepatitis B, no tengan obesidad ni estén cursando un embarazo.
“Rechazaron a un 20 por ciento de los voluntarios porque ya tenían anticuerpos para COVID-19. Habían tenido la enfermedad sin saberlo”, exclama. Luego de una batería de estudios y dos semanas de espera, lo llamaron para recibir la primera dosis.
“La mitad de los postulantes recibe placebo. Ni la doctora ni el voluntario sabe que te ha tocado en suerte, si el agua con sal o la vacuna verdadera. Si nos dijeron que cuando sea aprobada la vacuna, llamaran a todos los voluntarios que recibieron el placebo para aplicarle la vacuna real. Ahí recién me enteraré que he recibido”, concluye.
En Argentina
Los voceros del laboratorio AstraZeneca que está detrás de la vacuna COVID-19 AZD1222, señalaron que la misma “mostró respuesta inmunes sólidas en todos los participantes en el ensayo de fase I/II. Los datos preliminares mostraron fuertes respuestas de anticuerpos y células T”.
Los resultados de la prueba fueron publicados en The Lancet y confirmaron que una única dosis “resultó en un aumento de cuatro veces en los anticuerpos contra la proteína del pico del virus SARS-CoV-2 en el 95% de los participantes un mes después de la inyección. En todos los participantes, se indujo una respuesta de células T, que alcanzó su punto máximo el día 14, y se mantuvo dos meses después de la inyección”.
Manifestaron que las reacciones locales y sistémicas son comparables a las de otras vacunas adenovirales. También adelantaron que los ensayos de Fase III se están realizando en Reino Unido, Brasil, Sudáfrica y comenzarán próximamente en Estados Unidos. “Los ensayos determinarán qué tan bien protegerá la vacuna contra la enfermedad COVID-19 y medirán la seguridad y las respuestas inmunes en diferentes rangos de edad y en varias dosis”, explicaron desde el laboratorio.