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“Colgué las plumas porque me aburrí de ser vedette”

Publicado por
Redacción Gente

Tiene formación de bailarina clásica. Alguna vez compartió escenario con Julio Bocca. Después hizo escuela en el teatro de revistas junto a Enrique Pinti. Y se convirtió en una de las vedettes argentinas con más recursos. Su fama pronto trascendió los límites del país. En París desplegó su talento sobre las tablas del mítico Moulin Rouge. Y en España descubrió su escote para la revista Interviú. Ahora está tendida sobre el escenario del teatro Maipo. De frente a cámaras, con sus piernas alineadas en 180 grados. Hace horas aterrizó en Ezeiza, luego de presentar su espectáculo en Brasil. Desde aquella posición, sugiere: “Cuando quieras comenzamos la entrevista”.

–Ahora mismo. ¿Cuántos años tiene, Laura?
–La edad es psicológica. Nunca la digo. Tengo los años que la gente quiera. ¿Acaso importa?

–¿Por qué mientras todas las modelos y vedettes buscan fama y dólares en Chile, usted llevó su espectáculo a Brasil?

–¡Yo voy siempre a contramano del mundo! Viajé a San Pablo con mi compañía para participar de un show en el Olympia, un estadio como el Luna Park en el que se celebran galas impresionantes. Compartí escenario con el cantante Jorge Durán, y nos despidieron con aplausos.

–Desde los programas la presentaron como “A mais nova estrela do pop argentino”. ¿Dónde quedó la vedette?
–Colgué las plumas para hacer un show musical. En este nuevo espectáculo bailo flamenco, funky, blues y un cuadro tipo cabaret. Yo soy una persona que se aburre fácilmente. Me aburrí de la vedette, así que siempre estoy en la búsqueda de nuevos desafíos.

–¿Acaso ya nunca volveremos a verla en el teatro de revistas?
–Quizás dentro de dos años. No reniego de mi trabajo como vedette. La revista me hizo popular y me dio la posibilidad de trabajar cuatro años en el Maipo con Enrique Pinti. Pero ahora estoy en otra. Además, es bueno dejar paso a las chicas nuevas.

–Siempre se dice que ya no hay vedettes. ¿Qué es lo que pretenden de una vedette?
–El año pasado trabajé en el Moulin Rouge de París. Ellos tienen parámetros bien determinados para elegir a sus chicas. Si no medís más de un metro setenta, ni siquiera te presentes. Nadie te va a dar bola, aunque tengas un lomazo. Si estás por encima de esa altura, recién ahí te hacen una audición. Tenés que pasar pruebas de baile, canto y actuación. La danza es fundamental. Yo sé que esto suena obvio, pero acá hay chicas que no saben moverse en un escena. Para ser vedette no alcanza con pararte sobre un escenario, sacar pecho y decir: “Miren las lolas que tengo”.

–No hay muchas chicas en la calle Corrientes que encajen en esos parámetros.
–No muchas, ¿no? Pero ellas no tienen la culpa. Cada una hace lo que puede. Yo siempre digo: “Si sos mona pero no sabés hacer nada, anotáte en una agencia de modelos”.

–¿Cómo logró sobrevivir en el ambiente sin participar de las repetidas “guerras de vedettes”?
–Yo no me meto con nadie, porque estoy muy segura de mi talento. Si me molestan, puedo mostrar las garras. Pero prefiero concentrarme en mi trabajo. A mí nadie me regaló nada. Elegí el camino del trabajo y todo me costó más que a la mayoría.

–Con un escándalo o un romance bien promocionado podría haber acortado camino.
–¡Miles de años! Más de una vez me dijeron: “Laura, ¿por qué no te inventamos un romance para tener un poquito más de prensa?”. Pero yo no sirvo para eso. Además, ¿cuánto dura? También me encararon miles de piratas…

–¿A qué llama “piratas”?
–A esos productores que se presentan como si fuesen Spielberg y resultan ser lo menos.

–¿Qué es lo más absurdo que le propusieron?
–Montarme un espectáculo en el que yo llegaba al escenario desde un helicóptero, entre fuegos artificiales. ¡Y después resultó que no era un helicóptero, sino que yo bajaba de un árbol con chasquibúm en la mano! Odio a los que juegan con los sueños de la gente.

–¿Cuál es su estado civil actual, Laura?
–Soltera, sin novio.

–¿Puede explicarlo?
–Todavía no apareció el hombre indicado. Así de simple.

–Pero le deben aparecer de a montones, todo el tiempo...
–He tenido mis novios, pero ahora estoy sola. Y tengo muchas ganas de enamorarme, compartir cada momento con un hombre. Cuando terminé mi show en San Pablo, salí a festejar con mis bailarines. Pero cuando volví al hotel y cerré la puerta de la habitación sentí un vacío enorme.

–¿Acaso los hombres no se le animan?
–Se animan. Aunque a veces les cuesta llegar, porque se inhiben un poco. Lo que pasa es que en este ambiente hay muchas que se creen inalcanzables. Es gente que no entiende que el único ser superior es Dios. Pero yo soy una persona muy accesible. Me saco el traje de estrella cada vez que me bajo del escenario.

–Se ha sacado algo más que el traje de estrella sobre el escenario, Laura.
–¡Más que un topless no hice!

–No es poca cosa.
–(Ríe) Hice topless en el Maipo y también para una tapa de la revista Interviú. Acá me ofrecieron hacer Playboy, pero nunca llegamos a un acuerdo. No me interesa desnudarme porque sí, para tener promoción. ¿Te imaginás el título de una revista que diga: “Laura Fidalgo les presenta sus lolas”? No tengo problemas en sacarme la ropa dentro de un marco artístico. De todas formas, me parece más sensual insinuar que mostrar. Un bretel caído seduce más que un par de lolas, ¿o no? A mí me encanta seducir a hombres y mujeres.

–Imagino que no tiene dificultad para seducir a los hombres.
–No es difícil, obvio. Yo me siento muy mujer y creo que tengo armas para seducir. Soy muy apasionada, muy visceral. Tengo el rasgo de mujer guerrera, luchadora, que va siempre para adelante. Seguramente, debo haber sido hombre en otra vida.

–¿Acaso cree en vidas pasadas?
–Sí, aunque jamás investigué demasiado. Yo soy una persona de mucha fe. Creo en un ser superior y en la Virgen, que se me apareció cuando tenía diez años.

–¡¿Perdón?!
–Es verdad. Yo estaba en mi casa de Flores, acostada al lado de mi hermano, y la Virgen se me apareció sobre mis pies. Abrí los ojos y la vi: tenía las manos juntas en el pecho y movía la cabeza. Empecé a gritar. “¡Mamá, la Virgen!”. Entonces desapareció, de arriba hacia abajo. Al día siguiente, mamá me llevó al colegio La Misericordia, de Flores, y hablamos con las monjas. Las monjitas me dijeron que se trataba de una protección de la Virgen hacia mí. ¿Suena increíble? Yo cuento lo que viví. Todos tenemos que tener fe. Creo en la reencarnación. En otras vidas vamos armando nuestra cara y nuestro cuerpo actual.

–También en los quirófanos…
–Estoy a favor de las cirugías, siempre y cuando no se vuelvan compulsivas. Pero todavía no me hice nada.

–¿Acaso esa nariz perfecta es suya?
–No es perfecta. Me la torcí en un accidente de auto. Y después se me cayó el telón del Maipo encima. ¡Si hasta tengo un bulto en la punta! ¿Los labios? Ni preguntes, porque son míos. Si querés te muestro una foto de chiquita y vas a ver que estoy igual.

Laura brilló durante cuatro años en el teatro Maipú junto a Enrique Pinti. Ahora tiene su propia compañía y en el verano va a estrenar su espectáculo Laura Fidalgo Hoy.

Al Moulin Rouge de París, si no medís más de un metro setenta ni siquiera te presentes. Tenés que pasar pruebas de baile, canto y actuación. Acá hay chicas que no saben moverse. Para ser vedette no alcanza con pararte sobre un escenario, sacar pecho y decir: ‘Miren las lolas que tengo’”.


Estoy sola, pero me siento muy mujer y creo que tengo armas para seducir. Soy apasionada, una mujer guerrera que va siempre para adelante. Creo en la reencarnación: debo haber sido hombre en otra vida