Categorias: Actualidad

“Con mis canciones siento la melancolía tanguera y urbana de mi papá”

Publicado por
Redacción Gente

Se descalza y deja los zapatos en la manera fortuita que les tocó caer. Va a la cocina. Prepara un mate y llena un termo. En su departamento de Recoleta, Antonio Birabent (38) se muestra tal como es. Sin divismos, aunque podría tenerlos con todo su derecho. Como actor se destacó en cine, con títulos como Tango feroz, El impostor, Lisboa y Pequeños milagros. En televisión brilló en series como Verdad/consecuencia, Epitafios y Mujeres asesinas. Y en un repaso de su carrera como cantante y compositor, su nombre ya tenía un lugar en la historia del rock aún antes de dar sus primeros pasos como artista. Su papá, Mauricio Birabent, Moris para el planeta rock, fundó Los Beatniks –la banda que grabó el primer simple del rock argentino: Rebelde–.

Criado entre guitarras y partituras, Antonio descubrió su vocación. La misma que lo llevó a grabar once discos hasta llegar al más reciente, Demoliciones. Con 13 años de trayectoria, define a su nuevo material como “un trabajo integral. Logré una síntesis de los anteriores. Si alguien me dice que nunca escuchó algo mío, le mostraría este disco. Es un buen DNI de lo que hago”.


–¿Qué te lleva a ser un hombre sensible a la ciudad?
–Tengo una relación muy cercana con lo que me rodea. Eso es, en principio, el ciudadano, lo urbano, los hombres y mujeres. La ciudad me inspira mucho desde sus contradicciones: hay brutalidad y violencia, pero también existen personas como Jorge Luis Borges, Astor Piazzolla. En esa contradicción, me siento catapultado a escribir esas canciones.

–En tu disco no sólo insistís con Buenos Aires, sino que también nombrás a Córdoba y a Montevideo.
–Sí, es que para mí es como la Santísima Trinidad. Alguna vez pensé que existe un lugar equidistante, secreto y fantástico que mezcla esos tres lugares.


–Si existiera, ¿vivirías ahí o sería demasiado perfecta?
–Soy bastante móvil. Viajo mucho, pero vuelvo. Una de las canciones, Sos verano, justamente habla de eso: “Pensé un plan para quedarme, sin moverme más de aquí, sin viajar hacia ninguna parte”.Parece una declaración de amor hacia una mujer, pero le hablo a la ciudad. Buenos Aires es fantástica pero cansadora, Montevideo no lo es y Córdoba tiene un contacto directo con la naturaleza. Sería una mezcla explosiva…

–Veo que la inspiración te asalta… No es algo premeditado frente a una hoja en blanco.
–Es verdad. Puedo estar leyendo y de repente escribir frases en el libro. ¿No me creés? (Abre una página al azar de Escritos sobre literatura argentina, de Beatriz Sarlo, y lo demuestra). Me asalta una palabra y me lleva a una canción. Cuando vuelva a ver esa anotación quiero sentir lo mismo que me llevó a escribirla. Algo exterior me invade y me doy cuenta de que ahí hay una canción. Hay un espíritu nostálgico muy grande dentro de mí. En realidad, la palabra es evocación. Me gusta evocar cosas. Tengo la idea de que si estoy despierto, atento y con disciplina… algo que no tengo, podría escribir muchísimo más de lo que escribo.

–En Demoliciones te diste el gusto de componerle un tema a tu novia (Cecilia Peckaitis, modelo y ex conductora de MTV)…
–Sí, fue algo muy lindo. Es una declaración amorosa pública y por otro lado es una canción. Me sentí muy bien cuando la escribía. Me pasó algo muy común: Cecilia había encontrado el sueño y yo estaba en la inquietud de la noche. Me quedé mirándola y después empecé a escribir.

–Desde tu primer disco en 1994, ¿dónde sentís que creciste?
–Puedo transmitir mejor lo que siento. Puedo llegar a crear un disco y a escribir una canción con más pureza y fidelidad. Lo que originalmente nació en mi cabeza, lo puedo trasladar con mayor precisión al papel y a la guitarra.

–Sos muy despojado del qué dirán, ¿no?
–Eso es algo que gané con el tiempo. Tengo más seguridad en todo lo que hago y cómo lo hago. Hay gente que ama mi trabajo y hay otra que no tiene la más mínima idea. Esa mirada exterior me afecta hasta cierto punto. Sé que voy a seguir haciendo discos y canciones. Cuanto más me fije en mi motivación, más cerca del placer voy a estar. La mirada exterior también me interesa, porque si no, no sacaría discos.

–¿Qué sentís que heredaste de tu papá?
–Cuando leo mis letras, me doy cuenta de esas tres condiciones que llevo en la sangre y que hacen a mis canciones y a mi música: esa melancolía, tanguera y urbana, propia de él. Lo que hacía él, lo estoy haciendo yo treinta años después, en otra situación de tiempo y espacio. Me encanta saber que viene de un lugar que no lo bajé de internet.

–Hablamos sólo del músico. Y el actor, ¿dónde quedó?
–(Hace que lo busca y se vuelve a poner serio) Hay una diferencia clave: a la música no tengo que salir a buscarla, porque está en mi entorno mas íntimo. En la actuación alguien me tiene que buscar, y yo elijo. No me alejo de lo actoral, pero no es lo que yo propongo. En diez años hubiera hecho muchas películas, pero no me interesaron. Mi condición de músico me hizo ser una persona más selectiva. Tener una genética musical hace que lo actoral lo piense mucho.

Antonio se presentó por primera vez al público a los 18 años, como guitarrista en la banda de su papá. Y su mamá, Inés González Fraga, es su manager.

“Cuando escribo, algo exterior me invade, me asalta y me doy cuenta de que por ahí hay una canción. La composición no depende tanto de lo que sucede o del entorno, sino de mi atención”.

Birabent y su guitarra, en su casa de Recoleta. Esta semana presenta su disco Demoliciones en La Trastienda.