Son las dos de la tarde. Por primera vez en una semana, el sol pega de lleno contra la nieve blanda del Cerro Castor. Sebastián Estevanez y su familia (o sea, su mujer Ivana Saccani –29– y los pequeños Francesca –6– y Benicio –3–) hacen un stop para almorzar en Terrazas del Castor. "Con ésta, ya vine catorce temporadas a Ushuaia. La primera vez fue en el '99, cuando hacía Los buscas: yo era el Beto Santana y la traía a la doctora a esta nieve del fin del mundo", recuerda Sebastián, de vacaciones con todo el clan. Los Estevanez pararon en una cabaña de la base misma de este centro de esquí, el más austral del planeta, y aprovecharon cada día a pleno. Ahora, mientras espera su almuerzo, el actor se corre de la mesa familiar para charlar con GENTE. Se sienta en una baranda y disfruta el paisaje desde los 420 metros de altura que separan su posición de la base. A diferencia de otros actores, a él le encanta hablar de su familia. Como si sintiera cierto orgullo cuando lo hace. También se emociona bastante fácilmente cuando habla de ellos. La cosa empieza así: "Con Ivana somos padres relajados. Igual, estamos muy encima de los chicos. Hoy desayunamos, los fui a ver un rato a la escuela de esquí y los dejé con los profes. Al mediodía volví a buscarlos. A mí me encanta darles todo esto que no tuve yo cuando era chico. Pero también tienen que saber que la vida no es sólo esto. Cuando me preguntan, qué me gustaría que fueran mis hijos, yo contesto: 'Buenas personas'".
–¿En la nieve sos un buen referente para tus hijos?
–Mirá, yo no soy un dotado en ningún deporte, pero le pongo mucha dedicación a todos. Capaz que el ejemplo sea ése. En el golf tengo 13 de handicap... No soy malo, pero tampoco muy bueno. Es como la actuación: para destacarte tenés que dedicarte de lleno.
–¿Qué importancia le das al entrenamiento? ¿Lo hacés por salud o por vanidad?
–Yo entreno desde hace veinte años, así que el cuerpo ya está acostumbrado. Pero no soy metrosexual ni nada de eso, eh. El deporte me hace bien al bocho. Hace 17 años tuve un accidente y volé por la ventana del auto. Me salvé gracias al estado físico que tenía.
–¿Qué te dejó aquel accidente?
–Me quedó un aprendizaje en todo sentido. Antes era más loquito; aprendí a cuidarme. Yo estoy acá porque Dios lo quiso: tenía cuatro por ciento de posibilidades de vida. Estuve 50 días internado. A partir de ahí, trato de ser mejor persona, de ayudar más. Ser un buen tipo, qué sé yo...
–Estas vacaciones son distintas a las de soltero...
–Sí, pero la verdad que no extraño aquella parte. Para mí, lo más lindo es estar con mis hijos y con Ivana. No hay nada más importante que eso. Más después de haber grabado durante 17 meses seguidos. Para mí es el tiempo mejor invertido. Hoy veía a esas dos pulgas de tres y seis años bajando la montaña y me emocionaba.
–¿Te da miedo que bajen solos por las pistas?
–No, ellos aprenden muy rápido. Y si se caen, es un palito de 80 centímetros... No son los golpes como los que nos damos nosotros. Ayer Benicio bajó por primera vez solo y fue un flash. Francesca, en cambio, había aprendido el año pasado en Bariloche.
–Padres de los medios, buena posición económica... Un combo complicado. ¿Te encargás de que tengan los pies sobre la tierra?
–Obvio, pero ellos van mamando cómo son sus padres. La educación depende de nosotros. Estamos todo el tiempo hablando con ellos y llevándolos para el lado que queremos. Los chicos no tienen maldad. Por eso hay que seguirlos, y si se desvían, corregirles el caminito. Nos gusta que sean sensibles, que sepan que muchos chicos no tienen posibilidades y que hay que ayudar. Yo agradezco la familia que tengo. Mi viejo no tenía nada y armó una empresa enorme.
–Muchos dicen que los hijos matan la pasión de la pareja. ¿Vos qué opinás?
–Matar no la matan; por ahí te consumen mucho tiempo y la apaciguan. Pero Ivana y yo nos amamos y nos elegimos todos los días. También disfrutamos mucho de estar con ellos. Ahora estamos organizando irnos una semanita a algún lado solos. Para nosotros va a ser re difícil, porque estamos muy pendientes de ellos.
–Hace una semana estabas en Bariloche y al segundo día decidiste volverte...
–Es que estuve tanto tiempo grabando que ahora quiero aprovechar. Tuve dos novelas muy seguidas, Amor en custodia y Dulce amor. Y así te la perdés. Digo, no los ves cuando crecen. Por otro lado uno tiene que laburar... La vida es así. Por eso, cuando no grabo quiero estar todo el tiempo con ellos.
–¿Ahora que estás más tranquilo, mirás alguna tira?
–No mucho. Hago zapping todo el tiempo, para ver qué onda. El otro día llamé a Facu Arana para felicitarlo. Me parece muy bueno lo que está haciendo. En general me engancho con deportes. Puedo pasar horas con fútbol, tenis, rugby, atletismo...
–¿Cómo te cayó no haber conseguido ningún Martín Fierro? ¿La pasaste mal en la Gala?
–La verdad que yo la disfruté. Es algo que juzga un grupo de periodistas de APTRA y yo me siento súper orgulloso de estar nominado. Y me la re banco. Nos invitaron a la fiesta, fuimos, pensamos que íbamos a ganar alguna terna... ¡y ya fue! Hay que saber perder.
–Quique Estevanez, tu padre, no piensa lo mismo. Dijo que no va nunca más a los Martín Fierro.
–¡Ja, ja! Se calentó, ¿no? Jamás hablé con él, pero puede pensar como quiera, y está bien. El es más pasional... Yo voy a seguir yendo. Para mí sigue siendo un honor.
–¿Ya tienen la próxima novela?
–Hay diez libros esperando. Uno ya está cerrado de palabra con Telefe. Se repite la pareja con Carina Zampini. La verdad, a ella la quiero mucho. También va a estar Juan Darthés, un amigo.
–¿A la distancia, qué creés que pasó entre Darthés y Calu Rivero?
–Mirá, hay gente que vive del quilombo. Pero Juan y Calu no son de ese palo. Yo creo que se infló una bola, que no se aclaró en su debido momento y los dos quedaron muy mal parados. Imaginate que Juan tiene treinta años de carrera y nunca tuvo un quilombo.
–Ya tenés tu próxima novela... ¿Sabés cuándo vas a ser papá otra vez?
–Si fuera por nosotros, ya hubiéramos tenido otro hijo, pero se fue atrasando por distintas cosas. Siempre quisimos que tengan un par de años de diferencia uno de otro. Es un sistema que nos rinde, ja ja. En nuestro caso, los chicos han sido una gran unión para la familia. En cualquier momento vendrá el tercero.
Sebastián e Ivana en la cima Cerro Castor, donde pasaron una semana de esquí a full.
“Los hijos no matan la pasión... por ahí la apaciguan. Ivana y yo nos amamos y nos elegimos todos los días. Ahora estamos organizando irnos una semanita a algún lado solos. Pero sabemos que los vamos a extrañar”
La familia Estevanez se instaló en una cabaña de la base del Cerro. “Es increíble ver a Francesca y Benicio, tan chiquitos, bajando la montaña”, coinciden Ivana y Sebastián.