Muerte, denuncia y tragedia: cómo fue la historia de amor más terrible de la Fórmula 1 – GENTE Online
 

Muerte, denuncia y tragedia: cómo fue la historia de amor más terrible de la Fórmula 1

Ronnie Peterson
La relación de Ronnie Peterson y Barbro Edwardsson trascendió las pistas para convertirse en una leyenda de amor y desgracia.
Deportes
Deportes

En Almby, un pequeño pueblo de Örebro, Suecia, nació Bengt Ronnie Peterson el 14 de febrero de 1944. Como una señal del destino, llegó al mundo el mismo día que se celebra el amor, un presagio de la historia que escribiría junto a Barbro Edwardsson. Criado entre motores y panes, Ronnie heredó la pasión por la velocidad de su padre, Dad Bengt, quien además de panadero, fue piloto de speedway.

Ronnie Peterson
Ronnie Peterson, apodado “Supersueco”, combinó un talento desbordante en las pistas con una humildad que lo convirtió en leyenda.

Su juventud estuvo marcada por sacrificios silenciosos: trabajando en un concesionario Renault y en una empresa de ascensores financió su incipiente carrera en el karting y la Fórmula 3. Desde pequeño, Ronnie demostró una determinación poco común, ajena a los caprichos de la fortuna. Cada curva que transitaba lo acercaba más a su sueño, pero también, sin saberlo, a un destino trágico.

Más allá de los trofeos y las victorias, 1969 le reservó algo mucho más trascendental: el encuentro con Barbro en una discoteca de Örebro llamada Prisma. La química fue inmediata, aunque el destino quiso probar su conexión: Barbro partió a Nueva York por unos meses y su historia quedó en suspenso. No fue sino hasta 1970 que retomaron contacto, sellando un vínculo que se fortalecería en cada circuito, en cada podio, en cada celebración íntima lejos de los flashes.

Cuando Ronnie dio el salto a la Fórmula 1, Barbro estuvo a su lado. No como una figura decorativa, sino como su cronometrista, su aliada estratégica y emocional. Juntos, construyeron una rutina nómade entre los paddocks de Europa, compartiendo cenas improvisadas, horas interminables de espera en boxes, y esas miradas cómplices que entienden todo sin palabras.

Ronnie Peterson
Ícono de la Fórmula 1 de los años 70, Ronnie vivió cada carrera con la misma intensidad con la que amó a Barbro, su inseparable compañera.

La pareja se mudó a Inglaterra y se integró a la burbuja de familias del automovilismo, donde la alegría siempre convivía con la sombra de la tragedia. Ronnie y Barbro fueron parte de un círculo íntimo de amistades profundas, reforzado por la temprana pérdida de Jochen Rindt el 5 de septiembre de 1970 en Monza. Aquel accidente dejó cicatrices invisibles en todos, una consciencia amarga de que el tiempo juntos podía ser efímero.

En la pista, Ronnie era una fuerza imparable. Subcampeón de F.1 en 1971, campeón europeo de Fórmula 2, estrella de Lotus en los años dorados de Colin Chapman. En cada victoria, la sonrisa de Barbro lo aguardaba en boxes. En cada derrota, era su refugio silencioso. El matrimonio llegó en 1975, sellando una historia de amor que parecía invencible. La llegada de Nina Louise, su hija, los completó como familia.

En Montecarlo y en su refugio sueco, la vida parecía darles una tregua. Allí, Ronnie se transformaba: no era el "Superswede", ni el "más rápido", sino un padre juguetón, un esposo cariñoso, un hombre simple que encontraba felicidad en las cenas de invierno junto a amigos, o enseñando a una niña a conducir un tractor de jardín.

Ronnie Peterson
Ronnie Peterson y Barbro Edwardsson compartieron un amor tan vertiginoso como las pistas que recorrieron juntos, Foto: @ronniepetersonf1.

Las malas temporadas de 1976 y 1977 pusieron a prueba su temple. March, Tyrrell, autos poco competitivos, frustraciones acumuladas. Pero el amor entre Ronnie y Barbro nunca se resquebrajó. En 1978, el regreso a Lotus renovó la esperanza. Mario Andretti era el primer piloto, sí, pero Ronnie no renegaba de su papel. Honró su palabra en Zandvoort, levantando el pie para que su coequipier ganara. Fue un gesto de honor que muy pocos en la historia de la Fórmula 1 podrían imitar.

El 10 de septiembre de 1978, Monza amaneció con cielo claro pero corazones en vilo. La largada fue un caos. Once autos involucrados en un accidente que cambió la historia. El Lotus de Ronnie quedó atrapado entre hierros retorcidos y fuego. Rescatado consciente, pero con múltiples fracturas, fue trasladado al Ospedale Maggiore de Milán. Barbro llegó poco después, devastada.

La operación fue urgente. Demasiado. Las embolias por las fracturas y la inhalación de gases tóxicos cobraron su vida el 11 de septiembre. Tenía 34 años. Barbro no sólo perdió a su esposo: perdió su universo.

La indignación la invadió. Denunció la improvisación criminal de las autoridades, la hipocresía de un deporte que priorizaba el espectáculo por sobre la seguridad. Su dolor era el de muchas viudas de la Fórmula 1, pero el suyo era más punzante: había visto caer a su alma gemela.

Ronnie Peterson
Ronnie Peterson es recordado por su nobleza dentro y fuera de la pista.

John Watson, amigo de ambos, intentó llenar el vacío, acompañándola junto a Nina. Su relación duró cinco años, pero nunca alcanzó a cicatrizar las heridas. Barbro quedó anclada a sus recuerdos. Cada trofeo, cada fotografía en su casa era una herida abierta. Nunca vendió, nunca dejó ir.

El 19 de diciembre de 1987, Barbro fue encontrada sin vida, víctima de una mezcla letal de alcohol y sedantes. Tenía 40 años. Fue enterrada junto a Ronnie, donde siempre quiso estar.

Su hija Nina, heredera de ese legado trágico y luminoso, creció abrazando los recuerdos de dos personas que desafiaron al destino con amor y coraje. Hoy, en Örebro, un museo celebra la memoria de Ronnie Peterson, "más rápido que una bala saliendo de un cañón".

Ronnie y Barbro vivieron como soñaron: intensamente, apasionadamente, sin concesiones. Su amor, más fuerte que el vértigo, más resistente que el miedo, sigue siendo un faro para quienes creen que algunas historias, aunque breves, son eternas.

 
 

Más Revista Gente

Vínculo copiado al portapapeles.

3/9

Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipisicing elit.

Ant Sig