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JIMENA BARON: “Hoy sé que mi libertad no la negocio nunca más”

Publicado por
Redacción Gente

“La verdad es que me siento bien. Me siento fuerte –dice, y así se ve, Jimena Barón (28)–. Este fue seguramente el año más difícil de mi vida, sobre todo porque en diciembre murió mi papá. Fue una etapa muy dura para mí, y lo que menos esperaba es… a los cinco meses… todo lo que pasó después.”

Todo lo que pasó después “fue tanto y todo tan difícil” –como confesará la actriz a GENTE–, que pudo haber sido demasiado incluso para esta mujer acostumbrada a que la vida no sea siempre un plan perfecto. Para esta mujer que el país vio crecer detrás de un par de anteojos redondos, desde la revelación de El faro (su debut, en 1998, a los 9 años) a las comedias costumbristas más emblemáticas de la televisión de las últimas décadas, como Gasoleros, Los Roldán y Son amores.

Plantada firme en su nueva realidad de madre soltera, y en plena revolución post mudanza, la semana pasada, a un tres ambientes en una torre de Palermo junto a Morrison (1), el hijo que tuvo con el delantero Daniel Osvaldo (29), habla sin reloj y sin cassette, auténtica: “Fue un conjunto, lo de papá, volver a la Argentina, la separación. Que creo que más allá de la separación fue el modo, inesperado. Porque separarse, uno se separa, pasa... Pero para mí fue todo tanto y todo tan difícil que pensé: `O me voy a la oscuridad total, y caigo, un tiempo largo, en una caída muy dura; o sigo con todo´. Fue una situación límite”.

–Imagino que Morrison debe haber sido un motor.
–Es que con un hijo no hay opción. Está claro que hay que seguir adelante. Es tener un enano de un año que te mira con esos ojitos todos los días... Y yo me siento, como cualquier madre, cien por ciento responsable de lo que mama mi bebé. Tengo un hijo particularmente feliz, porque Morrison es muy alegre. Todo el mundo el comentario que hace de él es: “Vive sonriendo”. Y no quería opacarle un gramo de su estado natural, de su felicidad.

–¿Y cómo lo lograbas en esos momentos límite?
–Fue un trabajo. No fue todo lindo. Me ocupé de no negar ni tapar cosas. De decir: “Bueno, llorá, largá”. Porque yo con eso soy bastante engañosa, y quería salir adelante respetando mis tiempos. Y sí... tuve un período en que en el exacto momento en que Morrison se dormía, yo me quebraba. Al principio estaba más de animadora de mi hijo. Y después me empecé a sentir bien de verdad.

–¿Cómo hiciste ese clic, de darte cuenta de que estabas mejor?
–Empecé a pensar: “Estoy tranquila, somos dos, se hace lo que yo quiero...”. Yo estaba muy a disposición de Daniel, y mi vida giró más de dos años en torno a él. Con felicidad, porque nadie me obligó. A mí me encantaba ocupar ese rol. Me hacía muy feliz sentir que la casa funcionaba por mí, que yo hacía la comida, que tenía todo organizado: lo cuidaba a Daniel, le cuidaba la plata, ponía buena onda cuando teníamos que viajar... ¡Tener una familia era mi sueño! Eso de decir: “Si hay que bancar, se banca; si tenemos que irnos, nos vamos”. Creía mucho en la fuerza, en ese pilar de la familia.

–¿Qué cambió para que tomaran la decisión de separarse con un hijo tan chiquito?
–¡Yo no decidí nada! Literalmente. Yo me fui una mañana al supermercado a hacer las cosas de siempre, y cuando volví Daniel no estaba. Se había llevado todas sus cosas. No fue una decisión, en absoluto. Eso fue lo duro, porque no se atravesó una separación. No hablamos. Esa parte no existió y por eso fue tan violento. Fue una bomba.

–¿Pero no tuviste ningún indicio?
–No, no hubo una pelea. Daniel tiene un problema muy grande de celos y nos había pasado otras veces que de cero inventaba cosas en su imaginación. Porque, sinceramente, estuve dos años y medio en casa atendiéndolo. No es que yo en Europa iba a bailar mientras él concentraba. Me la pasaba en mi casa con mi hijo y, antes de que existiera Morrison, sola.

–¿Y qué fue lo que pasó acá?
–Eso, que él se inventó una situación en su cabeza, y se fue. Después, atando cabos, viendo que apareció otra persona, pienso que le habrá servido como excusa. No lo sé.

–Claro, ni tuviste la oportunidad de hablarlo.
–Con todo lo que pasó me di cuenta de que lo que yo tenía que hacer era correrme. Somos muy distintos, nos manejamos de maneras muy distintas, con distintos códigos.

–¿Y cuándo mirás atrás ahora, a esa persona tan distinta de la que te enamoró, no ves ninguna señal de que esto podía pasar ?
–Ahora me dicen: “Pero ¿cómo, vos no te diste cuenta, si ya había dejado a las otras mujeres, con los hijos...?”

Leé la nota en la edición 2608 de GENTE.

“La verdad es que me siento bien. Me siento fuerte”, confiesa la actriz a una semana de mudarse con Morrison a su nuevo hogar, un tres ambientes en una torre de Palermo.

“Más allá de la separación, fue el modo, inesperado. Porque separarse, uno se separa, pasa... Fue todo tanto y tan difícil que pensé: ‘O me voy a la oscuridad total y caigo, en una caída muy dura; o sigo con todo’”


“Quería salir de esto respetando mis tiempos. Y sí... tuve un período en que, en el exacto momento en que Morrison se dormía, yo me quebraba”

“Dentro de lo denigrante y lo doloroso que fue para mí como mujer que pasara todo esto, me la hizo más fácil. Porque me desenamoró al instante”


Los presentó una amiga en común, por chat. El ida y vuelta se encendió con la distancia hasta que el futbolista, cruzó el Atlántico para verla por 48 horas. “Me mató”, cuenta Jime, que dejó su papel en la tira Sos mi hombre y su carrera en la Argentina para seguirlo.

Hoy, está de vuelta en Pol-ka, donde retoma en agosto a su Gilda de Esperanza mía, y en 2016 editará un disco con temas propios.

“Yo cuidaba a Daniel, le cuidaba la plata, ponía buena onda cuando teníamos que viajar... ¡Tener una familia era mi sueño!”

“¡Yo no decidí nada! Me fui una mañana y, cuando volví, Daniel no estaba. Se había llevado todas sus cosas. No hablamos. Esa parte no existió y por eso fue tan violento”