La impactante historia de Sonya y Katya, dos jóvenes rusas que se mudaron a la Argentina para vivir libremente su historia de amor: “Allá sólo podíamos fingir ser amigas” – GENTE Online
 

La impactante historia de Sonya y Katya, dos jóvenes rusas que se mudaron a la Argentina para vivir libremente su historia de amor: “Allá sólo podíamos fingir ser amigas”

Llegaron al país hace dos años. Una es tatuadora, la otra fotógrafa. Casi sin hablar español, encontraron una gran comunidad que las recibió con brazos abiertos y le cuentan a GENTE su experiencia en Buenos Aires.
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Argentina es un país cosmopolita que hizo gran parte de sus raíces a través de la inmigración y que hoy sigue abriendo sus puertas. Así es como, a principios de 2023, dos jóvenes rusas llegaron a Buenos Aires para poder vivir libremente su historia de amor, algo que no estaban logrando en su país de origen.

Hoy, más de dos años después de aquel momento, sentadas en la Plaza Armenia del barrio porteño de Palermo, Sonya y Katya le cuentan a Revista GENTE cómo fue la decisión de emigrar.

Sonya y Katya, las jóvenes rusas que eligieron Argentina para poder vivir libremente su historia de amor.

La historia de Sonya y Katya

Esta historia parece sacada de una novela en la que se combina un relato de amor, una guerra, diferentes realidades familiares y un conflicto por su orientación sexual que, increíblemente, en pleno siglo XXI sigue afectando a muchísimas personas en todas partes del mundo. 

Sonya tiene 32 años y es diseñadora de indumentaria, pero actualmente trabaja como tatuadora. Aunque nació en Bulgaria, se crió y vivió gran parte de su vida en Moscú. Katya tiene 35 años y es fotógrafa desde hace 15. Nació en una ciudad al sur llamada Astrakhan, pero luego se mudó a la capital, donde se conocieron.

¿Cómo son sus familias?

—Sonya: Tengo a mis padres, jubilados, y una hermana, que es mamá de mis tres sobrinos. Todos están en Moscú porque mis padres ya son grandes, de 80 mi papá y 70 mi mamá.

—Katya: Mi papá, también ya jubilado —trabajaba en una fábrica de suministro de gas—, y uno de mis hermanos viven en Astrakhan, y el otro en Barcelona. Uno es mecánico de barcos y el otro es programador. 

Hoy con 35 y 32 años, y tras pasar por el altar, viven su amor lejos de los prejuicios del pasado.

Cómo es “salir del closet” en Rusia

La forma y el tiempo en la cual cada persona hace visible su orientación sexual e identidad de género varía según los contextos familiares, los entornos de amistades y, en este caso, también se ve atravesado particularmente por lo cultural de cada país.

En Rusia, desde noviembre de 2023, el Tribunal Supremo declaró al “movimiento internacional LGBT” como una organización extremista, lo que implica la prohibición total de cualquier actividad pública, propaganda, publicidad o expresión de apoyo a la comunidad LGBTQ+. Esto significa que si cualquier persona se expresa públicamente al respecto -sea expresando su diversidad o en apoyo- comete un delito que conlleva penas graves, incluyendo la prisión.

Sonya es parte de un estudio de tatuajes en Palermo y apuesta a competir en un festival.

Para Sonya gran parte de su vida considera que la llevó a escondidas: “Hace tiempo todo empezó a ponerse más tradicional y opresivo. Para mí personalmente vivir mí sexualidad era algo que hacía a escondidas. Las lesbianas son consideradas como algo de mentira o poco serio. Se piensan que solamente estás jugando cuando decís que salís con mujeres. En cambio, si dos hombres se quieren agarrar de las manos en público llaman mucho más la atención y los pueden terminar golpeando”.

¿Cómo fue en tu caso Katya, viviendo primero en una ciudad más chica y luego Moscú?

—Distinto. En Astrakhan nunca me escondí, siempre me mostré como soy. Si recuerdo que algunos vecinos ya no me saludaban por ser lesbiana. Al principio no entendía por qué. Después me mudé a Moscú, y experimenté como en los 90 todo era más abierto y luego fue cambiando, al punto tal de que los últimos dos años empecé a sentir miedo en las calles.

Katya trabaja como fotógrafa y lleva adelante varios proyectos y exhibiciones.

La diferencia entre sus historias fue una sorpresa cuando comenzaron a salir. “Cuando nos conocimos ella era muy abierta sobre su sexualidad, lo decía en su Instagram y todo. Y yo no lo podía creer. Pero con el paso del tiempo, las dos empezamos a dudar si nos podíamos tomar de las manos en lugares públicos”, cuenta Sonya.

¿Tuvieron un momento de ‘salir del closet’ con sus familias y amigos?

—Sonya: Le conté a mí mamá cuando tenía 21. Para ella fue un shock. Ella es muy religiosa y se sorprendió mucho. Me hizo ir a un psicólogo y a un médico que hizo cosas rarísimas. Me decía que si seguía así me iba a ir al infierno. Mi papá se puso un poco violento cuando se enteró. Y de mis amigos, solo a algunos, muchos me ignoraron luego de contarles. Fueron tiempos muy difíciles.

—Katya: Mí experiencia fue un poco diferente, para bien. Mis papás fueron cariñosos y me apoyaron mucho. Lo hice a los 16 años. A la primera persona que le conté fue a mi hermano que es gay, y vive con su esposo en Barcelona. Unos días después le conté a mí mamá y ella solo me preguntó si estaba segura, y me dijo que me amaba y lo único que le importaba es que yo sea feliz. Creo que ella entendió que eso era lo más importante porque mí otro hermano estaba en la guerra, y pensó que pasaría si perdiera a su hijo. Tuve suerte de tener una madre que me acepte así. 

Del inicio de su historia de amor a la decisión de venir a vivir a Argentina

“En la comunidad lesbiana un poco nos conocemos entre todas”, bromea Sonya al contar sobre el comienzo de su historia de amor con Katya. Fue en el año 2016 cuando se vieron por primera vez, pero cada una estaba en ese momento en pareja y no ocurrió nada. De todas formas, el flechazo fue claro, y cuando en 2021 se encontraron a través de Tinder, el match fue instantáneo

Su historia de amor las llevó de su Rusia natal a habitar las calles de Buenos Aires.

“Después fue la típica historia de lesbianas en las que nos conocimos un día y ya queríamos vivir para siempre juntas —detalla Sonya entre risas—. Al mes ya estábamos viviendo juntas. A los 8 meses adoptamos un perro, y a los 2 años decidimos emigrar para Argentina”. 

¿Desde un comienzo tenían en mente el irse a vivir a otro país? 

—Sí, al tiempo de empezar a salir hablábamos sobre vivir en otro lado. Entendíamos que en Rusia no podíamos casarnos, y nosotras queríamos vivir más libremente. Y el comienzo de la guerra con Ucrania —en febrero de 2022— fue lo que nos terminó de decidir en querer irnos. 

¿Fue Argentina su primera opción?

—Pensamos primero en España porque su hermano vive ahí, pero en Argentina teníamos amigos que nos decían que para entrar no necesitábamos VISA, que se vivía bien y podíamos casarnos legalmente. Que es un país con las puertas abiertas y te reciben muy bien, así que parecía que iba a ser más sencillo mudarnos. 

En medio de una plaza poder estar de la mano era algo impensable para ellas años atrás.

El proceso de dejar atrás toda una vida en Moscú no fue sencilla. Luego de vender, donar y regalar casi todas sus pertenencias, y atravesar la despedida de amigos y familiares, se lanzaron a la aventura migratoria y llegaron a la Argentina en el año 2023. Así dieron sus primeros pasos en el país, con un poco de dinero ahorrado, un poco de inglés y casi nada de español, y la compañía de su perro llamado “Dafoe”, por el actor estadounidense Willem Dafoe. 

En ese momento fue clave la comunidad rusa formada recientemente por las últimas olas migratorias: “Vinimos como una hoja en blanco, con mucho por aprender. Nos contactamos con una comunidad de rusos acá en Argentina, inmigrantes LGBT, hablamos por un chat con ellos para saber cómo alquilar un departamento”. 

De la mano de esta comunidad —también integrada por otros inmigrantes de países cercanos que comparten la lengua, como Ucrania y Bielorrusia— también pudieron dar con sus actuales trabajos en Buenos Aires: “Conocí a una chica de Rusia que tiene su estudio de tatuaje en Palermo, le escribí contándole mi historia, y ahora tatúo con ella ahí”, cuenta Sonya. En el caso de Katya, el camino laboral fue un poco más lento, encontrando clientes para hacer sesiones de fotos.

—Tras 2 años viviendo acá, ¿qué diferencias notan entre la vida en Rusia y la vida en Argentina?

—Katya: Acá nos sentimos increíble. Podemos estar sentadas charlando en la plaza y a nadie le llama la atención. Estar así, tranquilas, es lo mejor. Cuando nos casamos tuvimos un fotógrafo y fue muy hermoso que nos dijera que podemos posar dándonos un beso, o agarrándonos de las manos.

—Sonya: Una mujer desconocida en la calle nos vio cuando nos casamos y nos gritó “¡Felicitaciones!” y era una mujer grande. En Rusia sólo nos hubiera gritado “¡Pervertidas!”. 

Hoy las rusas pueden caminar libremente como pareja por las calles porteñas.

“Nos sorprendimos en especial cuando nos acostumbramos a caminar agarradas de la mano, como cualquier persona, y decir que somos una pareja, poder decírselo a cualquiera”, remarcan, al tiempo que recuerdan algunas de las tantas mentiras que dijeron en el pasado para evitar conflictos: “Cuando alquilamos un departamento en Moscú solo decíamos que éramos hermanas o amigas, no podíamos decir que éramos pareja. Y acá cuando dijimos que éramos pareja nos preguntaron ‘¿y están casadas?’ como si fuese algo tan normal. Fue increíble”. 

La animosidad y la calidez del argentino fue una sorpresa en un primer momento, pero que sin dudas cambió la forma de ser de ambas: “La gente acá desde el primer encuentro es muy amable y abierta, y durante estos dos años me di cuenta que eso me hizo cambiar a mí —remarca emocionada Sonya—. Acá sonrío más. La gente es más… ‘tranqui’, más abierta, y te sentís más bienvenida. No te preocupás tanto por cómo te ves o lo que la gente pueda pensar de vos”.

La propuesta de casamiento, de película

Aunque los planes de casamientos estaban más que presentes en el horizonte de la pareja, habiendo sido ese uno de los motivos para viajar a la otra punta del mundo, eso no quita que todo se vea atravesado por un escenario más que romántico a la hora de que una de las dos haga la gran pregunta.

Hubo dos propuestas. La primera no salió tan bien —recuerda Sonya provocando las risas de Katya—. Hace tres años, en Rusia, yo le propuse casamiento. Compré un par de anillos y le dije “¿Querés ir a Argentina y casarte conmigo?” y ella me dijo que sí pero no estaba muy segura… No estaba lista para estar en una relación tan seria conmigo. Y yo me sentí medio tonta”.

El emocionante día en que Sonya y Katya dieron el 'Sí, quiero'. Foto: Gentileza Max Levin.

Con la incomodidad que surgió en ese momento, el plan de emigrar siguió adelante, pero el casamiento parecía haber quedado en el olvido. Fue Katya quien finalmente la sorprendió: “Pasaron algunos meses de la mudanza y fuimos de viaje a Bariloche. Estábamos de excursión por las montañas y frente a un lago, le di una carta y le dije ‘leé esto y no te des vuelta hasta terminarla’”. “Cuando finalmente me di vuelta, ella se había arrodillado, me propuso casamiento y le dije que sí, así que ahora tengo dos anillos, el de compromiso y el de casamiento”, completa Sonya.

Casi un año después llevaron adelante la ceremonia por civil: “Fue un momento hermoso. Me la pasé llorando, apenas entre al salón empecé a llorar. La verdad es que estaba preparada para ese momento pero no del todo”, remarca Katya, emocionada.

—¿Qué imaginan en el futuro? ¿Tendrían hijos?

—Después de haber vivido acá no nos imaginamos volviendo a nuestra vida de antes. No se como podríamos. Pensamos en tener hijos pero no ahora, no nos sentimos preparadas. En Rusia hubiese sido muy difícil, tendrías que poner plata para que no te delaten con el gobierno de que tenés un hijo/a siendo lesbiana. Por ahora queremos vivir acá, tener un segundo perro, y seguir creciendo en proyectos laborales. Fue difícil empezar nuestra vida acá, pero ahora ya no queremos volver.

Fotos: Diego García.



 
 

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