El caprichoso destino quiso que Flora nazca en el km 58 de la Autopista Acceso Oeste, en plena provincia de Buenos Aires y dentro del predio que durante veintiséis años fue conocido como el Zoológico de Luján.
Ya que en aquel momento "la posibilidad de tomarse fotos con cachorritos de tigre" era un argumento de venta, su infancia transcurrió rodeada de visitantes -algunos amables, otros no tanto- que la alimentaban con una mamadera de plástico mientras posaban. Pero un día sus rayas se expandieron y su tamaño dejó de ser "el adecuado".
Fue en ese momento que decidieron trasladarla a una jaula junto a su hermano, Benjamín, y a un tigre macho llamado Negus. Durante unos meses, la libertad no estuvo al alcance de su hocico, pero al menos tenía un grupo de pertenencia, un grupo de juego. Duró poco. "Antes de que Flora cumpliera un año, los tres fueron separados para evitar su reproducción", cuentan desde Four Paws Internacional.
Desde allí, su vida, su libertad y sus movimientos se fueron 'a pique'.

El hallazgo que rompió el corazón de los rescatistas
Entrevistada por GENTE, Luciana D'Abramo, la responsable a nivel mundial de la organización de bienestar animal que tiene a su cargo desde el 1º de septiembre el futuro de los 62 grandes felinos del predio (32 leones y 30 tigres), no dudó en nombrar a Flora y su historia cuando le consultamos cuál fue el caso que más la conmovió.
Cuando piensa en ella, lo primero que le viene a la cabeza es la escena del encierro. "Estaba en una jaula bien chiquita, con muchos animales alrededor, entre leones, tigres, de todo", explica. "Y la verdad que acceder a ella fue complejo, porque cuando hacemos este tipo de trabajo debemos tener mucho cuidado, no sólo con los animales que venimos anestesiando y tratando, sino con todos los otros de alrededor. Así que ya para nosotros fue amenazante sacarla de la jaula y poder tratarla".
Luego, nos invitó a ponernos en el lugar de Flora: "Imagínense cómo se debe haber sentido ella todo este tiempo en semejante contexto, ¿no? Rodeada de animales más grandes y más fuertes, y sin capacidad de esconderse o de irse". Esa imagen de la tigresa acurrucada, entre rugidos y sombras intimidantes, y sin escape posible, estruja el corazón...

En ese contexto de hacinamiento, el cuerpo de Flora también contó su propia historia. "Ella es muy chiquita de tamaño, como un bonsái de tigre, porque 'para cuidarla' de los demás la pusieron en una jaulita y no pudo crecer", describe Luciana, todavía sorprendida por su tamaño.
"Además, como se encontraba en una jaula muy chiquita, nunca caminó demasiado. Incluso nos dimos cuenta de que tenía las uñas encarnadas al punto de casi pegárseles al hueso de las patas", cuenta.
Flora sufría en silencio. "Estaba en un dolor constante y atroz", aseguran desde el equipo de Four Paws y agregan que "el dolor hacía que fuera casi imposible que caminara o incluso que se pusiera de pie".
Ya la operaron... y van a tener que operarla "cada seis meses"
Ella fue una de las primeras tigresas en ser examinada por los especialistas, porque su caso resultaba urgente: no sólo su cuerpo estaba atrofiado y casi no podía pisar del dolor que le provocaban sus uñas, sino que también tenía graves problemas dentales.

El veterinario que la operó, el doctor Amir Khalil, líder de la misión de emergencia en Luján, lo resume con precisión y empatía: "Esta tigresa sufría una condición particularmente dolorosa: una garra le había crecido hacia dentro de manera reiterada. Así que extrajimos los fragmentos astillados de su pata infectada y corregimos quirúrgicamente el lecho ungueal para permitir un crecimiento adecuado. Ver cómo cambió su comportamiento tras aliviar ese dolor es exactamente la razón por la que hacemos este trabajo".

¿Por qué necesita volver a entrar en cirugía? Así lo explica Luciana: "Si bien la operamos y hoy está mucho mejor, en un caso como éste se necesita un cuidado muy cercano para evitar que se le vuelvan a encarnar las uñas. Si no lo hacemos, va a volver a suceder y va a volver el dolor. Habrá que operarla aproximadamente cada seis meses hasta que se corrija ese problema. Por eso tiene que estar en un lugar donde pueda ser monitoreada de cerca".
Su tratamiento seguirá en otro país
El desafío ahora es sacarla definitivamente de Luján y garantizarle un lugar a la altura de sus necesidades médicas.
"Flora está en la lista de los primeros animales que dejarán Luján, probablemente en semanas. Ella y los osos Gordo y Florencia hoy son prioridad. Si bien aún estamos en proceso de hacer todos los trámites para su traslado y no tenemos una fecha definitiva, esperamos que sea antes de fin de año o a principios de 2026", detalla D'Abramo.
¿Adónde irá? "Probablemente a nuestro santuario en Holanda", anticipa, aunque refuerza que aún no está sellada la decisión, ya que faltan las firmas de las autoridades pertinentes.

No es sólo una sobreviviente: es la chispa de esperanza para los demás
Tras sus huellas partirán los otros tigres y leones que llevan cinco años viviendo en el zoo que cerrara en 2020, tras denuncias de irregularidades y falta de cuidados.
La meta es clara: todos los felinos serán trasladados. "Algunos van a venir a nuestros santuarios, como Lionsrock en Sudáfrica; y otros a los de socios con los mismos estándares de cuidado animal", le aseguran a GENTE.
Para lograr que todo esto se dé en los primeros meses del próximo año hay quince personas que están trabajando globalmente.
Al respecto, Luciana subraya que el marco legal es mucho más importante que lo que muchos imaginan: "En julio del 2025 nosotros firmamos un acuerdo macro que va más allá del Zoo de Luján. El acuerdo es para buscar soluciones conjuntas con las autoridades para todos los grandes felinos exóticos en cautiverio en Argentina, cambiando legislación, mejorando los controles y asegurándonos de que ésta sea la última generación de animales que sufra".

Fotos: Gentileza Four Paws International
Agradecemos a Eva Kovacs y a Luciana D'Abramo



