Se tenía fe. Y un currículum que impacta, porque este “pibe de barrio” –como se define– pasó más de la mitad de su vida entre ollas y fuegos. Rodrigo Da Costa (26) vive en Haedo con su familia, tiene una hija (Mia, 4), es cocinero desde los 15, fue profesor del Instituto Argentino de Gastronomía, pasante en el restó Mirazur de Mauro Colagreco, finalista en la elección argentina para el Bocuse d’Or 2015, y es jefe de cocina del Palacio Duhau del Park Hyatt. El sábado, en la final de Dueños de la cocina, Rodrigo obtuvo las dos estrellas del jurado elegido entre el público (el plato más vendido y el de más sabor) y el voto de Germán Martitegui y Pablo Massey (invitados especiales). Donato De Santis y Christophe Krywonis se inclinaron por Matías Rouaux, el otro finalista, mientras que Narda Lepes no llegó a votar porque ya se había definido el ganador por 4 a 2.
–¿Cuándo supiste que querías ser cocinero?
–A los 15. Papá puso un bar de tapas y picadas en San Bernardo. Como estaba de vacaciones en el colegio, fui con él. Era camarero hasta que un día faltó el cocinero, me metí y me gustó. Igual ya estaba entrenado, porque como mis padres trabajaban todo el día (Marcelo es gerente de Pastelería en Nucha, y Marisa, peluquera), al llegar del cole con mi hermana (Rocío), yo hacía las compras y cocinaba para los dos.
–¿Cómo siguió tu carrera?
–Cuando estaba en quinto año empecé en el Instituto Argentino de Gastronomía, y a los 19, al recibirme, me contrataron para trabajar ahí. Ese año gané el concurso de Alta Cocina Santiago Graffigna; el premio era una especialización en cocina colombiana en Bogotá. Después hice una pasantía en el hotel Llao Llao de Bariloche. Más tarde abrí con papá un catering de pizza party –mi primer emprendimiento–, hasta que me tuve que buscar otro trabajo para pagarme el pasaje a Francia y así concretar uno de mis sueños: hacer una pasantía en Mirazur con Mauro Colagreco. Allí mi cabeza se abrió. Cuando llegué, Mauro me preguntó qué sabía hacer. “Me gusta trabajar con carnes y pescados”, le contesté. ¡Y me mandó a pastelería! Aprendí a la fuerza. Empecé como asistente y al segundo día ya estaba a cargo de hacer los panes. Sabía que si cometía un error estaría en problemas... En esos primeros días me equivoqué y por eso recibí algún pan por la frente.
–¿Fue duro progresar?
–Sí, porque además de la exigencia de trabajar en un lugar con dos estrellas Michelin, apenas llegué me enteré de que mi novia estaba embarazada de tres meses. Al terminar la pasantía Mauro me ofreció quedarme, pero le expliqué que esperaba una beba. Me dijo que me entendía, ya que su hijo mayor vive en Buenos Aires. Volví e ingresé en un restaurante. A las dos semanas, mientras cocinaba, me avisaron que Vanina, mi mujer, estaba en la guardia de la clínica Anchorena con un pico de presión, y que le iban a practicar una cesárea. Entré y al verla con el suero... ¡me desmayé! Llegué al quirófano en silla de ruedas, con la chaqueta llena de sangre y el labio partido. Mia nació seismesina: pesaba un kilo y estuvo dos meses en incubadora. Y Vanina, un mes en terapia por el problema de la presión.
–¡Una jornada inolvidable!
–¡Sí! Al día siguiente me llamaron del Hyatt para una entrevista. Empecé en el puesto más bajo y hoy soy chef o jefe de partida (supervisor). El año pasado llegué a la final argentina del Bocuse d’Or. ¡Salí segundo, porque me atrasé un minuto! Este año, mirando Telefe, me enteré de la convocatoria para Dueños... Mis compañeros del hotel me filmaron: cociné bife de chorizo con vegetales orgánicos y mandé el video. Tenía cierta experiencia televisiva, porque de chico hice publicidades; en el 2003 estuve en Generación pop (reality de Canal 13 creado por Reina Reech), pero como era medio patadura para bailar me fui enseguida; y en el 2015 llegué a la final semanal de El mejor de la cocina (concurso de preguntas y respuestas de gastronomía conducido por Julián Weich).
–¿Siempre quisiste ser un cocinero famoso?
–No sé si tanto, sí me gusta que la gente me conozca. En la entrevista del casting me preguntaron: “¿Por qué querés entrar a Dueños...?”. Y yo respondí: “Porque soy el ganador de este programa”.
–Suena un poco soberbio.
–Sí, pero te aseguro que no lo soy. Desde los 15 la vengo remando. Soy apasionado, obsesivo y cuando quiero algo trato de lograrlo.
–Además, te apoyabas en varias cábalas.
–Y, sí... Tenía conmigo el collage de fotos que me armó mi viejo, porque como en la final no podía estar mi familia, querían que los llevara encima, jajaja. Además, desde el primer programa conté con el rosario de mi abuela Ana, que falleció hace poco. Y la cábala más importante fue la de Mia. Antes de cada grabación me abrazaba, me daba un beso en cada mano y me decía: “Vos vas a ganar papá, así vamos a conocer la casa de Disney”. Yo le daba un beso y le agarraba los cachetes. Sí, mi hija fue quien más fe me tuvo.
Por Graciela Guiñazú.
Fotos: Maxi Vernazza y Prensa Telefe.