"En casa mis hijos hablan en inglés, se pelean en francés y yo los reto en castellano”, dice con la naturalidad de alguien que desde hace un cuarto de siglo recorre el mundo, afincándose en sitios disímiles como Nueva York, México, Bruselas, Madrid y ahora Argentina. “Estoy casado con Sonia (52, nacida en tierra gala). Nos conocimos en el País Vasco francés, donde estudiábamos y dimos el ‘sí’ justo antes de que se cayeran las Torres Gemelas, en 2001. Ella es una santa. Por seguir mi ritmo, pero sobre todo por soportarme”, agrega.
“Inés (20) y Adrián (18) nacieron en Bélgica. Son nómadas digitales. Él va aquí a su colegio número once”, añade Amador Sánchez Rico (del 28 de abril de 1973), el embajador de la Unión Europea en Argentina, tras recibir a GENTE en su despacho del piso 15 de Della Paolera al 200, minimalista si lo comparamos con la imponente escenografía que lo precede detrás del enorme ventanal que da a Eduardo Madero 1150 y al Río de la Plata.

–Supongamos que debiera definirle en una frase a mi madre, española como usted, cuál es su tarea en nuestro país: ¿cómo la resumiría?
–Dar a conocer mejor a la UE en Argentina y entre los argentinos. Explicar que somos un proyecto de paz, y promover aquí los intereses y los valores de esta Unión Europea, hoy integrada por veintisiete países.
–Lleva tres años y medio año instalado aquí. ¿Qué Argentina descubrió?
–Un país muy diverso, pero a la vez muy cercano. En especial por el pasado que nos une a los argentinos y europeos a raíz de la cultura. Probablemente por estos lazos tan fuertes es que contamos con muchísimo potencial para hacer más cosas juntos.
–¿En qué cree que los argentinos somos únicos?
–Yo he descubierto que el argentino es un ser muy resiliente. La resiliencia es lo que más los caracteriza.
–¿E insoportable?
–“Insoportable” creo que es un término demasiado abrupto (piensa).
–¿Insufrible?
–Considerando que vive en un país que lo tiene todo y ofrece una riqueza que pocos en el mundo poseen, quizá el argentino podría creer y apostar más en sí mismo.
Argentina me despertó una mayor pasión por el fútbol. Voy a decir dos cosas: por cercanía, puesto que vivo en Bajo Belgrano y me resulta sencillo ir al estadio, me he hecho de River; sin embargo, admito que lo que experimenté en la Bombonera es único..., no lo he vivido ni en el Bernabéu, como hincha del Real Madrid"
–¿Se le despertó alguna pasión aquí?
–Claro: una pasión mayor por el fútbol. Ya la tenía, pero la manera en cómo ustedes viven el fútbol te hace entenderlo mejor y amarlo más. La pasión de los argentinos por el fútbol definitivamente es contagiosa.
–¿Ya llegó a hacerse fanático de algún club local?
–Voy a decir dos cosas: por cercanía, puesto que vivo en Bajo Belgrano y me resulta sencillo ir al estadio, me he hecho de River; sin embargo admito que lo que experimenté en la Bombonera es único.
–Usted es diplomático de carrera, ¿verdad? Porque termina poniendo en un mismo escalón a dos clásicos rivales…
–(Lanza una carcajada) Es que lo que se vive en la Bombonera…, no lo he vivido ni en el Bernabéu, como hincha del Real Madrid. Ahora, no me preguntes por quién hincharía si en el Mundial de Qatar llegaran a enfrentarse España y Argentina. Mi verdadera patria tira mucho.

–¿Qué otras costumbres nuestras adquirió?
–El asado del domingo lo siento una linda obligación. El problema es cuánto tiempo más voy a caber en estas ropas si sigo disfrutándolo tanto. Por otro lado, me he propuesto acostumbrarme al mate, aunque todavía me falta un poco. No estamos hechos, al menos mi paladar, para el mate, pero aún sigo intentándolo. Aún arranco el día con un espresso italiano, un ristretto: chiquitito, fuerte y de golpe.
–¿Y qué hay de la cultura?
–Podría pernoctar en el Colón, uno de los cinco mejores teatros del mundo, o en el Ateneo, donde soy capaz de pasarme un largo tiempo. También, brujulear horas en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), con sus espectaculares exposiciones. Por supuesto, además he disfrutado del folclore en varias provincias argentinas. Por ejempolo, la chacarera y la zamba en Salta me parecieron… ¡Hay que ver cómo lo danzan! Después, bueno, claro que veo los programas de Mirtha Legrand y su nieta, Juanita.
–¿Cuál es la mejor expresión que aprendió en esta tierra?
–“Ya fue”, pasemos a otra cosa, miremos para adelante. Coincide totalmente con mi mentalidad.
"EN LOS TIEMPOS QUE CORREN, CON UNA ARGENTINA QUE PUEDE ALIMENTAR Y CALENTAR AL MUNDO, Y CON UNOS RECURSOS Y UNA RIQUEZA QUE NECESITAMOS, VEO UN GRAN FUTURO ENTRE USTEDES Y LA UNIÓN EUROPEA"
“En verdad, estoy más acostumbrado a las preguntas serias”, reconoce sin dudar Sánchez Rico cuando promedia la nota y poco a poco comienzan a surgir aquellas relacionadas puntualmente a su actividad laboral y profesional. “¿No es así?”, le consulta a Ariel Blufstein, relacionista diplomático argentino y anfitrión de la sección ConfraternizAr, que Revista GENTE inició en 2021. Entonces, mientras convida una nueva vuelta de café, el embajador se acerca a su escritorio y, entre bromas y cordialidad, dice que aguarda "las preguntas serias”.

–¿Cómo es en los tiempos que corren la relación entre la UE y Argentina?
–Yo diría que una relación privilegiada, muy sólida, por todo lo que nos une, pero a la que le queda mucho potencial para afianzarla y profundizarla aún más. Sobre todo en los tiempos que corren, con una Argentina que puede alimentar y calentar el mundo, y con unos recursos y una riqueza que necesitamos dentro de la Unión Europea. Así que con un gran futuro.
–Dejemos por un momento América y regresemos a Europa… Ciertos pronósticos apostaban por una desunión entre los integrantes de la UE a partir del Brexit (la salida del Reino Unido de la Unión Europea, el 31 de enero de 2020), la pandemia y, claro, la guerra Rusia-Ucrania. Sin embargo, no ocurrió: ¿Qué enseñanza dejaron tales crisis?
–El Brexit más que una enfermedad fue una vacuna. Respecto a la pandemia, pese a todas las muertes y la tragedia que supuso, significó que la UE saliera fortalecida, porque logramos proteger a toda nuestra población –400 millones de personas– de manera equilibrada, a través de instituciones que no tienen una política en común en materia de salud: por primera vez juntos conseguimos vacunar a toda la población europea y exportar el mismo número de dosis (2.500 millones) al resto del mundo. Y después, bueno, lo que la guerra de (Vladímir) Putin ha hecho fue producir el nacimiento de una Unión Europea geopolítica. Muchos vaticinaban que iba a salir fragilizada, sobre todo Putin apostaba por la desunión, cuando lo que ha ocurrido es todo lo contrario, la fortaleció.

–Volvamos a usted… ¿Qué vaticina para el futuro, después de terminar, este 2025, su incursión en nuestro país, para reinstalarse en Bruselas?
–¡Volvieron las preguntas difíciles (ríe)!
–¿Su sueño, como buen diplomático, es seguir recorriendo el planeta impulsado por la estela e impronta de su profesión, o finalmente pretenderá establecerse algún día en un lugar particular?
–Creo que ya no tengo remedio, que ya no puedo estancarme en ningún sitio. Es verdad que moverse de un lado a otro supone mucho trasiego y también mucho quebradero de cabeza. Afirman que las mudanzas son la segunda causa de divorcio, pero creo que los diplomáticos estamos formateados de otra manera. Para nosotros cada destino supone nuevas ilusiones y nuevas oportunidades.
Fotos: Archivo Grupo Atlántida
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