El salto ecuestre suma cada vez más adeptos. Vinculado a la alta sociedad, el deporte de equitación pisa cada vez más fuerte. Entre los distintos espacios recónditos dentro de la ciudad de Buenos Aires se encuentra Montana Farm -emplazada en Cardales, a una hora del Obelisco porteño-, una estancia que combina el deporte con un entorno rural que invita a la desconexión.
“La idea de Montana Farm empezó a gestarse hace más de cinco años, en un momento en que el salto ecuestre crecía a nivel mundial y Argentina se destacaba por su tradición en caballos deportivos”, explican Saúl Sutton y Franco Trabucco, socios fundadores, a Revista GENTE.


Para hablar de los orígenes de este deporte hay que remontarse a tiempos anteriores del siglo XVIII, cuando la caza a caballo era una actividad muy popular entre la nobleza británica, especialmente la del zorro. Con la aparición de cercas, setos y muros para delimitar terrenos agrícolas, los jinetes se vieron obligados a saltar obstáculos mientras seguían a la presa. Esta necesidad práctica dio lugar a competencias informales entre jinetes para demostrar habilidad, precisión y valentía al saltar.
En el siglo XIX, el salto comenzó a organizarse como disciplina deportiva independiente y en 1900 debutó en los Juegos Olímpicos de París, aunque de manera irregular, y ya para 1912 se consolidó como deporte olímpico estable a partir de de la competencia que tuvo lugar en Estocolmo.
Cómo es Montana Farm y qué se puede hacer

Sus fundadores destacan que la estancia atrae “a quienes buscan una experiencia diferente, que combina naturaleza, gastronomía y hospitalidad en un entorno único. Hoy nuestra propuesta está enfocada en abrir el espacio al público en un formato turístico, tanto para visitantes locales como internacionales”.
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Sutton y Trabucco explican: “Vimos la oportunidad de crear un lugar que uniera dos pasiones: el alto rendimiento deportivo y la vida en contacto con la naturaleza. Cardales nos ofrecía el entorno ideal. Hablamos de una zona con fuerte identidad ecuestre, accesible desde la ciudad, pero con un paisaje rural único, lo que nos permitió proyectar un espacio concebido desde el inicio bajo estándares internacionales, tanto en infraestructura como en diseño”.

El diseño del predio se concibe como una prolongación del paisaje natural. Cada edificación se integra de manera armónica con el entorno abierto. La propuesta arquitectónica emplea materiales nobles -como hierro, madera y mármol-, junto con amplios ventanales que establecen un diálogo constante con el exterior. La vegetación, dispuesta estratégicamente, aporta sombra, dinamismo visual y equilibrio al conjunto. Asimismo, el uso del color negro organiza y define los volúmenes, otorgando una impronta de elegancia y coherencia con la esencia de Montana Farm.

Sobre lo que se viene, adelantan que están “planificando experiencias que incluyan recorridos para conocer el predio, almuerzos con chefs reconocidos y la posibilidad de realizar eventos privados o corporativos. Todo pensado para que quienes nos visiten puedan vivir de primera mano el espíritu de Montana Farm”.

“El encanto de Cardales también suma a la experiencia porque es una zona que conserva su identidad y su ritmo natural, lejos de la urbanización masiva, lo que convierte cada visita en una escapada distinta, con un aire de tranquilidad y autenticidad que la gente valora cada vez más”, completan sobre la zona en la que se encuentra emplazado el predio, a unos 70 kilómetros del centro porteño.
Tradición, identidad y futuro del espíritu ecuestre argentino

La relación entre los argentinos y los caballos es tan profunda como su historia. Desde los gauchos que dominaron la pampa, la herencia cultural sigue viva en la actualidad, reinterpretada en espacios donde la tradición se combina con la sofisticación y la pasión por el deporte.
Más allá del rendimiento deportivo, el mundo ecuestre encarna una forma de vida que rescata los valores del campo y la conexión con la naturaleza. Para muchos, montar es, en cierto modo, una manera de volver a las raíces: de sentir el ritmo del territorio y encontrar equilibrio en lo esencial.

La cultura del caballo también representa un punto de encuentro entre generaciones, tal como pasa en el mundo del Polo, a través de torneos como el Abierto de Palermo o en competencias internas.
Ferias, campeonatos y jornadas rurales funcionan como escenarios desde donde se transmiten saberes, se fortalecen vínculos y se preserva una identidad colectiva. En cada paso del jinete y cada salto del caballo se refleja una tradición que evoluciona sin perder su esencia, reafirmando el carácter ecuestre que define a la Argentina.




